Carmelo Niño
Nace el 30 de Agosto de 1951 en Maracaibo, Venezuela. Estudia en la Escuela de Artes Plásticas Neptalí Rincón en Maracaibo. Desde 1970 a nuestros días ha exhibido su pintura en gran cantidad de salones nacionales, exposiciones individuales, muestras colectivas, ferias internacionales de arte, tanto en su país como en el exterior: Colombia, Perú, Brasil, El Salvador, Uruguay, México, Estados Unidos, España, Francia, Monaco, Italia, Portugal, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, China y Japón. En 1986 asiste a la Bienal de Venecia y en diferentes oportunidades su obra ha participado en Subastas Sotheby’s, en Nueva York. Carmelo Niño ha obtenido importantes distinciones y nombramientos. Se encuentra representado en los más importantes museos nacionales, Ministerios y Embajadas, así como en colecciones privadas y públicas, en América del Sur, Centroamérica, América del Norte, Europa y Asia.
CRONOLOGÍA
Carmelo Niño nace un 30 de agosto de 1951 en la ciudad de Maracaibo, estado Zulia, Venezuela. Su infancia transcurre en un hogar de arte. Su padre, José Niño, músico, y la madre, Ana Teresa Romero de Niño, dueña de un circo que influencia la vida del niño por los extraños objetos que se guardaban en la casa. Desde temprana edad muestra una notable disposición por el dibujo. Cuando finaliza el bachillerato decide estudiar publicidad, pero por un juego del destino no consigue cupo y en 1966, a los quince años de edad, se inscribe en la Escuela de Artes Plásticas Neptalí Rincón de la capital zuliana. Allí descubre su vocación hacia el arte, una pasión que ha mantenido a lo largo de su trayectoria como artista. Egresa de la escuela tres años después e inmediatamente, en 1969, con una beca otorgada por su estado natal, viaja a España y entra a la prestigiosa Academia San Fernando de Madrid, donde permanece por corto tiempo. Vive en España un año, tiempo que aprovecha para reforzar sus estudios de pintura, tanto en la teoría como en la práctica, en los diversos talleres libres que frecuenta y en sus diarias visitas a museos a fin de penetrar los misterios de las grandes obras de los creadores que han hecho la historia del arte.
Su vida de pintor ha sido intensa, basada en la reflexión e investigación sobre el hecho creador y las posibilidades infinitas que le permite la exploración de recursos plástico-formales para lograr la realización de una obra que expresa en códigos de pintura fantástica y onírica.
1969
Es invitado al Salón D´Empaire de Maracaibo. La obra de Niño llama la atención. A partir de esta muestra colectiva inicia una amplia actividad expositiva teniendo el dibujo y la pintura como dos disciplinas para expresarse con libertad.
1970
Realiza su primera individual en el Centro de Bellas Artes de Maracaibo bajo la dirección del promotor cultural y artista Oscar D´Empaire. En este mismo centro participa en una colectiva con artistas zulianos.
Toma parte en otra colectiva en la Galería Logos de Maracaibo.
1971
En invitado al I Salón Nacional de Jóvenes Artistas, Maracay, estado Aragua, donde le otorgan el Premio Beca.
Exhibe buena parte de su primera obra en una colectiva organizada en la Caja Popular de Occidente en Maracaibo.
1972
Obtiene el Segundo Premio en el Salón Regional, Maracaibo.
Realiza una individual en la Galería Gaudí de Maracaibo.
1973
Su obra es aceptada en el XXXI Salón Arturo Michelena, Ateneo de Valencia, estado Carabobo.
1974
Es invitado a tomar parte en el proyecto Plan Cultural para Caracas, organizado por la Gobernación del Distrito Federal.
Muestra su obra en el I Salón de Joven Pintura Venezolana de la Galería Serra de Caracas.
1975
Este es el año de los premios. Le otorgan el Primer Premio en el IV Salón Nacional de Jóvenes Artistas que se realiza en Caracas; participa en el IV Salón Ernesto Avellán de Caracas y recibe el Premio Aurelio Rodríguez y el Primer Premio en el I Salón de Jóvenes Artistas Zulianos, Maracaibo.
Participa en la gran exposición Historia de la pintura en Venezuela, Casa de las Américas, La Habana, Cuba.
1976
Continúa sus exposiciones personales en la Galería Gaudí de Maracaibo.
Es invitado por José Gómez Sicre a mostrar su obra en la exhibición de pintura venezolana que organiza para el Museo Latinoamericano de la Unión Panamericana, hoy OEA, Washington, D.C., Estados Unidos.
1977
Presenta una exposición personal en la Galería Toulouse Lautrec de Maracaibo. En el texto del catálogo, Juan Calzadilla expresa: «De las tintas monocromas a las que servía de estructura del dibujo, Niño pasó a una realización desenvuelta en la que el color, de mayor riqueza en sus matizaciones, viene a ser el soporte mismo, la base de su mundo de formas (…) con sus obras extrañas que me parece no tienen parentesco alguno o vínculo de alguna clase con lo que, en términos de nueva figuración, se haya hecho o se esté haciendo en Venezuela. Si él ha encontrado un camino del cual su obra pueda convertirse en única y verdadera respuesta, nos parece que ha hecho ya lo imposible; y merece por lo tanto nuestro reconocimiento y el aplauso de la crítica».
Tiene lugar su primera individual en Caracas (septiembre-octubre) y es invitado a exponer en la Galería de Arte Nacional como joven talento. Tres importantes críticos de arte escriben en el catálogo: Juan Calzadilla, Roberto Montero Castro y Sergio Antillano. Para Juan Calzadilla, «Mucho le ha costado a Carmelo Niño evolucionar hacia la pintura porque ello quizás implicaba renunciar a una fuerte inclinación al signo (…) esta espera representó la ventaja de una lenta preparación a lo largo de la cual él fue afirmando, con pasos seguros, una personalidad dispuesta a buscar un estilo singular, que no se pareciera al de otros. Clima onírico, lleno de duendes familiares, persistencia de lo cotidiano bajo la forma de un realismo poético y a través de un lenguaje cáustico que, a la vez que se siente prolijo, es capaz de ser tan sintético como lo puede ser una caricatura. Tal es la seguridad a que ha llegado en sus nuevas obras. De las tintas monocromas, a las que servía de estructura el dibujo, Niño pasó a la realización desenvuelta en la que el color, de mayor riqueza en sus matizaciones, viene a ser el soporte mismo, la base de su mundo de formas».
Roberto Montero Castro toma un fragmento de una entrevista publicada en el diario El Universal de Caracas el 28 junio 1977 que titula «Los símbolos de mi pintura provienen de la vida cotidiana» y sobre el artista subraya: «Carmelo Niño busca una imagen realista de sus personajes, de las situaciones, de los planos espaciales. Pero crea una atmósfera en la que las relaciones entre los elementos carecen de racionalidad, lo cual genera una serie de tensiones, muy similares a las de la poesía, aunque los referentes son realistas». Sergio Antillano, por su parte, plantea: «Ahora Carmelo Niño viene experimentando con el color, utilizando acrílicos sobre tela. De la experiencia, su personalidad de joven artista en plena posesión de medios, emerge enriquecida. Respetando las cualidades intrínsecas del material, pronto le ha sacado partido, aprovechando la rapidez del secado. Su pintura sigue siendo planimétrica: con su destreza de dibujante dispone la composición en estructuras sólidas, donde el color y cualquier otro valor se subordina a las líneas firmes».
De esta exposición la Galería de Arte Nacional adquiere dos pinturas para su colección: el acrílico sobre tela La mesa está servida y el óleo sobre tela El pájaro azul (ambas de 1977).
En diciembre Sergio Antillano y Hugo Figueroa Brett publican el libro Artistas del Zulia, patrocinado por la empresa Corpozulia. De Carmelo Niño, Figueroa Brett expresa: «Se han dado muchos casos de brillantes pintores en Maracaibo. Carmelo Niño es el único cuya trayectoria no tiene zigzagueos, ni trancas, ni olvidos. Desde sus inicios ha ido dando pasos seguros hacia lo que actualmente forma un estilo de maestro (…) se formó en la plumilla y su dibujo excelente de pincel (…) la aguada le descubrió una técnica cónsona con su temperamento. Esto vino a ampliar el área técnica de Carmelo, quien hasta ahora no se había permitido el color en sus obras (…) se iniciaron entonces los tonos sepias bajo la delicada punta de un creyón marrón, luego vino el acrílico (…)». Se incluyen imágenes de cinco obras de Niño.
1978
Año de intensa actividad expositiva.
Junto a otros artistas venezolanos representa a Venezuela en dos importantes eventos internacionales: la Trienal Internacional del Dibujo, Wroclaw, Polonia, y el Salón de Otoño de París.
La Galería Estudio Actual de Caracas le invita a mostrar su pintura en las exposiciones Pequeña historia del dibujo en Venezuela y Diez artistas venezolanos. Además interviene en las colectivas: Arte iberoamericano de hoy, Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, Jóvenes artistas venezolanos, Galería de Arte Nacional de Caracas, Imágenes y mensajes de América Latina, París.
1979
Nuevamente expone en la Galería Toulouse Lautrec de Maracaibo. En el catálogo el crítico de arte zuliano Víctor Fuenmayor ofrece un texto con el título «La sombra nunca es negra o la pintura de Carmelo Niño», donde plantea que «La pintura de Niño se sitúa en ese deslizamiento perpetuo de lo visible agotándose hasta revelar lo invisible. En las primeras obras, las líneas, manchas y medias tintas permitían fijar el ojo en ciertas formas que se esfumaban, se volatilizaban (…) nada más alejado de un pintor de personajes que Niño, lo que le interesa de la soledad del personaje».
La Fundación para la Cultura y las Artes del Distrito Federal (Fundarte) organiza la muestra El nuevo dibujo en Venezuela, que se realiza en la sala de exposiciones del Banco Central de Venezuela. Este evento marca un hito fundamental en el desarrollo del dibujo en el país y Carmelo Niño es uno de los protagonistas de este momento en la historia del arte del país.
Es invitado especial en el Salón Ernesto Avellán de Caracas.
Participa en el XXXII Salón Arturo Michelena, Ateneo de Valencia, estado Carabobo.
