Duilio de Gennaro

Pablo Sobisch: La vigencia figurativa

 

Si bien es cierto que ningún artista se siente cómodo con los adjetivos e interpretaciones sobre su obra, la pintura de Duilio de Gennaro (Madrid, 1969) se podría ubicar dentro de un sugerente expresionismo, donde las emociones y pensamientos del artista lo adentran en un idealismo con una notable carga poética acerca del significado del mundo.

Duilio busca burlar las rutinas de la mirada, representar la experiencia vivida y así poner al espectador en condiciones de valorarla. Así la figura humana aparece en los límites de su disolución, justo antes de empezar a dejar de ser reconocible a través de la precisión del dibujo y un afinado concepto del color.

De entrada, Duilio de Gennaro divide su obra en dos partes que de inmediato se autodenominan lo público y lo privado. Esta separación de carácter existencial empieza a manifestarse en los retratos individuales, cuyas criaturas se muestran sorprendidas frente a la inesperada presencia del espectador y su tiempo, sus paraísos, sus infiernos, su tranquilidad, su anonimidad, en su existencia, que representan a todos en general y a nadie en particular. Algunos de sus personajes nos miran de reojo con expresiones de sospecha en su rostro, como preguntándose ¿quiénes son estos intrusos que alteran ésta privacidad?; ellos se muestran en toda su verdad sin ningún pudor, y cada personaje permanece dentro de los estrechos límites de su terreno que el color distingue de los otros, formado secuelas que constituyen pinturas dentro de la pintura y donde el artista se sirve de ellas para elaborar una composición de sentido figurativo, cuya paranoica fantasía evoca la sociedad moderna, donde como todos, los individuos han olvidado las ideas comunitarias y se ignoran entre ellos, aunque estén destinados a convivir y entenderse. Pero ese sentimiento que el artista tiene hacia sus personajes los reivindica frente a nuestros ojos como seres humanos, cuya conducta, al fin y al cabo, no difiere mucho de la nuestra.

Para alcanzar los objetivos, Duilio retoma la obra, primero de Picasso, y como un prestidigitador juega con ella buscando las esencias, poniendo patas arriba las estructuras para acceder a la intimidad y los misterios de la pincelada, el color, la geometría, el dibujo, hasta alcanzar el hueso y la médula de las esencias y ser capaz de poner una trampa para captar el hecho de su punto más vívido. Su sobrecogedor impacto radica en esa condición fragmentaria de la existencia, donde los planos se replantean en un desesperado intento por alcanzar lo nuevo sin renunciar a la dialéctica de la razón, y al sentimiento picassiano. Así, Picasso que jamás pintó un cuadro abstracto se convierte en su pariente más cercano y principal valedor de la familia figurativa a la que Duilio pertenece.

En un segundo acto aparece la figura del pintor inglés Francis Bacon, una de las voces más potentes y singulares del arte en la segunda mitad del siglo XX; y Bacon, que armonizó su propuesta luego de deslumbrarse con una exposición que el Gran Palais de París presentó de Picasso, es capaz de recoger su experiencia vital, y así Duilio encuentra en este irlandés universal su segundo pariente. Con él su pintura gana en expresividad y el color se libera aún más del dibujo y ese efecto catártico le suministra a Duilio más inmediatez en la experiencia con el objetivo de distorsionar aún más la estabilidad del punto de vista del espectador y colocando a la figura humana como lema fundamental, casi única y ritual.

Y el tercer acto es para Amadeo Modigliani, este italiano afincado en París que le dió a los años 30 un refinamiento y un lirismo que subyugaron al mundo que encontró en el dibujo otra forma de hacer poesía. Allí es donde otro italiano encuentra a su último pariente. Duilio, sin abandonar los rigores de su dibujo vigoroso, se adentra en el mundo del sosiego y encuentra en la lírica otra forma de expresarse, más intimista, más africana, más lenta, pero insisto, sin abandonar las constantes que hacen su propia personalidad. En Modigliani, Duilio encuentra otros tiempos y el compás expresivo se altera para la representación de figuras, mayormente femeninas, dotándolas de un misterio a la vez perverso y seductor. Julio Cortázar se preguntaba qué hacen los objetos cuando nadie los mira, y así se presentan estas mujeres que se ven sorprendidas por la presencia del espectador.

