Liliana Maresca
Dueña de un temperamento poco convencional, Liliana eligió espacios atípicos para sus Acciones. En 1985 organizó en un lavadero automático una exposición colectiva que tituló “Lavarte”. Dentro de esta tónica expuso en la Facultad de Filosofía y Letras un objeto compuesto por libros desencuadernados que integraba la mítica serpiente que se devora a sí misma. Estos eventos la vincularon al movimiento neodadaísta de los sesenta, cuando el arte, abandonando los templos que le estaban destinados, irrumpió con sus happenings en la vida cotidiana.
BIOGRAFÍA
LILIANA MARESCA (Argentina, Buenos Aires, Avellaneda, 1951 - Buenos Aires, 1994)
Estudió en la Escuela Nacional de Cerámica, asistió a talleres en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y tomó clases con Renato Benedetti, Miguel Ángel Bengochea y Emilio Renart. A principios de 1980 comenzó a participar activamente en la escena artística del under porteño, en espacios como el Café Einstein y la revista El Porteño.
Además de esculturas, objetos, pinturas, instalaciones y foto-performances, su actividad incluyó también la organización de exposiciones y proyectos colectivos multidisciplinarios como Lavarte (1985) exposición en un lavadero automático, La Kermesse. El paraíso de las bestias (1986) y La Conquista (1991). Trabajó también en forma colaborativa con artistas como Ezequiel Furgiuele y el fotógrafo Marcos López.
Entre sus exposiciones individuales destacan: La cochambre. Lo que el viento se llevó, Centro Cultural Ricardo Rojas, 1989; No todo lo que brilla es oro, Galería Adriana Indik, 1989; Recolecta, Centro Cultural Recoleta, 1990; Wotan-Vulcano, Centro Cultural Recoleta, 1991; Espacio disponible, Casal de Catalunya, 1992; Imagen pública-Altas esferas, Centro Cultural Recoleta, 1993. En 1994, a dos días de inaugurar su exposición retrospectiva Frenesí en el Centro Cultural Recoleta, murió en Buenos Aires. En 2008 se realizó la exposición Transmutaciones en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, Rosario, y en 2017 el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires le dedicó la exposición Liliana Maresca. El ojo avizor, 1982-1994.
Su obra se encuentra representada en el Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, MALBA Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y TATE Modern de Londres, entre otras colecciones.
Liliana Maresca: poner el cuerpo
Poner el cuerpo es un acto absolutamente comprometido y liberador, sea cual sea el acontecimiento en que se realiza dicha acción. Se redobla la apuesta si la misma es artística, estética y parte de un proceso comunicacional. El compromiso adquiere un matíz de statement y la liberación se amplifica, sale de lo particular para adquirir un caracter colectivo. Cuando un artista pone su cuerpo para crear una obra se produce cierta comunión entre ambos, cierto proceso alquímico por el cual los dos se combinan y generan algo más.
Una de las artistas argentinas que han trabajado dentro de esta línea ha sido Liliana Maresca (Buenos Aires – 1951-1994). Tres creaciones de ella auan su propio cuerpo con la obra-concepto: “Liliana Maresca con su obra”, fotoperformance realizada con Marcos López en 1984, “Imagen pública - Altas esferas” (1993), instalación realizada en el Centro Cultural Recoleta y luego trasladada a la Costanera Sur (acción registrada por Adriana Miranda) y “Maresca se entrega todo destino” (1993), fotoperformance registrada por Alejandro Kuropatwa.
Cuando Maresca posó desnuda con sus obras en 1984 puso al descubierto el vínculo íntimo que se da entre el artista y su trabajo. Interactuó con sus objetos los tocó, los miró, se sentó con ellos, y se mostró a si misma sin poses ni disfraces. Obra y artista retratados en un marco cotidiano, lejano al museo o ámbito expositor, exponiéndose en cierta intimidad accesible al espectador. El objeto haciéndose uno con quien lo dió a luz muestra la conexión intrínseca entre ambos como si fuera una línea invisible, pero de existencia palpable. Este diálogo privado se abre a otros para que lo contemplen, gracias a las tomas de Marcos López, con quien Maresca haría tandem en otras ocasiones.
En junio de 1993, casi diez años después, Maresca cuestionó al poder, al stablishment y al mundo mediático en “Imagen pública – Altas esferas”. Para dicha crítica nuevamente utilizó su cuerpo como medio de expresión, exhibiendo la sensualidad del poder y, a su vez, la vulnerabilidad del individuo frente al mismo. Así mismo, expuso el exhibicionismo propio de los medios de comunicación de masas, constituyéndose la obra (con sus gigantografías plagadas de rostros conocidos provenientes de distintos ámbitos) como un cuestionamiento social y político. El mostrar la mise en scéne de los mecanismos de los medios es un procedimiento y una búsqueda que habían comenzado los artistas argentinos a mediados de las década del 60. Maresca tomó la problemática en plena década menemista, donde la ostentación y el “mostrarse” en público adquirió un carácter cuasi religioso. La exhibición sin pudores del poder, de la corrupción, de la codicia eran algo de todos los días por aquel entonces. Y ella misma se “mostró” a desnudo, sin tapujos, poniendo así su cuerpo al servicio del mensaje a transmitir. Sin artificialidad, honestamente brutal y contundente, como fue siempre. Mientras las gigantografías exhibían personajes políticos y faranduleros a través del ojo mediático, Maresca se exhibió a sí misma sin máscaras, sin pose falsa, sin ostentación y sin tapujos.