1980
Realiza una exhibición personal en el Centro de Arte Euroamericano en Caracas. En un texto del catálogo que titula «Los espacios psicológicos de Carmelo Niño o el paisaje como utopía», Juan Calzadilla expresa: «(…) Niño parece obcecado por la idea de insertar un mundo fantástico dentro de módulos arquitectónicos que a fuerza de reiterarse y girar sobre los mismos elementos, se tornan asfixiantes, y cuyo interés parece concentrarse en el drama sugerido por la relación tensa entre esos personajes y la arquitectura».
Realiza una muestra individual en la Galería L´Indicatore de Roma.
1981
El Centro de Arte Euroamericano le organiza una individual. Para el catálogo desplegable Roberto Guevara titula su texto «Carmelo Niño: los testigos que volvieron» y sobre él dice: «El tiempo ha desarrollado esta obra de una manera que solo Niño podría hilvanar con alguna ordenación cronológica o temática. Solo percibimos nosotros la incesante descripción de un mundo cercano y tibio, llenos de presencias que se parecen al sobresalto. Su narrativa pictórica incorpora valiosas pesquisas dentro del mundo psicológico del artista. Es como asistir a sus pensamientos y ver aflorar subrepticiamente algunas revelaciones del subconsciente».
Otras muestras personales relevantes fueron las llevadas a cabo en el Centro de Bellas Artes de Maracaibo y el Centro Venezolano de Cultura en Bogotá, Colombia.
Es invitado por el curador Roberto Guevara para formar parte de la representación de Venezuela en la XXVI Bienal de São Paulo, Brasil. 14 por su cuenta y riesgo, fue una exposición que agrupó a importantes artistas; además de Carmelo estuvieron entre otros, Ángel Peña, Ender Cepeda, Wladimir Zabaleta, Margot Römer, Ana María Mazzei y Lilia Valbuena. En el catálogo, Guevara afirma que estos catorce artistas «(…) conducen la propia labor creativa por su cuenta y riesgo. No se sienten amparados por las afinidades que se forman dentro de las grandes tendencias aceptadas. No continúan la obra consagrada de las generaciones que los preceden. Ni se apoyan en alardes de ejecución o en trucos para una estética del gusto imperante (…). En Venezuela, tres pintores de Maracaibo, segunda ciudad del país, han sido de los primeros iconografistas de una nueva conciencia social de la realidad. Pintan su realidad ambiental en la cual están presentes los componentes auténticos sin excluir los fantasmas y las distorsiones de la presionante y cálida noche subjetiva. Ender Cepeda, Carmelo Niño y Ángel Peña narran lo familiar casi de manera deslumbrada, un hecho posible, cercano, regional, propio, que les permite también narrarse a sí mismos».
En el I Salón Nacional de Jóvenes Artistas, que se realiza en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, le otorgan el Primer Premio en Pintura.
1982
Expone nuevamente en el Centro de Arte Euroamericano de Caracas bajo el título Los espacios sublimados. En el largo texto del catálogo el crítico de arte Juan Calzadilla analiza la carrera de Niño como dibujante y pintor inscrito en las corrientes de la pintura fantástica: «(…) Niño se propuso llegar a conocer los misterios de la pintura a través de los misterios del dibujo (…). La invención mítica de Niño entraña una profunda nostalgia histórica que toma cuerpo, por vía surrealista, en la reelaboración de formas y procedimientos de los pintores antiguos, en particular de los flamencos, por quienes confiesa un gran interés (…) siguiendo un cuadro de Niño, la composición está sometida a las leyes de la arquitectura interior cuya presencia enmarca como un escenario a los personajes, descargando sobre éstos el peso de las relaciones espaciales, no solo para enfatizar la autonomía de esa arquitectura que gobierna a los seres, sino para integrar esas relaciones de espacio al juego de las tensiones psicológicas de un drama invisible».
Forma parte de la representación nacional para la XII Bienal de París junto a Pancho Quilici y las artistas conceptualista Yeni y Nan.
1983
Tiene lugar una nueva exposición personal en el Centro de Arte Euroamericano, Caracas. En el catálogo desplegable escriben cortas reseñas cuatro críticos: Roberto Guevara plantea que «Carmelo Niño se situó frente a sus poderosos y alucinantes personajes de la sombra»; Juan Calzadilla expone que «La arquitectura interior en un cuadro de Niño, con sus soluciones caprichosas voluntariamente ingenuas, es la metáfora de los espacios murados en que, para defenderse del calor y la luz, el hombre marabino, ayer y hoy, ha encerrado su vida íntima»; para Rafael Pineda, «Extrañamente, en la pintura de Carmelo Niño, la realidad toma el lugar de los fantasmas, trastocando el orden que fue establecido por los filósofos griegos, y especialmente por Platón»; y Bélgica Rodríguez afirma que «(…) en el caso de Niño (los objetos) establecen una estructura de relaciones con los otros elementos figurativos de la obra, dando como resultado un complicado repertorio simbólico de formas».
Varias son las exposiciones colectivas en las que toma parte: II Bienal Nacional de Artes Visuales, Museo de Arte contemporáneo de Caracas; Salón Arturo Michelena, Ateneo de Valencia, estado Carabobo; Nuevos retratos de Bolívar, Sala de Exposiciones de la Gobernación del Distrito Federal; El retrato en la pintura, es la muestra que inaugura el Museo de Arte La Rinconada, Caracas.
El Centro de Arte Euroamericano de Caracas organiza dos colectivas e invita a Carmelo Niño a participar en ellas: Bolívar «Novísima iconografía» y Artistas exclusivos de la galería.
1984
El Museo de Arte Contemporáneo de Caracas incluye una obra suya en la exposición Cien obras de la colección y también presenta Tres artistas para una bienal con los jóvenes de Maracaibo que irán a la Bienal de Venecia en la edición de 1986: Carmelo Niño, Ángel Peña y Henry Bermúdez.
1985
En invitado a la muestra América y lo real maravilloso en el Museo Alejandro Otero, La Rinconada, Caracas.
Nuevamente expone en el Centro de Arte Euroamericano.
1986
Junto a sus compañeros zulianos de su generación, Ángel Peña, y Henry Bermúdez, representa a Venezuela en la XLII Bienal de Venecia. El curador fue el arquitecto y artista plástico Domingo Álvarez, y en el texto del catálogo Roberto Guevara, apunta: «(…) Carmelo Niño nos invita a recorrer los pasajes secretos de una arquitectura fabulatoria, construida sobre transparencias de tiempos, memorias e imágenes ambivalentes. Es una escogencia decidida para vivir en la zona donde los contornos de la realidad nunca serán suficientemente precisos, donde una onda de mutación altera en cualquier momento los datos familiares en presencias sobrecogedoras. Entrar a un cuadro de Carmelo Niño es comenzar a convivir con el artista en un núcleo de vivencias que despierta de continuo prolongaciones, remisiones, dualidades, en las cuales nos vemos envueltos (…). Si tuviéramos que expresar una forma particular del conocimiento en la obra de Carmelo Niño, diríamos que es la ambivalencia. El universo entero y todas sus partes, las íntimas y personales tanto como las generales y comunes, funciona como una entidad de múltiples enfoques y acercamientos, a la cual se puede llegar por vías directas o por los más inesperados senderos. La obra de Carmelo Niño crea como condición primaria, la vinculación indisoluble del hombre con el asombro que es para siempre la existencia o su conocimiento, cualquiera que sea el punto de partida».
1987
En abril lleva a cabo de nuevo una exposición en el Centro de Arte Euroamericano. En el catálogo titulado El sonido y la furia publicado con motivo de la muestra, Roberto Guevara expresa que «Para Carmelo Niño los itinerarios de la existencia comprenden vestigios, pasados, apetencias, sueños y señales, movidos todos por el flujo secreto de la imaginación, capaz de traer recuerdos hasta de lo que no hemos vivido, pero sí vislumbrado intensamente (…). Después de la presentación en la Bienal de Venecia, sus telas de dos años anuncian algunos cambios formales, y la misma cosecha de delirios de apariencia familiar. Las figuras se acercan a los primeros planos, la naturaleza se hace mayormente presente (incluso llega a sustituir los escenarios interiores), el ordenamiento cromático busca tonos muy próximos en nuevas gamas y la materia insiste aquí y allá con brotes repentinos, novedosos».
En el mismo Centro de Arte Euroamericano participa en las exposiciones colectivas Gran Premio Christian Dior de Artes Visuales y Formas para un diálogo.
1988
Representa a Venezuela en la VI Bienal de México.
Junto a Ángel Peña y Henry Bermúdez interviene en la Muestra itinerante de las obras expuestas en la Bienal de Venecia de 1986, que se realiza en la Sala de Exposición del Instituto de Cooperación Iberoamericana, Madrid, el Centro de Artes de Venezuela, Naciones Unidas, Nueva York, el Museo de Bellas Artes de Caracas y la Secretaría de Cultura del estado Zulia.
Cincuenta años del Museo de Bellas Artes es la gran exposición organizada para conmemorar el aniversario de este museo de Caracas. La muestra incluye una obra de Carmelo Niño.
Expone en una muestra colectiva de la Galería Municipal de Maracay, Venezuela.
Una pintura suya es subastada en Christie´s, Nueva York.
1989
Presenta una muestra personal en la Galería El Taller en Lima, Perú
Participa en Venezuelart´89, organizada por la Galería Venzor de Chicago, Estados Unidos.
1990
Lleva a cabo dos desatacadas exposiciones individuales: una en el Museo de Arte Contemporáneo Francisco Narváez de Porlamar, Isla de Margarita, estado Nueva Esparta, y otra en el Museo de Arte de Barquisimeto, estado Lara.
Es mencionado por Roberto Guevara en el catálogo de la exposición Figuración fabulación. 75 años de pintura en América Latina 1914-1989, Museo de Bellas Artes de Caracas, en conmemoración de los setenta y cinco años de Seguros La Previsora. La publicación incluye una obra suya.
1991
Participa en 44 x 44 por 44, Centro de Arte Euroamericano, y Mares, Ateneo de Caracas.
Fuera del país su obra se muestra en Tokyo Art Expo 91, Japón, y en la itinerante Artistas venezolanos de la Región del Lago de Maracaibo presentada en Francia, Italia, Portugal, Checoeslovaquia, Polonia, Hungría, Mónaco, Estados Unidos y Venezuela, y en la feria Art Miami 91, Miami Beach Convention Center, Florida, Estados Unidos, a la que Niño asiste por varios años. En 1992, 1993, 1995, 1997, 1998, 1999, lo representa la Ambrosino Gallery, y a partir de 2000 hasta hoy ha mostrado su obra la Galería de Arte Ascaso.
