Pablo Siquier
Pablo Siquier es uno de los grandes artistas argentinos surgidos en la década de los ochenta. Las pinturas de Siquier se constituyen a partir de una sensibilidad neobarroca, para revelar la ambigüedad y la difusión semántica de las prácticas artísticas y culturales contemporáneas. Su obra, con fuertes atributos formales, niega el rigor del orden y de la razón, para dar visibilidad a un mundo marcado por las diferentes interacciones y la diversidad de referentes.
BIOGRAFÍA
PABLO SIQUIER
Nací en Buenos Aires en 1961 y siempre viví aquí. Estudié unos años en la Pueyrredón y en los talleres de Pablo Bobbio y Araceli Vázquez Málaga. Hice un montón de muestras, y en la galería ya van como cinco. La más grande fue en el 2005 en e Reina Sofía de Madrid. La mejor en Rosario en 2012 en la Fundación La Capital. Profesor Adjunto de la carrera de Diseño Gráfico de la F.A.D.U. de la Universidad de Buenos Aires, Cátedra Forbes, 1999. Docente de la misma cátedra entre 1988 y 1998. Profesor Adjunto de la Cátedra Bisollino, Proyectual de Pintura en la Universidad Nacional de Artes, 2004/2016. Taller de Producción Teórica, Seminario de Extensión de la misma universidad. Profesor del Seminario de Análisis de Obra del Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella, 2010.
Reseña
Pablo Siquier (Buenos Aires, 1961) comenzó a exponer en forma individual en 1991 y colectivamente desde 1987. Forma parte del Grupo de la X junto con Antoniadis, Ballesteros, Causa, Figueroa, Gallardo, Jezik, Macchi, Nistor, Paparella, Pels y Racciatti, artistas reunidos a instancias del escultor Enio Iommi en 1987; A partir de entonces su obra es manejada por la galería Ruth Benzacar. Exhibió sus trabajos en el Museo Nacional de Bellas Artes de la Argentina y en el exterior. Fue el representante oficial de la Argentina en la 26º Bienal Internacional de San Pablo (2004).
Premios / Becas
2002: Fundación Civitella Ranieri, Beca, Umbertide, Italia.
2000: Fundación Costantini, Premio Honorífico, Buenos Aires, Argentina.
1998: “Artista Joven del Año” por la Asociación Argentina de Críticos de Arte, Buenos Aires, Argentina.
1997: Premios Novartis, Primer Premio, Premios INET, Premio Honorífico, Costantini, Premio Honorífico, Buenos Aires, Argentina.
1996: Nominada “Mejor Exposición Individual” por la Asociación Argentina de Críticos de Arte, Buenos Aires, Argentina.
1995: Nominado “Artista Joven del Año” por la Asociación Argentina de Críticos de Arte, Buenos Aires, Argentina.
1995: Fondo Nacional de las Artes, “Beca para la Creación en las Artes Visuales”, Buenos Aires, Argentina.
1995: Gunther, Premio Honorífico, Buenos Aires, Argentina.
1992: Nominación a los premios Konex '92 (Instalación), Buenos Aires, Argentina.
1991: Ministerio de Cultura de España, Beca, España.
Colecciones
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía , Madrid, España.
Museo de Arte Moderno de Buenos Aires , Argentina.
Museo de Arte Jack S. Blanton , Universidad de Texas, Austin, Texas, Estados Unidos.
Museo de Arte Contemporáneo de Rosario , Argentina.
Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires , Argentina.
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
En sus primeros trabajos en la segunda mitad de los ochenta, su obra refleja la contraposición entre lo figurativo y lo abstracto, el gusto por el detalle y por el artificio, el juego entre figura y fondo, entre orden y precisión formal, así como el uso de colores vibrantes. Posteriormente, sus pinturas adoptan una paleta más austera para plasmar formas exclusivamente geométricas inspiradas en motivos arquitectónicos. A partir de 1993 el artista abandona drásticamente el color para iniciar a una serie de pinturas en blanco y negro. Además, elimina las referencias a los ornamentos arquitectónicos a favor de composiciones más complejas y articuladas. Las pinturas son abstracciones puras y precisas. El juego entre luz y sombra es exacerbado hasta transformarse en una superficie puramente gráfica, donde la organización del espacio desarma toda racionalidad.
En los trabajos más recientes, Siquier deja el plano de los lienzos para trabajar directamente sobre las paredes de las galerías y museos, con dibujos e instalaciones que operan con la ilusión y la percepción real del espacio. A partir de dibujos generados por ordenador y transferidos a gigantescas superficies impresas, estas instalaciones parecen borrar las fronteras entre la pintura y el mundo real.