La imagenes que formaron parte de la instalación que fue “Imagen- pública...” fueron tomadas del archivo del diario argentino Página 12. El montaje de las mismas construyó un espacio abarcativo y sintético, generando un fuerte efecto de simultaneidad, como puede verse en las fotografías que lo registran. Las fotografías de ella sobre las mismas fueron obra nuevamente de Marcos López. Luego de la exhibición de la instalación, Maresca llevó pancartas con las imágenes a la Costanera Sur. Allí las plantó y volvió a posar para Adriana Miranda con la obra.
En “Maresca se entrega todo destino” (1993), la artista retomó el tema del uso y la exhibición del cuerpo. Esta vez con un planteo crítico acerca del mercado, y puntualmente del mercado del arte. En primera instancia, en el Casal de Catalunya, se exhibieron carteles al estilo publicitario donde se leía “Espacio disponible – apto todo destino – Liliana Maresca” y se daba su número telefónico particular. El mensaje era abierto: la noción de disponible para todo uso posibilita múltiples significados. Maresca redobló la apuesta posteriormente en las páginas de la revista El Libertino (número 8), donde publicó una fotoperformance en la cual explícitamente se mostraba semidesnuda y desnuda, en distintas poses, y nuevamente aparecía su teléfono particular. El cuestionamiento se abrió así en dos vías: por un lado la oferta del cuerpo, el negocio con el mismo. Por otro, la del cuerpo como soporte comunicacional, de mensaje. La circulación del objeto artístico como mercancía, la banalización extendida en todos los campos por la lógica del mercado, la entrega y la exposición del cuerpo para todo destino, los múltiples usos y abusos del mismo en la sociedad contemporánea, son las líneas críticas que claramente buscó marcar.
La artista no dudó, en estas obras seleccionadas, en pone el cuerpo para cuestionar determinadas situaciones y hechos. Acto de valentía y compromiso si los hay, que muestran la capacidad creativa y conceptual que supo tener Liliana Maresca.
Publicado en CRAC! Magazine - marzo 2013.
Liliana Maresca: Alquimia para el deseo
“La necesidad del arte es como las demás funciones del organismo: comer, dormir y hacer el amor. Hoy los artistas mismos al lado de las masas trabajadoras viven el hambre del conocimiento, la pesadilla de una realidad atosigante y el orgasmo clandestino luchando por una vida más creativa sin miseria ni censura”
(Volante firmado por PTA –Puro Taller de Arte- 1982)
León Ferrari le dijo alguna vez a Liliana Maresca que para hablar de su obra había que empezar a hablar por el principio. Y que el principio, el Edén, es el paraíso de la ignorancia y de la frigidez. Y que la obra de Liliana tiene lo que nos regaló Eva: conocimiento y deseo.
Liliana Maresca fue una artista argentina difícil de encasillar, con una necesidad existencial de producir y de crear en el encuentro con otros. Podríamos decir que su obra es política, colectiva, íntima y conceptual, pero tal vez no la estaríamos abarcando del todo. Podríamos decir entonces que fue una sacerdotisa de ceremonias que sólo creía en el arte como forma de vivir, de trabajar, de relacionarse; o que fue una mujer ávida y en búsqueda, o describirla simplemente como un volcán luego de la dictadura.
Maresca nació en Avellaneda el 8 de mayo de 1951. Fue a un colegio religioso y estuvo un año en un noviciado. Se casó, se aburrió, se separó. Estudió cerámica, pintura, escultura y tuvo una hija. Maresca no dejaba de buscarse y al no hallarse en ninguno de estos lugares, se dio nacimiento en el arte.
En 1981, transformó su casa de San Telmo en una comunidad de artistas, en un lugar de happenings, fiestas y reuniones, en la que participaban Alberto Laiseca, Marta Soriano, Enrique Symms y María Bernarda Hermida, entre otros. En ese momento, Maresca realizó objetos que incluyen materiales encontrados, intervenidos por su propia mano. Ensambló alambre tejido, trapos, chapas, plásticos, aluminio y madera. Al mismo tiempo, comenzó a interesarse por llevar adelante experiencias colectivas y fue encontrándose y juntando artistas, con los cuales construyó vínculo y construyó obra. También participó en acciones, realizó ambientaciones teatrales y escribió para la revista El Porteño.
Dentro de la ceremonia colectiva y multidisciplinaria, organizó dos eventos importantes en los cuales se ocupó de involucrar a muchos artistas: “La Kermesse”. “El Paraíso” de las bestias, en 1986, compuesta por juegos de kermesse y músicos en vivo; y La Conquista, en 1991, vinculado al 5° centenario de la conquista de América, en la cual participaron más de cien artistas y estuvo dedicada a Batato Barea.