1992
La Ambrosino Gallery de Miami le invita a realizar una exposición individual y a participar en la colectiva 30 x 30 by 30.
Es invitado con una obra a la Chicago International Art Exposition en el Donelly Hall de Chicago, Estados Unidos.
Participa en la feria Art Asia, Hong Kong Convention Center, Hong Kong.
Una pintura suya es subastada en Sotheby´s, Nueva York, Estados Unidos.
1993
El Museo de Arte Contemporáneo de Maracay Mario Abreu de Maracay exhibe su trabajo en la exposición Los animales en el arte contemporáneo venezolano.
A partir de este año la pintura de Niño es exhibida en la Feria Iberoamericana de Arte, FIA, Caracas, a la que concurre en los años 1995, 1997, 1998 y 1999 con el Centro de Arte Euroamericano, y con la Galería de Arte Ascaso desde el año dos mil hasta su cierre.
1994
Enrique Viloria Vera publica el libro Niño (selección de textos 1988-1994), Ediciones Pabilo, Caracas, con prólogo de Joaquín Marta-Sosa, donde el autor analiza la trayectoria artística de Niño.
De espejos y espejismos es el título de la colectiva organizada por Espacios Unión, Caracas, a la que Carmelo Niño envía una selección de sus pinturas.
1995 y 1996
Son años que dedica al análisis y la reflexión de su obra. Viaja dentro y fuera del país.
1997
Una pintura suya es subastada en Christie´s, Nueva York, Estados Unidos.
1998
Es invitado a una exhibición colectiva organizada en la Galería Freites, Caracas.
1999
Nuevamente expone su trabajo en la colectiva 1999 en la Galería Freites de Caracas.
La Galería de Arte Ascaso de Valencia, estado Carabobo, organiza Encuentro contemporáneo y Carmelo Niño es invitado a exhibir varias de sus pinturas junto a Luis Guevara Moreno, Ramón Vásquez Brito, Oswaldo Vigas, Francisco Narváez y Braulio Salazar, entre otros.
2000
Entre junio y julio la Galería de Arte Ascaso, sede Valencia, organiza Atmósferas. Expone veintisiete pinturas realizadas entre 1997 y 2000. El historiador y periodista Simón Alberto Consalvi, en el texto del catálogo que titula Carmelo Niño, la ironía y la fiesta, plantea que «A través del tiempo, Carmelo Niño ha tenido una característica esencial entre quienes asumen la tarea de pintar: la fidelidad a sí mismo, vale decir, a lo que piensa que es el arte, y cuál es el papel, en última instancia, del artista en la sociedad. Tiene además otra vertiente: Carmelo no hace concesiones, está seguro de lo que hace, y contra viento y marea, avanza día tras día, con rigor religioso. Tiene un estilo personal, eminente y exclusivamente suyo: el estilo lo define, y sin duda, lo consagra como uno de nuestros mejores pintores». Se incluye una entrevista con el artista realizada por la periodista cultural Lenelina Delgado.
Tiene lugar una individual en la Galería Art Nouveau de Maracaibo.
Toma parte en Nueva imagen de Miranda, Palacio de las Academias, Caracas.
2002
En la Galería Espacio de San Salvador, El Salvador, interviene en la colectiva Artistas latinoamericanos, que incluye obras de prestigiosos pintores, entre ellos Fernando de Szyszlo, Armando Morales y José Luis Cuevas.
Es incluido en Nueva colección, pinturas y dibujos del Museo Ralli de Marbella, España.
Participa en la feria ArtAmericas, Coconut Grove Convention Center, Miami, Florida, Estados Unidos, a la que también acudirá en la edición 2003.
2003
La Galería de Arte Ascaso de Caracas presenta Sueños profanos durante los meses de mayo a julio. Para el catálogo, el crítico de arte y filósofo Carlos Silva prepara el texto Alegorías: «(…) Niño puebla sus cuadros con los más heterogéneos e insólitos íconos, dignos de una enumeración borgiana: damas hieráticas con atuendo de otras épocas, a veces levitando como otras criaturas; hombres encerrados en el silencio y somnolientos; niños que nunca nacieron; casi siempre jugando con armaduras, pelotas, a menudo con caballos rodantes; monos donde no deberían estar, impertinentes; perros a veces vestidos sin necesidad; bombillas encendidas a toda hora; casas de muñecas abandonadas; armarios con gavetas que bostezan, pues les ha sido vaciado todo el contenido; espejos donde se reflejan arlequines que actúan como poseídos; entes híbridos como pequeños diablos o elfos; paraguas arbitrariamente abiertos; árboles que no son árboles; sombreros renacentistas o no pertenecientes a ningún período histórico; conos pintados, cubos abiertos; lagartos y conejos completamente domesticados o cual epítome de mansedumbre; máscaras que a nadie ocultan; cuadros dentro del cuadro; cojines, frutas y flores de utilería; esfinges diminutas y con vida; dragones vulnerados por un San Jorge familiar; presencias fantasmáticas; paisajes que parecen jardines alucinantes muy atendidos con el emblema de hortos conclusus, y jaulas de metal pintado y auras que aprisionan personas». Expone telas de grandes formatos y bodegones en papel.
El suplemento dominical del diario Notitarde del domingo 18 de mayo publica un extenso artículo sobre la exposición Sueños profanos: «Ahora, los paisajes de Carmelo Niño parecen estar hechos de pura luz, aunque siguen habitados por esos personajes extraños que parecen vivir la obsesión de practicar juegos infinitos en esas estancias que nos resultan familiares y en donde lo cotidiano se convierte en un encuentro mágico: unos no existen sin los otros».
En su edición de diciembre, la revista Vanidades le dedica un reportaje sobre su vida y obra incluyendo tres ilustraciones a color. En el reportaje se lee: «El maestro venezolano ha saludado al siglo XXI con cuatro grandes exposiciones consecutivas en Valencia-Caracas y Miami Beach».
2004
Exhibe doce importantes pinturas en Allégories, Espace MeyerZafra, París. El catálogo es un extracto del texto de Carlos Silva «Carmelo Niño, Alegorías», correspondiente a la exposición Sueños profanos del año anterior.
Su pintura es incluida en la muestra Imagen y figuración, Galería de Arte Ascaso de Caracas, con curaduría y textos de Bélgica Rodríguez. Entre los artistas invitados están Carmelo Niño, Cornelis Zitman, Oswaldo Vigas, Alirio Rodríguez, Alirio Palacios, Felipe Herrera y James Mathison. En el catálogo la curadora define que «Desde sus inicios la obra de Carmelo Niño transita por una figuración fantástica, definida por ciertos visos surrealistas y una temática extraída de situaciones humanas. Personajes que habitan contextos oníricos, animales, sombrillas, sillones y demás imágenes, forman una iconografía particular de lo cotidiano. La lógica de esta pintura es la realidad ilógica de una situación. Hacia los últimos años pasa de la delicadeza pictórica a liberar el color y el dibujo riguroso, e incluso a explorar nuevos materiales, como telas arrugadas, para estructurar relieves que convierten la superficie pictórica en un espacio animado visualmente».
Por primera vez su obra está en la Feria Internacional de Arte y Antigüedades de Maracaibo (FIAAM), Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez, participación que repite en las ediciones de 2005 y 2006.
Su biografía se incorpora al Diccionario biográfico de las artes visuales en Venezuela, editado por la Galería de Arte Nacional, Caracas.
2005
Es invitado a la XI Exposición Nacional y VII Internacional de Pintura, Escultura y Cerámica realizada en el Centro de Arte San Francisco, Caracas. Dona una obra para los fines benéficos de Anapace, institución organizadora de la muestra.
Metáforas entre luz y color es el título de la colectiva que se lleva a cabo en la Galería de Arte Ascaso de Caracas con curaduría y texto de Bélgica Rodríguez. Entre los artistas invitados, aparte de Carmelo Niño, están Jesús Soto, Braulio Salazar, Oswaldo Vigas, Ramón Vásquez Brito, Luisa Richter, Alirio Palacios, Jorge Pizzani, Ismael Mundaray, Pancho Quilichi y Feliciano Carvallo. En el catálogo la investigadora opina que «Siendo artista de la figura por excelencia, Niño siempre ha ubicado sus formas en un paisaje determinado y predeterminado. No podría considerarse entonces casual que actualmente dedique tiempo a una serie de paisajes profundamente atmosféricos que asumen el rol protagónico, quedando la figura en un segundo plano. Las características plásticas y de significado son similares. Una carga onírica, de ensueño y magia se sustentan en condiciones atmosféricas densas y complejas producidas por las texturas matéricas que le sirven de soporte. Tampoco en el paisaje abandona el artista su interés por un realismo fantástico».
2006
Participa en la subasta Auction 06 organizada por el Museum of Contemporary Latin American Art (MOLAA), California, Estados Unidos.
2009
Expone un conjunto de diecinueve pinturas realizadas durante los años dos mil en la Durban Segnini Gallery de Miami bajo el título Carmelo Niño. Imaginación y magia. En el texto del catálogo, para el crítico de arte Carlos M. Luis, «La materia plástica con que este pintor va construyendo su mundo, nos señala que su preocupación se encuentra centrada no tanto en explotar la oposición entre una realidad con la otra, sino en lograr que cohabiten armónicamente. Esto me conduce a pensar que su estilo obedece a lo que algunos tratadistas medioevales llaman “la congruencia”, es decir, la adecuación necesaria para que el orden establecido garantice una especie de estabilidad cósmica (…) en sus grupos aparecen figuras expectantes, como pidiendo el arribo de algún daimon que les comunique vida. Mientras el pintor va labrando en torno a sus cuadros, las apariencias de una realidad que se rebela contra su propia lógica».
2010
Expone una serie de pinturas realizadas entre 2000 y 2010. Carmelo Niño. Susurros del daimon es el título de la exposición; el texto del catálogo es el mismo publicado para la exposición de la Durban Segnini Gallery, donde Carlos M. Luis deduce que «Si fuésemos a hacer un resumen de lo que la pintura de Carmelo Niño representa, podríamos comenzar afirmando que su lenguaje aparece situado como un gran freso dentro del panorama del arte contemporáneo. No utilizo el término “fresco” en su sentido metafórico, sino aludiendo más bien a la tradición a que este pintor pertenece (…). Su cercanía (pero no así su adhesión) al Surrealismo, ha contribuido sin duda a situarlo dentro de ese lenguaje. Básicamente lo que el Surrealismo le comunica es la magia implícita en la poesía, en la cual los seguidores de ese movimiento siempre han creído. Carmelo Niño es uno de esos creyentes. Basta con observar sus cuadros para que una atmósfera onírica nos indique que el pintor sueña en gran medida a través de sus colores y pinceles. Que siguiendo los dictados sugeridos por sus sueños, acuda a un rigor técnico, nos indica además que su obra no se produce al desgaire, sino bajo un control que conscientemente escoge sus medios expresivos».
