Su fidelidad a la representación de seres inanimados se explica muy posiblemente por la tendencia a reflexionar más en torno a la producción de la pintura que a circunstancias histórico políticas capaces de desembocar en otra clase de composición.
La figura de Ripamonte también es recordada por su labor docente y su gestión como miembro fundador de la Academia Nacional de Bellas Artes y presidente de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes.
“Pintor de la pampa” lo llamaban; y la pampa, según decía se encontraba “ahí nomás a poco de salir de la villa, a una hora de viaje está el río y una hilera de ombúes que hacen sentir el alma...
Fue uno de los promotores, en 1905, de la nacionalización de la Academia de Bellas Artes y Escuela de Artes Decorativas e Industriales nacida en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes.
Sus escenas son siempre plácidas, denotadas por un manejo de color de justa tonalidad, sin estridencias, y los contraluces crean un clima de íntima nostalgia.