En el umbral de la abstracción, Grela pinta la naturaleza, pájaros, peces, plantas, rostros, flores, caracoles. La marea de colores arrastra su propia identidad. Lejos de utilizar colores saturados, se sirve preferentemente de los grises o los tierras, elaborados con escasos contrastes. Guillermo Fantino destaca el encuentro del artista con el automatismo y lo surreal. Aclara que hay figuras que “comenzaron a gravitar antes de que el artista direccionará sus investigaciones hacia el dadaísmo y el surrealismo. En diversas oportunidades Grela declaró que para la realización de los collages y de los relieves en maderas utilizaba un ‘automatismo mecánico’ de ascendencia Dadá”.

La pintura sigue el ritmo del pensamiento de Baudelaire: “Infinitas capas de ideas, imágenes y sentimientos cayeron sucesivamente sobre nuestro cerebro, tan dulcemente como la luz. Pareció que cada una sepultaba la anterior, pero, en realidad, ninguna había desaparecido”.

Por Ana Martínez Quijano