2011
Sueños y desvelos agrupa un conjunto de veintiocho obras de diferentes fechas que con el auspicio de la Galería de Arte Ascaso de Caracas expone en el Museo de la Cultura de Valencia. En el catálogo Bélgica Rodríguez afirma que las pinturas de este artista están «(…) realizadas al abrigo del silencio de un taller donde, sin dejar de ser el espacio del hombre, los fantasmas del pasado le piden traerlos al presente. Logra el artista la perfección soñada, siempre renovada a partir de propuestas plásticas, de sus atmósferas sublimes y reiterativas en sus personajes solitarios y hieráticos que no aceptan el olvido. El tiempo se detiene en la magia de lo fantástico, en la energía de los lugares de la memoria y en ciertas imágenes arquetípicas de la historia del arte».
2013
Figuración y ensueño. Pinturas de Carmelo Niño, Galería de Arte Ascaso de Caracas, recoge piezas realizadas entre 2002 y 2013 bajo la curaduría de Bélgica Rodríguez. En el texto del catálogo escrito en 2012, la curadora afirmará que «En apariencia la pintura de Carmelo Niño es fácil de ser apreciada por el espectador. Todo en ella está “reseñado” con minuciosa representación figurativa. Sin embargo, su visible naturalismo va más allá de lo representativo para sustentarse sobre la fuerza de lo fantástico, sobre fuerzas metafísicas de tensa naturalidad donde la “verdad” de los personajes está velada por una irrealidad que es su “verdadera” realidad. Aquí el tiempo y el espacio están suspendidos en la relatividad de presencias que parecen no existir en el mundo real. Todos los elementos presentes en la pintura de Carmelo Niño existen solo en su imaginación. Ordenados siguiendo rigurosas reglas de composición formalista, las convierte en imágenes plásticas, pero ubicadas fuera de la cotidianidad del hombre».
2014
Una mini antológica con pinturas emblemáticas realizadas en los años 1997, 1998, 2002, 2006, 2008, 2010 y 2013, se presenta en la Galería de Arte Ascaso de Caracas bajo la curaduría de Bélgica Rodríguez, quien en el catálogo propone: «De acuerdo a la lógica de los valores estéticos de la pintura en esencia figurativa de Carmelo Niño, la negación de la realidad real es una “verdad” confesa en las declaraciones del artista cuando asegura que “sus árboles no son árboles”, que “sus figuras no son figuras”, que él se ocupa de un “mundo que no existe”. El análisis se centra entonces en las presencias imaginativas que pueblan un universo de sueños, un mundo exótico de metáforas y símiles que parecen “algo” sin ser ese “algo”. Luego de esta declaración de principios, figuras, animales y frutos deben considerarse íconos emblemáticos del contexto que rodea a un hombre inmerso en conceptos de un humanismo fantástico y en representaciones de ideas que superponen una realidad sobre otra».
Es el artista homenajeado en la Feria Internacional de Arte y Antigüedades de Maracaibo (FIAAM), que todos los años se realiza en el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez. A propósito de este homenaje, este centro le organiza una exposición individual que agrupó alrededor de cuarenta obras de diferentes fechas. Se exhiben otras pinturas en el espacio que la Galería de Arte Ascaso tiene en esa feria.
A partir de 2014, Carmelo Niño ha dedicado su tiempo a la escultura y a la realización de un conjunto de piezas de gran tamaño que serán expuestas en la Galería de Arte Ascaso, sedes de Caracas y Miami, a propósito de la presentación de este libro.
La obra de Carmelo Niño está representada en: Galería de Arte Nacional / Museo de Arte Contemporáneo / Palacio de Miraflores / Ministerio de Relaciones Exteriores; Fundación Noa Noa (Caracas), así como diferentes colecciones del exterior: Museo Ralli, Punta el Este, Uruguay / Museo de Arte de Las Américas, OEA, Washington, D.C., Estados Unidos; Casa de las Américas, La Habana, Cuba / Palacio de Gobierno de Bogotá, Colombia / Palacio de Gobierno de Santo Domingo, República Dominicana, además de las embajadas de Venezuela en Brasil, Estados Unidos, Francia, México, y en colecciones públicas y privadas de Venezuela, América del Sur, Centroamérica, Europa y Asia.
Pasión por la pintura
Carmelo Niño con voz suave y ademanes pausados muestra en cada palabra, en cada gesto, en cada paso, la pasión por el arte del dibujo y la pintura que lo sostiene desde niño. Para él, lo absolutamente necesario es pintar, dibujar, estar rodeado de pinceles, de óleos y acrílicos, de libros sobre arte, de obras en proceso, de otras ya terminadas y de aquellas que fijas sobre el muro o sobre el caballete se impregnan de la energía creadora del artista a tiempo completo. Largas horas en el taller le conducen a conocer lo que la pintura es capaz de provocar en su espíritu. Muchas historias comparten su vida y su obra. Son secretos que guarda en compartimentos de la memoria, del recuerdo y también de la nostalgia. Secretos que revela en los extraños e imprescindibles temas que pueblan su obra. Sueños, pertenencias, desarraigo, encuentros y despedidas, invaden el espíritu de sus personajes. Carmelo Niño no está solo, vive en un paisaje neblinoso que cada día retoca con sus pinceles y brochas, para llegar a los colores de la felicidad.
Ser pintor figurativo lo llena de satisfacción. Se considera un artista “(…) sin rollos intelectuales. Como un hombre que a lo largo de su vida ha sido fiel a sí mismo. Han pasado muchas modas, muchos lenguajes y nunca me he planteado otra cosa que hacer mi trabajo de acuerdo a mis propias exigencias, a mis creencias. Carmelo Niño es un señor que se encierra a pintar día a día y es feliz con lo que hace. Yo amo la pintura y me siento afortunado de poder expresarme con mis manos. Yo no sé que podría ser si no fuese pintor. Siento que el arte es mágico” (Lenelina Delgado, 2000). Desde muy temprana edad emprende camino en el arte siguiendo ecos profundos de una vocación y un talento que le empujan a tomar el carboncillo, el lápiz y el papel como primeras herramientas auténticas y firmes para convertirse en dueño y señor de su propio destino. Tiene diecisiete años cuando realiza el óleo sobre tela Bodegón con Flores (1968). De aquí en adelante su único oficio será pintar. Como ruta necesaria, la búsqueda de la emoción plena en la pintura y sus secretos, el estudio de la historia universal del arte, la abierta y contumaz avidez por cargarse de información y conocimiento, así como un contexto existencial particularmente espléndido, le proveen las necesarias herramientas intelectuales y prácticas para llevar adelante un proyecto de vida y arte. A partir de imágenes que observa en libros y el encuentro físico y emocional con obras emblemáticas universales vistas en museos de Europa y Norte America, relaciona sus intereses con el estudio y la reflexión sobre los grandes acontecimientos artísticos dentro y fuera de Venezuela. Ubica su poética visual en la estética de importantes artistas de Venezuela, del Renacimiento y de la Escuela Flamenca, y, al igual que muchos jóvenes de su época, emerge en un escenario donde debía desafiar ciertas tendencias alejadas de la figuración.
En Carmelo Niño una imaginación fecunda se nutre del vuelo entre el espíritu, la realidad, el sueño, el subconsciente y el hecho creador como certeza de quien desea ser un buen pintor. Por ello demanda de su esfuerzo, dedicación y terquedad para convertir la pintura en religiosidad de su propio universo. Con radiante alegría, con energía planetaria capaz de mostrarle las regiones más sublimes de lo apolíneo y lo dionisíaco, se aleja de la seducción de la abstracción geométrica a fin de contrarrestar aquellas fuerzas ajenas a su sensibilidad y poética visual. Cada pintura suya constituye un epítome extraordinario de la importancia de todo su trabajo plástico. Al no interesarle los códigos representacionales per sé, se aleja de las convenciones propias de la figuración académica para crear un lenguaje pictórico especulativo y seductor, un alfabeto válido en los códigos más contemporáneos del arte. Se centra en las variantes que puede tener un mismo tema al alejarse de la cualidad ilustrativa que normalmente conlleva la figuración. Por ello recrea montajes escenográficos con personajes inventados y contra-figuras dispuestas sobre el soporte según un determinado orden compositivo. Asume una gran libertad expresiva para ubicarlos de frente al espectador encerrados en una soledad que es la de todos: cada uno con una vida propia dentro de la del otro.
El hombre en su sentido más universal es el interés temático de Carmelo Niño: por eso es figurativo. Profundamente figurativo representa a sus personajes -seres humanos, objetos, animales, paisajes- cargados de susurros de almas, de sonajas de duendes, morando un mundo alucinado, onírico, con sus soledades inconclusas, marcados por las vivencias de quien los ha creado: “Quizás todas mis vivencias me han marcado tanto que no me ha dado tiempo a explorar otra realidad. El arte es una obsesión. Esos cuadros que pinto, esos elementos que invento y se repiten porque tienen que repetirse, constituyen mi obsesión” (Lenelina Delgado, 2000). Obsesión que tiene su primer origen en recuerdos de infancia, por ejemplo una habitación en casa de sus padres que permanecía siempre cerrada, para él aquí se almacenaban extraños objetos que quedaron del circo de su mamá, Ana Teresa Romero de Niño: “mamá es clave en esto de los objetos que llenan mi pintura. Parte de mi temática ha girado en torno a un proyecto que ella lideró. Siendo joven tenía una compañía de circo y esa habitación siempre cerrada yo la abría, veía objetos, baúles decorados, mesas que no eran mesas, ropas curiosas, pelotas, bicicletas de formas extrañas, era un mundo mágico que me interesaba, por eso te hablo de mi madre, de la influencia de su mundo en mi trabajo. Para mí, lo que rodeaba esos objetos era una profunda fantasía, la magia, después, cuando comienzo a pintar los represento con facilidad”*. Se trata entonces de un discurso visual continuo, de la necesidad de optar por una narrativa tectónica conducente a la relación trans-personal que puede operarse entre el artista y unos personajes que al final son seres que habitan un universo imaginario. Niño insiste en su interés por el ser humano, pero al estructurarlo y conceptualizarlo lejos de su normalidad física, lo reformula en imágenes que no son reales: es su particular concepción humanista de un mundo que existe solo en su pintura.
