Su obra puede ser razonada como una especie de ritual orquestado para articular los ciclos perpetuos de la vida, la muerte, la feminidad, el renacimiento o la renovación.
Fue designado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes y entre sus máximos galardones recibió Medalla de Oro en la Exposición Internacional de París en 1937.
La obra de Torres García daría un vuelco desde que conoció el vibracionismo de Barradas. Luego, años después, desarrollaría su universalismo constructivo.