Todo es obra, labor esfuerzo del entendimiento y cuando Duilio se enfrenta al cubismo, lo hace de forma personal e intransferible, idealizando la lógica de las matemáticas y humanizando la geometría para ofrecernos de ellas una nueva verdad, una nueva actitud del hombre ante el objeto, donde el color precisa y revaloriza las formas, ya que la intención del hacer artístico de Duilio no es buscar en el color la expresiva verdad de su lenguaje, sino en el juego de las líneas, en la ordenación de las formas, entre lo constructivo del dibujo y la expresividad de la línea, eliminando lo anecdótico y potenciando las esencias en cada retrato, en cada composición.

Pintura de un soñador que fantasea, aprovecha los hallazgos del azar, rige el movimiento espontáneo de su espíritu con una lucidez mental que organiza el desorden y .armoniza los sentimientos.

El cubismo fue un movimiento de base, que partiendo de ciertas indicaciones de la obra de Cézanne, le instauró el reino absoluto y puro de la plástica, desechando cualquier concepto de anécdota, cualquier abandono sentimental a la expresión dramática o de cualquier otra clase. La pintura de Duilio que no cabe definirla dentro del cubismo puro, rescata de él algunos contenidos como el de los equilibrios móviles y las compensaciones de carácter geométrico, dando al hecho pictórico una irrenunciable vocación figurativa, donde todo el cuadro se hace lírico por el acuerdo entre sus elementos, su humanidad y lo poético sale de la pintura misma.

Así el pintor no parte (ya) de una realidad directa, de una realidad objetiva, parte de .una inspiración que busca su formación y su expresión pictórica. Pero la obra de Duilio, que es hija de la segunda mitad del siglo XX, se mueve con firmeza en medio de unas vanguardias que son un juguete roto, un territorio sin definir, sin límites y sin caminos, en medio de una crisis donde los artistas crean sin saber muy bien hacia dónde va su obra, a quién va dirigida, cómo se puede juzgar o cuáles son los códigos con los que manejarse en medio de un sutil “vale todo”. La segunda mitad del siglo XX sólo premia la novedad, la hace sustancial y exige a sus pintores una relación directa entre marca y producto despreciando los virtuosismos, el fondo de la forma, el color del dibujo, la perspectiva de la luz o la imagen testimonial y comprometida con su realidad. Las vanguardias exigen y reclaman novedad y reprimen la lenta evolución, el conocimiento y la objetividad, transformando el nombre del artista en un producto tan garantizado y garantizable como una marca comercial. Por ello es gratificante que la obra de Duilio se edifique sobre tres pilares donde la poética de la imagen se hace vital y transgresora, Modigliani, Bacon y Picasso, tres artistas que no militaron en tendencia alguna, tres francotiradores que defendieron su independencia creativa pese a la obcecada tendencia a la definición y la clasificación. Duilio, como ellos, ha seguido la evolución y la experimentación plástica, informal y comprometida, de los pintores que tienen la necesidad de volver a inventar o reinventarse de nuevo, en el contínuo río de la historia del arte, siguiendo las huellas hasta alcanzar el hecho evolutivo.

Es difícil reconstruir ahora una época que camina ciega hacia la autodestrucción, si no es replanteando las nociones indiscutibles que generaron los cuadros más bellos, más .espectaculares, que son ahora las joyas clásicas y modernas de la era contemporánea.

Atrapar el instante, rescatarlo y revalorizarlos, es escapar a la globalización intelectual, es la consagración de la utopía del sentido atemporal en la relación hombre-naturaleza, referencia viva y permanente de la modernidad donde la figuración es hasta ahora, una solución válida y vigente. Las imágenes figurativas de Duilio acometen la representación de testimonios del mundo actual y una iconografía testimonial del drama colectivo e individual como denuncia de la violencia y el dolor de todas las criaturas sufrientes en su propia intimidad, en soledad, alejados del espectador, del ruido, y buscando en paz los misterios de la realidad y el sueño.