La figuración en Venezuela
Carmelo Niño es parte de un importante grupo de jóvenes artistas protagonistas de la historia más contemporánea de la pintura en Venezuela. Una pasión y un destino se funden en él y sus contemporáneos para rechazar los convencionalismo de lo figurativo, y proponer sin maquillajes extra pictóricos otros códigos formales, ya que lo que importa es la pintura-pintura. Con energía este grupo asume la defensa de una disciplina histórica en el mundo occidental, y que en la Venezuela de los años sesenta, se había dirigido hacia un expresionismo “desfigurado”.
Niño defiende su propia integridad de artista figurativo frente a otras tendencias vigentes en la escena del arte del país. Con mecanismos creativos guiados por la razón y la emoción, observa una realidad que luego su sensibilidad e imaginación trastoca para hacer que la imagen se haga surreal. Las herramientas formales y temáticas que desarrolla se vinculan a su vida personal. Necesita comunicar sus vivencias de acuerdo a una estética figurativa propia sin estridencia ni elementos arbitrarios. El no comprometerse con una definida tendencia estilística, le permite elaborar vigorosas e inéditas imágenes representacionales.
El arte en Venezuela hasta los años cincuenta fue fundamentalmente figurativo. La abstracción geométrica se desarrolla desde esos años, y en los sesenta una diatriba competitiva de sobrevivencia se establece entre las dos tendencias, situación no planteada en el interior del país, en esencia se trataba de un fenómeno capitalino. Al lado de la abstracción geométrica, en gran medida apoyada por un auge económico traducido en el desarrollo de una arquitectura ligada al modernismo europeo y a la construcción de la Ciudad Universitaria de Caracas bajo la tesis de integración de las artes, la figuración se sostiene por una tradición que marca las primeras décadas del siglo XX, ejemplificada en corrientes estilísticas que tendrán la figura esencialmente humana, como forma expresiva, por ejemplo en el realismo social de Gabriel Bracho, César Rengifo y Pedro León Castro, o los artistas que asimilan el surrealismo como expresión temática: Héctor Poleo, Mauro Mejía, Francisco Bellorín, y la nueva figuración que irrumpe en los años sesenta con Jacobo Borge, Régulo Pérez, Luis Domínguez Salazar, Luis Guevara Moreno, Gerardo Aguilera Silva, y también el informalismo de Luisa Richter, Maruja Rolando, Humberto Jaime Sánchez.
En los años sesenta Carmelo Niño está dedicado a sus estudios en la escuela de artes plásticas, busca una formación académica sólida. Vive en Maracaibo, y al igual que sus compañeros, se sitúa lejos de las circunstancias artísticas de Caracas donde los artistas de la figuración, con todas sus variantes estilísticas, en su mayoría buscaban la de-construcción expresionista de la imagen. El grupo de jóvenes marabinos que en el momento se destaca, enfatiza la importancia de lo representacional no en códigos convencionales, pero sí de acuerdo a una iconografía que los ubica como los “figurativos” a partir de los años setenta. Al grupo se le define como la Escuela de Maracaibo, aún cuando cada uno de ellos se diferencian en estilo e imaginación. Sencillamente son figurativos con rasgos identificables de una realidad visible aunque no “verista”, dentro de un sistema de valores formales y una narrativa plástica donde importa la forma reconocible.
Una trayectoria sin preámbulos
Carmelo Niño ha llevado el proceso creador de su pintura sin apuros ni estridencias, sin guerras interiores. Alerta a su conciencia creadora, en silencios prolongados avanza sin perder los senderos de su futuro: “Yo abordé el trabajo de una manera gradual. La obra va cumpliendo sus ciclos, paso a paso. Todo ha sucedido a pasos lentos. Dentro de este desarrollo llego a considerar el dibujo como una etapa: Me preocupaba el hecho de poder acoplar mi dibujo a la pintura y llegar a manejar un solo código. El dibujo se fue subordinando poco a poco y apareciendo las masas. Fue perdiéndose, sustituido por el color” (Juan Calzadilla, Los espacios sublimados, 198-5 u 80?). El resultado de esta sustitución Calzadilla la define como la Serie Negra que comienza exponer a mediados de los años ochenta cuando se residencia en Caracas; son pinturas que evidencian la destreza dibujística del artista, sin mostrar aún interés por el color. Con una paleta cromáticamente oscura logra que en su obra domine un intenso claroscuro, de allí que se considere cercanas al español Francisco Goya. Esta etapa es la del misterio profundo, de los llamados fantasmas de Carmelo Niño: “pero yo no los concebí ni pinté como fantasmas, eran mis personajes”*. Comenzar a utilizar pintura acrílica mezclada con los materiales disponibles para el dibujo -carboncillo, tinta china, lápiz-, fue una operación compleja. Sin dejar de ser extraordinario dibujante, el paso a la pintura se concreta en la obra que realiza entre 1971 y 1981, donde las atmósferas intrigantes e intimistas interactúan con los espacios arquitectónicos característicos de esta época.
La trayectoria de Carmelo Niño ha estado marcada por etapas creativas que comienzan a principio de los años sesenta. A los quince años entra en contacto con Francisco Hung, prestigioso pintor de Maracaibo que será una presencia importante en este período formativo: “crezco bajo su mirada, éramos vecinos, él me asesoraba, pero nunca caí bajo su influencia. En estos primeros años comencé pintando abstracto, pero más dentro de un expresionismo que me acercaba a la pintura del colombiano Alejandro Obregón porque siempre aparecía una forma figurativa. Esta etapa fue muy corta, fueron ensayos pictóricos. De aquí paso directamente a mi etapa dibujística con cierta influencia de Goya”*. Esta etapa corresponde a los finales de los años sesenta, caracterizado por grandes aguadas aplicadas sobre la tela con brochas cargadas de tinta china. Se inspira en ilustraciones, y considerándose un “artista de mucha información”*, es en Madrid cuando admira la obra de Goya: “lo re-descubro de verdad en el Museo El Prado. Frente a su pintura entonces si siento la influencia buscada. Pero también descubro a Gierónimo Bosch, a Brueguel, a Rubens. Desde el principio de todos ellos me interesaron los espacios oníricos, las atmósferas”.*
Es difícil ubicar la obra de Carmelo Niño en períodos definidos, es más acertado, como él mismo precisa, analizarla por ciclos. En el marco de un discurso visual continuo se impone una temática narrativa tectónica igualmente continua, solo que diferenciada por la exploración y uso de nueva técnicas y recursos formales que marcan estos ciclos creativos. Sin cambios violentos que desvirtúen sus intenciones plásticas, un espíritu poético se funde con la imaginación y a peculiaridades fantásticas ligadas a planteamientos surrealistas en escenarios teatrales donde diversos personajes sin cronología actúan su propia realidad. Las pinturas se llenan de visiones frontales entendidas como alejamientos del mundo real, sin movimiento, fijas y congelada en el espacio y el tiempo. A partir de la memoria, Niño inventa un mundo interior-exterior satinado por matices simbólicos y elegíacos que expresa en hermosas estructuras plásticas de ligeras atmósferas oníricas y armonías esfumadas. En este mundo interior-exterior elabora imágenes particulares de personajes en grupos como en Posando afuera (1997), o en solitario, Dama casi al atardecer (1999), sometiendo a variaciones formales el énfasis que le lleva a mostrar lo bello pero también lo tenebroso que puede ser el hombre al asumir sus diferentes disfraces o caretas: Mujer arlequín con máscara dorada (2009) y Personaje con máscara dorada (2012). Desde sus inicios hasta las primeras décadas del siglo XXI Niño ha mantenido una coherente continuidad en su discurso visual.
Hacia finales de los años sesenta comienza su ascenso en la escena del arte de su ciudad natal; consolida su obra primera y también su prestigio como joven talento de rigurosa formación académica . A los quince años muestra un talento precoz y fuerte disposición hacia el dibujo. Decide estudiar publicidad. No logra la plaza en el instituto de estudios publicitarios, el destino le tenía reservado un lugar en la Escuela de Artes Plásticas Neptalí Rincón de Maracaibo, donde comienza su formación en arte puro, “(…) allí descubro el trabajo con el color, el concepto de la pintura. A partir de allí ese fue mi mundo, allí descubro que quería ser pintor” (Lenelina Delgado, 2000). Cuando decide residenciarse en Caracas ya estaba en la plenitud de una primera madurez, e incluso había ganado importantes reconocimientos. En 1969 Viaja a España con una beca otorgada por el estado Zulia. Entra a la prestigiosa Academia San Fernando de Madrid donde permanece poco tiempo. Aprovecha esta estadía para visitar museos, encontrarse y reverenciar estas instituciones dedicadas a mostrar en vivo la historia universal del arte y estudiar la obra de los grandes maestros. Fue un gran reto, más tarde confiesa su admiración por los artistas del Renacimiento, la Escuela Flamenca y los españoles Goya y Velázquez, y por supuesto Rembrandt. Regresa a Maracaibo en 1970. Con entusiasmo continúa con el dibujo y la pintura. A raíz de una visita y conversación con el crítico y promotor de arte José Gómez Sicre, Director del Museo de Arte de la Organización de los Estados Americanos, OEA, descubre las atmósferas como elementos importantes de su pintura: “después de los dibujos, trabajo con acrílico, cuando Gómez Sicre me invita a exponer en Washington, D.C., Oscar D´Empaire lo lleva a mi taller, yo trabajaba entre dibujos puros y dibujos coloreados que se acercaban más a la pintura, allí me doy cuenta que hago una pintura de atmósferas”*.