PABLO SIQUIER
El Abrigo de la Luz y la Profundidad de la Sombra
POR VERLICHAK, VICTORIA
Lápiz, regla y escuadra fueron los elementos con los que Pablo Siquier comenzó hace casi más de 20 años a construir una obra que se encuentra en una clase en sí misma. Con el tiempo, ya medida que sus geometrías se fueron haciendo más complejas, un programa especial en su computadora lo asiste en la creación de los bocetos de sus trabajos que, en su reciente y consagratoria muestra antológica en el Museo Reina Sofía de Madrid, incluso llegan a proporciones impensadas; una fantástica pieza sobre pared alcanzó una medida de 5 metros de alto por 54 metros lineales de ancho.
Primero utilizaba varios tonos de pintura acrílica sobre tela. Luego necesitó otros materiales -como el poliestireno expandido, el vinilo, la carbonilla- y distintos soportes -lienzo, maderas, paredes- para expresar una sensibilidad que parece nutrirse de la arquitectura y del mobiliario callejero que surgen de la ciudad, cuya imagen el artista Parece recrear en mosaicos casi perfectos, pero al mismo tiempo algo disparatados. Es el propio Siquier quien alude al estrecho vínculo de su obra con la ciudad. ¿Con cuál? ¿Con una ciudad ideal y una arquitectura irreal? ¿Con Buenos Aires avistada a la distancia y desde el aire? Sólo así es posible verla tan prolija y tan armónica, donde no se observan las incrustaciones de fealdad que la degradación económica trajo consigo.
Cuando comenzó a exhibir su pintura a mediados de los años ochenta, Siquier trabajaba con la repetición y con geometrías imperfectas, en contraste con la mayoritaria y más popular pintura vociferante y gestual en uso. Fue uno de los pocos artistas que prefiguró las vertientes de la neoabstracción que se darían a conocer en los noventa.
Inútil es buscar en la obra de Siquier algún tipo de filiación con el movimiento de artistas concretos de los años cuarenta en la Argentina. La temprana obra de Siquier no ostentaba una voluntad crítica deliberada, como tampoco su pintura y objetos más emparentados con la ornamentación arquitectónica de principios de los años noventa. Pero los trabajos de los artistas concretos tenían un componente utópico, se sustentaban en "valores y creencias con implicancias sociales y políticas". Tal como lo refirió Tomás Maldonado a su paso por Buenos Aires en 2003, a propósito de la muestra Arte abstracto argentino en Fundación Proa: "Teníamos una idea romántica, pero también una preocupación social. Creíamos en el fin de la representación y pensábamos que con tres líneas sutiles sobre un plano homogéneo íbamos a poner en problemas al capitalismo. Claro, fue un error".
Cuando Siquier presentó su notable instalación de 1995 en la galería Ruth Benzacar, con cinco pinturas, cinco objetos luminosos y un gigantesco relieve blanco compuesto por frisos apilados que ocupaban integralmente una de las paredes, hacía rato que era evidente que Siquier era un constructor de atmósferas y de sensaciones más cercanas a la libertad que al rigor matemático. A causa de la iluminación protagónica, la enorme moldura podía verse como un espejo de las pinturas, como el fragmento de un edificio o como el muro de alguna arquitectura milenaria. "Me alimento de arquitectura ya nada le pongo título", decía. (Sus obras se encuentran numeradas; los primeros dos dígitos anuncian el año en que fueron realizadas).
El abrigo de la luz y la profundidad de la sombra; blanco y negro para los trabajos posteriores en donde hay cambios perceptibles. A partir de 2003, Siquier introduce otra variante en sus recursos expresivos. Con el calor del trazo y la frialdad del cálculo, le cambia la temperatura a la rara perfección y alta precisión de su obra. Con carbonilla dibuja líneas y más líneas -nacidas de impecables bocetos proyectados sobre la pared- sobre la rugosa superficie del muro. Dependiendo del ojo del que mira, las imágenes remedan una estructura laberíntica tenaz pero inconsistente, fuerte pero de apariencia frágil; También representan una ciudad mítica o fantasmagórica.
La literatura que rodea la obra de Siquier habla, por supuesto, de Borges y de la línea del horizonte, de la arquitectura y de la inmensa ciudad de Buenos Aires. Pero, sería reduccionista pensar el complejo trabajo del artista solamente en esos términos. A propósito del trabajo de Siquier, podría pensarse en las "ciudades invisibles" de Italo Calvino, en las ciudades celestiales de la fantasía o en el espacio urbano de la infancia del artista, que ahora parece resucitarlo en diagramas perfectos antes que en su real y embrollada urdimbre.
Magia e incertidumbre y en esas tramas sin ningún propósito funcional, deshabitadas pero con cierta grandiosidad y con equilibrios que desafiaban la ley de gravedad. Los perdurables interrogantes en torno a las obras de Siquier incluso invitan a imaginar en algunas de ellas la fascinante imagen de los circuitos cerebrales de una mente brillante.