Su cuerpo, la acción y los objetos buscaron la forma de amalgamarse a través de las obras. Junto a Marcos López, en 1983 realizó una serie de fotoperformance donde le da vida a sus objetos a través de poner en acción su propio cuerpo desnudo. Dos años después, junto a Ezequiel Furgiuele -con quien conformaba el Grupo Haga-, le regaló una bufanda a Buenos Aires con una performance que tomaba la calle. Con los retazos que tiraban los fabricantes del Once, el grupo armó un tejido que dejaron colgar por la ventana del primer piso de la galería Adriana Indik. Convocaron al público a que pidieran tres deseos y colocaran objetos. La obra se extendió por la calle Viamonte alcanzando un largo de cien metros. Ese mismo año, efectuó una instalación colectiva y performance en un lavadero automático bajo el lema “Algo está pasando… andá a Lavarte”.
En 1989, dos años después de recibir el diagnóstico de HIV, Maresca realizó una muestra individual, íntima, titulada No todo lo que brilla es oro. Estaba compuesta por esculturas conformadas por ramas y raíces del Tigre, erosionadas por el agua y engarzadas en bronce, en la búsqueda de una transmutación de lo pequeño y de lo cotidiano, en algo bello. Esta misma mutación la llevó adelante en Recolecta, una instalación que realizó en el Centro Cultural Recoleta. La muestra presentaba cuatro carritos de cartonero en diferentes escalas y materiales. En un momento en el cual el país no podía producir ni generar riqueza, y que la nación estaba entregada a otros intereses, Maresca descubrió en el carrito de cartonero un símbolo nacional y decidió transformarlo alquímicamente, sacarlo de la basura para así volverlo plata y oro.
La guerra del Golfo Pérsico la lleva a la organizar la muestra “Wotan – Vulcano”, una instalación presentada en 1991 en el Centro Cultural Recoleta, compuesta por carcasas de féretros dispuestas sobre una alfombra persa roja, rodeadas por una construcción que semejaba una capilla dorada e iluminados con una lámpara de querosén.
Sus obras eran reflexiones acerca del mundo, de todo aquello que la impactaba, que debía modificarse y desviarse de la norma. Cuando la invitaron a participar con una escultura en la Facultad de Filosofía y Letras, Maresca encontró que las instituciones en ese momento eran espacios de ideas rígidas, estancadas, sin acción. Entonces realizó “Ouroboros”, una serpiente de 26 metros cuadrados que se devora a sí misma, compuesta de páginas de libros. A partir de la idea del médico y alquimista Paracelso -que quemó los libros académicos para explicar su ciencia en un idioma nuevo y accesible-, esta serpiente simbolizaba la muerte de la cultura. La consumación de esta obra fue el fuego. En una ceremonia privada se cumplió el destino efímero de la escultura.
En el Casal de Cataluña, en 1992, llevó a cabo “Espacio Disponible”. La instalación estaba compuesta por tres carteles que anuncian “ESPACIO DISPONIBLE. APTO TODO DESTINO. LILIANA MARESCA. 23-5457. DEL 3-12 AL 24-12-92”. Con esta obra, Liliana dejó un espacio vacante ya sea para poner en juicio las reglas del mercado o porque comenzaba a tomar conciencia de su próxima desaparición. Al año siguiente, en esta misma línea, realizó una fotoperformance publicada en la revista El Libertino. Catorce fotografías secuenciadas tomadas por Alejandro Kuropatwa, que la mostraban con una remera a rayas, un short blanco y un oso de peluche junto a un texto: “MARESCA SE ENTREGA, TODO DESTINO, 304-5457”.
Maresca cuestionaba el poder y realizaba alusiones explicitas sobre la realidad sociopolítica argentina. La instalación “Imagen Pública – Altas Esferas”, fue una de sus últimas obras. Compuesta por gigantografías de imágenes seleccionadas por Maresca del archivo fotográfico de Página/12, reunió a Jorge Videla, Emilio Massera, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Domingo Cavallo, armando un collage escalofriante de la Argentina. La instalación se completaba con una intervención sonora de Daniel Curto, conformada por grabaciones de diversos discursos. Al finalizar la muestra, Maresca desmontó los paneles y los trasladó a la reserva ecológica de Costanera Sur, ubicándolos a orillas del Río de la Plata para realizar una fotoperformance.
Frenesí, la retrospectiva de los últimos 10 años de su obra, se presentó el 4 de noviembre de 1994. A pesar de estar cada vez más débil, Maresca siguió opinando de cada detalle de la organización de la muestra. Como no pudo asistir, sus amigos filmaron un video para que ella pueda verla, además de regalarle una performance desarrollada en esa presentación.
Tras la inauguración de “Frenesí”, el estado de salud de Maresca se agravó, y pocos días después, el 13 de noviembre, la artista falleció en Buenos Aires.
*Publicado el 28/01/2016 en https://www.marcha.org.ar/liliana-maresca-alquimia-para-el-deseo/
Por Roma Vaquero Diaz