Carmelo Niño respeta la gran pintura clásica de la historia del arte: “Soy un gran admirador de los clásicos, me marcaron mucho esas atmósferas dramáticas. Goya, Velásquez (Sic), los pintores holandeses (…) la reinterpretación de algunas obras (…) son clave para mi, obras que me hubiera gustado pintar, pero trabajadas con medios contemporáneos (…)”, (Yeniter Poleo, 2007). Muchas son las imágenes emblemáticas, íconos de la pintura universal, de las que se ha apropiado o parafraseado, buenos ejemplos son las De la serie de Madonna No 2 (2001), tomada del Renacimiento; del español Velázquez: Caballo en el paisaje III (2004), en otras es más explícita la apropiación: Dama con mantilla según Goya (2006) y Como Carlos III según Goya (1999); de la escuela flamenca El hombre del turbante según Van Eyck (2006) y de Vermeer, La joven de la perla (2013), Eufrosina según Rubens y Talía según Rubens (ambas de 2007). Sobre estas propuestas visuales, en el texto de la exposición “Sombras al relieve” (Galería de Arte Ascaso de Caracas, 2007), escribo que, “Niño se apropia de estas imágenes y las traslada al presente, les ofrece un espacio visible socialmente porque le sirven para institucionalizar un espacio reglado y ordenado, aunque nunca neutro”; mientras que en el texto del catálogo “Figuración y ensueño” (2012), en la misma galería, planteo que Carmelo Niño “estudiando visual y plásticamente, las obras de los grandes maestros (…) dirige la mirada hacia varias direcciones; él persigue sensibilidades ligadas a atmósferas creadas por estos artistas para representar ideas y conceptos propios de su época, y traducirlo todo en paisaje interior, natural o urbano. Es posible encontrar aquellas atmósferas oníricas sublimizadas del paisaje leonardesco que sirve de marco a personajes de diverso carácter religioso o humano, pudiendo así confundir la percepción del espectador al presentarle una realidad diferente a la suya, la habitual y cotidiana”.
En Carmelo Niño, la realidad “real” es subversiva. Por ejemplo en Desnudo en el paisaje (2004), o Paisaje con bañista (2005), o en Arlequín con levitante (2000 y 2007), Arlequines con Ícaro (2011), y Arlequín casi nocturno ( 2012), lo simbólicamente fantástico corresponde a un paisaje neblinoso de atmósferas cargadas de misterio, presagios y silencios remotos que proyectan las figuras hacia el espectador. En este sentido, lo que interesó de Goya al joven Carmelo Niño fue la angustia psicológica de sus personajes reflejada en una figuración centrada en los cánones plásticos del arte occidental, así confiesa a Juan Calzadilla: “Lo que me impresionó de este (Goya) no era su trabajo técnico, son su intimismo , su ironía, su carga de crueldad; Goya reflejó lo que llevaba por dentro. La forma en que trata a sus personajes expresa únicamente el aspecto sórdido que le interesaba de éstos. Lo que me interesó escuetamente fue su época negra, y, sobre todo, sus retratos psicológicos” (Los espacios sublimados, 198..)
Luego de una importante etapa creativa en Maracaibo, en 1985 se traslada a Caracas, destino obligado para pasar de lo local a lo nacional e internacional. Al apoyo que continuaba teniendo la Escuela de Maracaibo del reconocido crítico de arte zuliano Sergio Antillano, se sumaron los especialistas de la capital del país al aceptar por unanimidad la calidad de la producción artística de estos jóvenes de provincia. En este sentido Niño habla por todo el grupo, “No es muy fácil crecer profesionalmente en provincia, sobre todo en el medio artístico. Pero Maracaibo es una ciudad muy rica en muchos aspectos, con una energía muy poderosa. Y aunque la receptividad era poca a ciertos niveles, nosotros decidimos trabajar allí porque era nuestra ciudad y lo hicimos además con todo el amor del mundo. Mi carrera comienza en Maracaibo y los premios que obtuve me los gané todos desde Maracaibo. Nosotros nos entregamos a nuestro propio mundo y eso nos permitió ir creciendo al margen de la capital y de la poca receptividad que había hacia los artistas de provincia. Así que cuando vinimos a Caracas teníamos una trayectoria, un nombre hecho, se sabía de nosotros. La necesidad de proyección señaló el momento de buscar nuevos horizontes y para mí fue muy importante salir de mi ciudad con una obra que se vislumbraba que podía ser algo”, (Lenelina Delgado, 2000).
Aún siendo muy joven, una primera exposición individual en la Galería de Arte Nacional de Caracas (1977), marca un cambio importante en el desarrollo de su estética, técnica y soporte. Sin abandonar sus características “sombras” como definitorio elemento formal -siempre ha insistido en que es un pintor de sombras-, el primer cambio implicó el paso del claroscuro a gradientes cromáticos y de la figuración un tanto extraña de su primera etapa con sus aquelarres a las figuras alucinantes de personajes tomados de la vida cotidiana, del circo de la madre, de lo doméstico, del ser humano que le rodea, así este año declara: “(…) Actualmente el trabajo gráfico desapareció y estoy tratando de conseguir con el color la madurez que alcancé con el grafismo. Incluso eliminando la línea. Ahora la forma sale del fondo. Estoy trabajando con ocres y marrones, negros, verdes, amarillos. Y la temática incluye flores, bodegones, interiores, exteriores, sin abandonar los personajes, naturalmente. Y todo esto bajo mi visión particular que yo creo tiene un toque poético” (Roberto Montero Castro, catálogo GAN 1977).
Los años setenta serán de trabajo fructífero. Pasa del papel a la tela, consolida el giro hacia lo pictórico manteniendo el dibujo como base fundamental de la composición e introduce los espacios arquitectónicos como estructura espacial, así como el cuadro dentro del cuadro y enmarca personajes y objetos en atmósferas neblinosas. En este período se le reconoce como importante protagonista del auge que toma el dibujo en Venezuela. La experiencia con el carboncillo, la tinta china, la línea simple y valorizada, el claroscuro y el apoyo de una composición abierta, se condensan en obras más complejas, Cabeza de Monalisa en jaula (1972) y Perro con margarita (1972). Si bien cambia la técnica, los contenidos significativos y temáticos son los mismos, sobre todo la presencia de elementos propios de lo fantástico que siempre le habían interesado y que aumentan desde su visita a España. Desde esta década hacia delante, estos planteamientos temáticos se acentúan por el trastocamiento de la realidad y la formulación de espacios oníricos y atmósferas fantásticas. Niño complejiza los temas partiendo de evocaciones de la memoria y el recuerdo que, sin utilizar el subconsciente, parecen salir de sus sueños, ejemplo Mujer, ventana y espejo (1982).
En la escena del arte venezolano se reconoce la obra de Carmelo Niño desde principio de los años setenta. Pero es a finales de esos años cuando se muestra con mayor contundencia plástica en el conjunto de obras expuestas en la Galería de Arte Nacional de Caracas, ejemplificada en La mesa está servida y El pájaro azul (1977, colección GAN). Al enfatizar su individualidad y personalidad artística, esta exposición marca las fronteras de una obra figurativa en relación a las tendencias dominantes en la escena del arte del país, como igual se opera en los artistas del grupo de Maracaibo: Ángel Peña, Ender Cepeda, Henry Bermúdez, Filisberto Cuevas y Edison Parra, quienes dedicados por vocación y devoción a la tendencia figurativa, con su estética particular cada uno propicia nuevas aportaciones. No son expresionistas ni se consideran parte de la nueva figuración, pero animados por una prolífica imaginación y formados en la misma escuela de arte, abordan temas extraídos de la cotidianidad, del paisaje, del color local y humor del Maracaibo exuberante bañado por un sol que nubla la vista, Pero Niño, a diferencia de los otros zulianos de su generación, no sustenta su creatividad en el entorno, “yo fui un pintor más de lo interior del ser, más esencial”*. Propone una representación de climas nebulosos, nocturnales, definidos por transparencias lumínicas que le acercan a Armando Reverón por ser un pintor de atmósferas, de manera intuitiva de la obra de este artista atrapa plásticamente los cambios lumínicos, la sublimación de la luz de tenues colores aplicados en vaporosa levedad, “he tenido una cercanía muy fuerte con Reverón como pintor de atmósferas, él no trabajaba el color, trabajaba el aire, me identifico con su economía del color”*. Ha mencionado a Francisco “Paco” Hung, pero también al maestro Alirio Rodríguez, quien influirá por “su manera tan desprejuiciada y libre de decir las cosas: Rodríguez marcó en mí el rompimiento con la formación rígida de la escuela”, (Los espacios sublimados, 1980? o 85?).
En 1982 un testimonio personal de Niño incorporado por Juan Calzadilla en su libro Proposiciones Para un Nuevo Espacio Figurativo (pg. 52), será una declaración de principios estéticos, plásticos, y temáticos: “Los ambientes que pinto, son asfixiantes. Muy oscuros y cargados de cierto tipo de humor. En algún momento esas atmósferas me saturan, entonces, siento la urgente necesidad de salir de ese tinglado surrealista y terrible. Aparecen las salidas, los espacios a través de los cuales se filtra la luz hacia los interiores. Esa búsqueda de la luz, probablemente me conduzca a la integración completa del color o a la utilización de una gama que, hasta ahora no aparece en mi obra, pero intuyo que emergerá gradualmente (…) Mi interés fundamental es el hombre y los estados interiores que provoca en él una sociedad compulsiva. Un hombre inmerso en ambientes psicológicos y rodeados de objetos cotidianos. Trabajo esa idea con vehemencia y a ello se debe la evolución de mi obra tanto en el aspecto técnico como en el temático, De una obra profundamente dibujística pasé cautelosamente a la pintura, afrontando las limitaciones técnicas que se presentaron y siguen presentándose constantemente, pero pueden ser superadas por la obsesión y el placer que me produce pintar”. Esta declaración enuncia su futuro como pintor vehemente y apasionado. Confiesa su interés por lo fantástico y lo surreal, y por el hombre como el centro de la inmensidad del universo al presentar en escritura y narrativa visual los caracteres y rostros de personajes y paisajes.
El cambio que acusa a partir de finales de los años setenta en cierta medida se presenta ambivalente, pero define la trayectoria que seguirá en las décadas siguientes. Si bien había manifestado la necesidad de enmarcar su primera obra pictórica en el uso del color, no abandona las composiciones monocromáticas. En este tiempo, especialistas y críticos comentan la importancia de las “atmósferas” en la obra del artista, mientras éste declara que sin ser realista, muchos de los símbolos que utiliza son tomados de la realidad, de un contexto existencial personal en el que su Maracaibo natal tiene un valor significativo igual que los cambios en los escenarios sobre los que dispone sus figuras-personajes. Uno de estos cambios corresponde a la incorporación de la estructura arquitectural donde entroniza las figuras, ejemplo De la Serie Grupo Familiar No. IV (2008). Una arquitectura de interiores cierra el espacio central con paredes dispuestas en escorzo y extraña perspectiva, y por aberturas de techo, ventanas o puertas, penetran rayos de brumosa luz que crean las famosas atmósferas que tanto menciona. Esta dinámica creadora se mantiene en toda su trayectoria aún planteándose cambios en cuanto a nuevos recursos plásticos, pero no así en lo que referido a temas y estilo.
