Leo Vinci

«Creo que la escultura, como todo el arte, debe estar inmersa en el medio social en que se genera, no sólo para brindar al hombre un goce estético, sino para ayudarlo a crecer, interpretándolo, alertándolo, manteniéndolo despierto, abriéndole caminos.«

Leo Vinci

Leo Vinci –formado con maestros legendarios como Ernesto de la Cárcova, Troiano Troiani, Alberto Lagos, Alfredo Bigatti y José Fioravanti– pertenece a la generación que rompió con los moldes del academicismo para incursionar en una visión contemporánea de la escultura. A partir de esa premisa, en los años 50 conformó, junto a varios compañeros de estudio, el Grupo del Sur, un colectivo creativo en que Vinci empezó a definir un estilo influido por la abstracción pero con fuertes improntas antropomórficas y elaboraciones en las que lo humano se funde con elementos de la naturaleza.

Si bien cursó toda la carrera de Bellas Artes (once años de estudio en aquel entonces), Vinci asegura que su primer maestro fue su padre, hombre de gran sensibilidad, dramaturgo de profesión, de quien recibió todo el apoyo, convirtiéndose en el puntal en su carrera. En una fiesta escolar, la maestra encaró a su padre y le dijo que observara con atención los trabajos plásticos de Leo (8 años), pues lo veía con muchas aptitudes.

Así fue como para un día de Reyes recibió de regalo los materiales necesarios como para comenzar una nueva etapa en su vida que, con el correr del tiempo, se convertiría en su pasión. Al cumplir los 9 años tuvo su primer reconocimiento: las Damas Patricias Argentinas hicieron unas estampitas con un dibujo suyo.

Otras influencias muy marcadas fueron la de Adolfo de Ferrari, “maestro de café, de vida”, y Alfredo Bigatti –el “Gran Maestro”, según el artista–, con quien estudió durante tres años.

En los años 60 formó parte del Grupo Sur junto a Carlos Cañás, Aníbal Carreño, Mario Loza y Ezequiel Linares, entre otros.

Su  obra ha sido un constante ir y venir por materiales como la arcilla, la chapa, la madera y los metales, en formulaciones que van desde miniaturas hasta obras monumentales.

 “Nunca pretendí formar parte de ningún tipo de vanguardia –señala Vinci– sino simplemente alcanzar la posibilidad de hacer obras que pudieran ser leídas por el público y que estuvieran incorporadas geográfica e históricamente en el lugar donde se realizaban”.

Ese compromiso con su sociedad y su tiempo provocó que en 1976 fuera expulsado de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, un hecho que, fortuitamente, impulsó la creación de su taller de escultura, considerado hoy uno de los más importantes del país.