De personajes y realidades de sombras
De los grupos de personajes rodeados de extraños objetos y sin conexión aparente del primer período, en los años noventa elimina la estructura arquitectural que limita el espacio interior de la pintura, pero reaparece en una que otra pintura realizada en años posteriores como Paseo de la dama (2008) y Recreación (2010). Comienza a reformular una preeminencia de lo plásticamente necesario a fin de generar un campo pictórico para una imagen única, para el habitante de un singular paisaje cargado de soledades. En Desnudo en el paisaje II (2004), Paseo sobre paisaje serófilo (fecha), o Escena con paisaje húmedo (fecha), si bien en pequeños grupos, las figuras separada unas de otras se comunican a través de la bruma que las envuelve. Por efectos del andamiaje visual de la pintura, es evidente que se relacionan por los vectores geométricos de la composición. Al asumir y reiterar los temas, estos vectores son fundamentales en todos los ciclos creadores de Niño.
A principio de los años dos mil, incorpora nuevos recursos formales y elementos plásticos sin implicar una ruptura determinante con su trabajo anterior. Para él es la respuesta a una necesidad creadora que no afecta sus temas ni sus atmósferas pictóricas. Se trata de la representación de los personajes aplicando una original técnica del collage, buen ejemplo es Gran Dama # 7 (2003), obra emblemática en el conjunto de cuarenta y tres pinturas-collages expuesto en “Sombras al relieve” (Galería de Arte Ascaso de Caracas, 2007). En esta serie explora variadas posibilidades plásticas del collage, texturizando telas y diferentes materiales con pastas acrílicas convierte la superficie del soporte en un fuerte alto relieve, casi escultórico. Como siempre, las sombras invaden el espacio pictórico de acuerdo a un minucioso trabajo con el claroscuro, ahora más dramático y misterioso: “La sombra es algo que siempre he manejado, la atmósfera misteriosa, oscura, se mantiene. Yo soy un pintor de sombras, y en ese caso he creado collages y fondos con pastas acrílicas que dan una textura muy rica” (Yeniter Poleo, 2007).
La composición del espacio pictórico la apoya en personajes que sin contradicciones contrastan con el paisaje que habitan; allí parecen moverse en la bruma de tenues atmósferas transparentes generadas por el tratamiento cromático apaisado. Sobre estos nuevos recursos, Niño declara que “(…) las imágenes ahora están trabajadas con mayor libertad, tomando la obra un carácter más expresionista y quizás más dramático, son imágenes y atmósferas constantes en mi obra ahora enriquecidas por una superficie distinta, collage, utilizando fibras naturales, telas intervenidas por mi y transformadas en ropajes cosidos al lienzo con cuerdas e incorporando piedras y otros elementos, todo trabajado con pastas y acrílicos utilizando espátulas y cuchillos. En relación a los ojos, siempre me ha gustado pintarlos, las miradas quedan en mi mente, las guardo y luego salen, quizás es mi forma de contacto con la realidad” (Lilian Dagher, 2007).
En esta etapa el retrato psicológico adquiere relevancia. Y si bien actúa la observación de la realidad, de la operación creativa resultan retratos imaginarios que expresan sentimientos y emociones. El artista retiene los datos psicológicos del personaje en la memoria y al recrearlo sobre la tela hay cambios sustanciales. Dirá Carmelo, “yo los trabajo de acuerdo a los estados de ánimo de las personas, me interesa el hombre dentro de su circunstancia psicológica. Veo a las personas, fijo los rasgos de sus rostros en el momento en que los observo y luego trabajo con la memoria. No utilizo modelos, soy caprichoso en ese sentido, me gusta el fluir del personaje a partir del recuerdo, en eso me considero un expresionista en esencia, aunque no lo parezca”*. En conclusión, los suyos son retratos imaginarios que nada tienen que ver con una realidad de rasgos faciales, aunque en esencia es el ser humano que interese al artista, no en su configuración física sino en los latidos interiores de su espíritu.
Los personajes en la pintura de Carmelo Niño se expresan dentro de la lógica simultánea entre seres de este y de otro mundo. Al no ser convencionales, constituyen invenciones apoyadas en otras invenciones que dota de vida propia. El rostro se multiplica y sirve de pretexto para desplegar el ropaje, pintado o en collage, mientras que la figura –o las figuras- domina la escena y propone una relación intensa entre sujeto y espectador. La emoción de la escena está supeditada al todo pictórico en la relación espacio exterior –paisaje- y espacio interior –personajes-. Estos, mirando al espectador parecen no olvidar que son semejantes a los otros, a los que miran y los aceptan como paradojas plásticas sin tiempo.
Las intenciones creativas de Carmelo Niño están concentradas en intereses psicológicos, materiales y sociales. En contacto con la realidad, ligado a sus circunstancias y contexto, en permanente diálogo con sus fantasmas, produce una pintura arraigada en lo fantástico y en un realismo mágico operado en la imaginación con el compromiso de plantearse un proyecto que determine la realización de la obra. Sobre las preocupaciones sociales responde: “Mi pintura siempre ha tenido un contenido social sin ser un elemento primordial, al menos no es mi intención, pero es inevitable reflejar el contexto que nos impacta. Mi trabajo está basado en mi formación clásica del arte, de allí las recreaciones de símbolos, elementos y personajes que aparecen en algunas obras, se funden con mi tiempo y mi realidad, sin embargo están concebidos y ambientados para que convivan también en otros tiempos y espacios” (Lilian Dagher, 2007).
La pintura y sus elementos formales
La estructura formal de la pintura de Niño se sustenta sobre dos planteamientos. Por un lado pone en evidencia un interés por la composición clásica renacentista en especial en los retratos que ocupan el primer plano o el plano medio del soporte, de frente o de perfil se imponen en dirección piramidal erguidos desde la base hacia el plano superior de la tela, Retrato de dama antigua (2002) y Dama (2006). La otra composición corresponde a una dirección simétrica rectangular que ordena a los grupos de personajes en el paisaje, Escena con espejo azul (2007). En todo caso, en ambas estructuras, la imagen representacional es descriptiva, correspondiéndole al espectador el ejercicio perceptivo de “leer”, o imaginar, el discurso visual que Niño le propone. Los personajes no ocultan su anatomía. Se visibilizan gracias a vestuarios excéntricos y su ubicación en escenarios donde parecieran representar escenas fantásticas de la vida real. El resultado final es una poética pictórica que subrepticiamente narra una historia que entrelaza al artista con el espectador. La pintura de estos años dos mil puede ser considerada sublimes representaciones de la belleza de una forma figurativa con significados altamente expresivos por sus texturas visuales y matéricas.
El otro valor formal corresponde a la utilización de perspectivas infinitas, tanto lineales, Escena interior con caballo y niño rey (fecha), o aéreas, Paisaje con bañista (fecha), o Escena con paisaje húmedo recreado (2006). Estas perspectivas corresponden al doble juego de sustitución y equivalencias de los elementos figurativos y el uso del collage y otras técnicas. En pinturas de texturas variadas, Maga en rojo (2005), o Dama posando (2009), no existen dudas respecto a las relaciones analógicas y sistémicas con el resto de la obra del artista. La selección de materiales no convencionales a la pintura-pintura, amplía su capacidad creativa. Introduce piedras cosidas a la tela con hilos de oro, yute o cocuiza, telas de algodón tratadas con pasta de modelar adheridas al soporte, elementos que incorporados desde una lógica formalista, responden a la estructura de una obra simultáneamente pintura, dibujo y collage. Un cambio en los materiales implicó un cambio de técnica, otro cambio estructural en el decurso de su obra a través de los años.
Los elementos formales que sustentan la práctica pictórica de Niño, están relacionados con la propuesta de lo mágico y fantástico del tema, propuesta que cambia según la narrativa visual desarrollada en las diferentes versiones de una serie. Trabaja estas series en ordenamiento compositivo y personajes, que se “(…) muestran cambiantes y misteriosos. A veces las acechanzas tienen formas divinas y mitológicas, otras la apariencia grotesca de los pavores, o tal vez el rostro desnudo del encantamiento. Viven en un mundo mudable, íntimo como la humedad y el calor, siempre involucrados en un escenario mágico y terrible donde nada es ajeno, donde todo tiene que intervenir: el entorno físico, la naturaleza, la arquitectura, los objetos, la flora, la fauna doméstica o fantástica. O mucho más, los recuerdos, las invenciones oníricas, las asociaciones instintiva y libres, casi surrealistas. Ellos parecen convocados a escenas con sus demonios y sus lastres. A una escena que es un espejo que ve detrás y antes, en lo invisible, en la oscuridad, en el deslumbramiento” (Roberto Guevara. Centro de Arte Euroamericano, 1987).
Temas en lo fantástico
Carmelo Niño confiesa ser un pintor intimista, muy personal, que explora un universo “(…) mágico, surrealista y simbólico; es un mundo fantástico, de sueños, de drama. Este es el espíritu de la obra y la pintura es el soporte que me permite revelarlo” (Marjorie Delgado Aguirre, 2007). Parte de un punto primario apoyado en una idea abstracta a manifestarse como realidad propia en personajes, retratos, paisajes, arquitecturas. No trabaja con bocetos que definan un resultado final: la “obra realizada nunca es igual a la que había pensado antes de comenzar”*. Sobre la tela difumina el contenido temático -objetos, paisajes, personajes- reinventados en elementos fantásticos que trabaja con la certeza y seguridad de convertirlos en formas plásticas integradas a un entorno paisajístico. Novias solitarias, modelos icónicos de la historia del arte, damas y arlequines, se ubican en el centro de la tela, y ocupando el primer plano de acuerdo a las direccionales verticales y horizontales de la composición, transgreden la perspectiva convencional. Unos parecen flotar sobre el espacio del soporte sostenidos por andamiajes arquitecturales; otros por atmósferas transparentes de brumas y neblinas, son personajes que al final parecen estar a la espera de un público que los admire en su escenario teatral.
En la obra de Carmelo Niño se han operado importantes giros sintácticos, pero el contenido semántico es único. Al lado de figuras humanas en inmensa soledad, encerrados en una arquitectura de fabulada configuración simétrica o en paisaje desdibujado, coexisten paraguas, perros, caballos, jaulas vacías, espejos, sombreros de rara forma, pelotas, pájaros multicolor, (imagen de obra). Recuerdos simbólicos de una infancia que ha permanecido en un feliz armario, de un espacio donde un radiante sol ilumina los fangos de la calle; el espíritu y los corazones de seres que observan el extravío de una ciudad donde hay que permanecer tranquilo cuando el calor ofusca el entendimiento. Niño insiste en que es un pintor de sombras, arraigado en su origen e inmerso en un mundo de fantasía que reta la pintura local para recordar “aquí mi madre es clave”*. Con cuidadoso preciosismo elabora los elementos figurativos de cada una de sus pintura. Aunque diferente, la angustia la sostiene un mundo construido a partir de su universo existencial, para Roberto Guevara “(…) el hombre común de las obras de Carmelo Niño comparte su suerte con lo extraordinario, de tal modo que somos siempre más que individuos, somos en verdad todo cuanto nos habita y acecha desde las luces y desde las sombras. Para Carmelo Niño los itinerarios de la existencia comprenden vestigios, pasados, apetencias, sueño y señales, movidos todos por el flujo secreto de la imaginación, capaz de traer recuerdos hasta de lo que no hemos vivido, pero si vislumbrado intensamente” (Catálogo El Sonido y la Furia, 1987).
De manera coherente Niño responde a un universo mágico y fantástico. Sin cambios bruscos, las figuras, en armonía y estéticamente bellas, están inscritas en una categoría plástica inusual. Los ropajes inventados podrían haber sido inspirados por modas históricas. Todo rompe con los convencionalismos académicos del realismo: Grupo familiar II (2000). Él pinta imágenes que existen en su imaginación, de allí que sus retratos no corresponden a las tradicionales expresiones emocionales del ser humano. La actitud congelada y hierática de los personajes revela la interioridad psicológica del conjunto figurativo. En todo caso, el artista reduce lo extra artístico a su mínima expresión para concentrarse en el valor estético y la valorización del esquema formal en dimensión pictórica. Las pinturas de inicio de los años dos mil muestran un paisaje renovado, cromáticamente envuelto en la neblina de la zona campestre donde se aísla. Allí encuentra la soledad creativa y tranquilidad espiritual para crear sus paisajes fantásticos “(…) son paisajes imaginarios que coinciden con aquellos en los que vivo, como el de El Junco, por ejemplo, tan rico, tan verde, ya salen sin necesidad de mirarlo” (Yeniter Poleo, 2007).
El dibujante
“Yo dibujo desde que tengo conciencia. Recuerdo que muy pequeño me sentaba en las piernas de mi padre y le pedía que dibujara para yo verlo. Veía aparecer el vecindario, las cosas de la casa, los animales, las plantas y me parecía cosa de magia que pudiera hacerse” (Lenelina Delgado, 2000): con talento innato viendo y admirando al padre, Carmelo Niño comienza a dibujar hasta alcanzar el dominio de la disciplina. Luego este primer amor por el arte será herramienta fundamental en el desarrollo de su pintura. En 1999 recuerda estos inicios describiendo el proceso transitado, “comencé dibujando con plumilla, después, por necesidad, fui agregando el color. Al principio pinté con tinta china hasta que pasé para los acrílicos”*. Niño formó parte del grupo de artistas protagonistas del desarrollo del nuevo dibujo en Venezuela que comienza a finales de los años setenta con un floreciente período en los ochenta; como dibujante representa al país en bienales y salones nacionales e internacionales. Juan Calzadilla en su libro Espacio y Tiempo del Dibujo en Venezuela expone con estricto criterio histórico el auge del dibujo en Venezuela. La obra de Carmelo Niño de la década ochenta responde a las característica que Calzadilla enumera para la disciplina del dibujo: se trata de un “(…) arte figurativo al que se accede a través de técnicas orgánicas, caligráficas o de naturaleza expresionista (…) son manifestaciones que implican una reacción contraria a los movimientos anteriores, en particular contra el arte abstracto-constructivo (…) estas manifestaciones no constituyen necesariamente dibujos en sentido limitante, conforme a una definición extraída de los materiales empleados por el creador, sino que son expresiones que tienden a su autonomía y, por lo tanto, portadoras de una experiencia integral (…) se plantea, casi de consenso un retorno al oficio y la disciplina artesanal, a la destreza manual”, (pg. 15).
El Salón del Dibujo de la Fundación para la Cultura y las Artes, FUNDARTE, que se realiza en el marco del Encuentro Iberoamericano de Críticos y Artistas Plásticos (Museo de Bellas Artes de Caracas, 1978), significó un decisivo apoyo a los jóvenes dibujantes. En el libro mencionado, Calzadilla testimonia que “Los salones de Fundarte abrieron curso al dibujo para que irrumpiera una generación formada en nuevos hábitos de percepción y que se sentía impulsada a romper la barrera creada a lo largo de los años setenta por el silencio, la falta de estímulo a la creación joven y la desaparición de los salones importantes. El de Fundarte consagrado exclusivamente al dibujo, vino a representar una salida. Sirvió de corte entre la generación anterior y los nuevos valores que emergían con fuerza. Pero también, en gran medida, fue el vínculo que permitía parametrar lo que venía aconteciendo en el dibujo desde 1969, año que desapareció el Salón Oficial y, con éste la sección de dibujo donde se venía otorgando el Premio Nacional para esta especialidad. Permitió confirmar el trabajo que realizaban solitariamente artistas que ya contaban con cierto crédito en el medio artístico. Lo importante fue en última instancia, la confirmación del dibujo como disciplina autónoma”. En el dibujo de Niño, Calzadilla considera el elemento atmósfera como una fuerza de atracción: “La misma que convertía Carmelo Niño, uno de nuestros primeros dibujantes en arribar a una fórmula surrealista, en figuras volátiles, en íncubos y espíritu del sueño que evocaban, incluso por su mordacidad, ciertas imágenes negras de Goya. La pintura es luego el derrotero de Niño, pero su fantasmagoría, potencialmente sugerida por el trabajo dibujístico, ha seguido su curso. La línea se hace cómplice de lo que describe sobre un espacio connotacional. Esto podría ser un rasgo común que comparten los dibujantes de influencia surrealista” (pg. 21). En esta publicación se insertan tres dibujos de Niño: El personaje y su noticia, La escalera e Interior con durmiente. (considerar la posibilidad de tener una de estas imágenes, sino puede ponerse una de las imágenes tomadas por Euclides))
Niño, el escultor
El interés por la escultura siempre estuvo presenta en el desarrollo plástico de Niño, pero se hace mucho más patente a partir de la experiencia investigativa que comienza desde 2003 con la obra que valoriza y enriquece con diversos materiales extra pictóricos que le conduce a los collages tridimensionales que ya no podrán calificarse como pintura-pintura y que presenta en 2007 en la exposición “Sombras al relieve”. La técnica del collage le abre un camino más certero hacia la tridimensionalidad en el abordaje del espacio físico.
Será en 2012 cuando comienza a pensar seriamente en trabajar la escultura. Dedica este año a estudiar y analizar sus posibilidades en esta disciplina Del taller salen muchos y variados bocetos de futuras esculturas, pero bocetos que serán derivaciones de la iconografía que caracteriza su pintura. En consecuencia la imagen del arlequín será una de sus importantes obras escultóricas de este primer período tridimensional. En 2014 Niño realiza su primera escultura con todos los requerimientos de lo volumétrico en la figura de un caracol y este será el título.
Verdades esenciales de una pintura
De una pintura a otra, Carmelo Niño muestra dos verdades esenciales. Una es la unidad del tema único e indivisible que desde sus comienzos ha permeado su trayectoria; el otro es el carácter fantástico intemporal. El tiempo no se revela y para el artista la intemporalidad es tema que concilia lo lineal con lo cíclico, dos conceptos espaciales logrados a partir de la existencia propia de personajes y paisajes que vibran en un espacio existencial propiciatorio del ritmo cósmico del hombre en el Universo. En presencia de una reconfortante plenitud, en la pintura de Carmelo Niño no existe el “vacío” ni tampoco lo “vacío”. Sin ser angustiante, la representación del tema corresponde a un espacio vital en variados ángulos y dimensiones. Es un espacio fijo, es cierto, pero agitado interiormente por movimientos circulares que se repiten en constantes virtuales. Es el flujo de la vida en continua animación sin contradecir la tranquilidad de las imágenes representativas de ejercicios plásticos y principios estéticos. Se trata de la metafísica propia que traspasa los umbrales de lo plástico y llena sus temas de una serenidad taoísta que reverbera dentro de cada uno de ellos. Los suyos son personajes fantásticos logrados a partir de la transmutación de la memoria en imaginación y de una realidad real a la vez paradójicamente ficticia.
En consonancia con una extensa e intensa carrera en el mundo del arte venezolano y latinoamericano, Carmelo Niño es hoy considerado artista prominente de la expresión figurativa fantástica en la pintura. Reitera ser pintor figurativo, pero acota que le es difícil no serlo, y lo es “porque creo en el hombre y el hombre es para mí lo más importante del universo. No hay obra de arte sin la integración del hombre. Jamás dejaré de ser un pintor figurativo” (María Gabriela Méndez, 2007). Artista de la contemporaneidad, le es fiel a la pintura como disciplina sagrada y la defiende como el sostén de un trabajo creador que realiza al margen de categorizaciones académicamente convencionales. Él y su pintura son el resultado de una combinación propia y especial de lo que ha aprendido, aprehendido y lo esencialmente suyo. Con este precioso y valioso equipaje de conocimiento y práctica, construye imágenes que revelan concepciones clásicas a partir de actitudes creadores signadas por la actualidad del arte. Su iconografía responde a una reflexión sobre sus fantasmas personales, fantasías e interés en la historia del arte, así como a una profunda preocupación por la naturaleza que le rodea. Lo más importante es que su obra figurativa de densas y coherentes coordenadas plástico-formales y temas de lo fantástico-onírico, lo ubican con propiedad en el arte de Venezuela y de América Latina.
*Las citas donde no se menciona la fuente corresponden a entrevistas realizadas con el artista en su taller.
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