Juan Grela
Juan Grela fue un pintor y grabador autodidacta argentino, comprometido con su tiempo y su lugar. De obra prolífica y variada que lo convierte en un referente de la pintura argentina. En su casa-taller, por donde pasaron varias generaciones de artistas, Juan Grela realizó una importante labor docente. Fundó el Grupo de Grabadores Rosarinos «Arte Nuevo»
Grela nació en Tucumán en 1914 y llegó a Rosario en plena infancia. Inició su carrera como pintor junto a Antonio Berni quien, inmediatamente después de pintar junto David Alfaro Siqueiros, decidió poner en práctica las enseñanzas estéticas e ideológicas del mexicano. Grela fue primero su alumno y, poco después, pintaba a la par de sus maestros. Y así describe la experiencia del grupo de la Mutualidad en el célebre Salón de Otoño de 1935: “Tuvimos una sola oportunidad de exponer ante el público en general”, relata Grela. Un Salón que, a pesar de que las grandes pinturas se malograron, debe ser estudiado. No es aventurado decir que allí, en las imágenes y descripciones que todavía se conservan, se encuentra la herencia más genuina del muralismo mexicano. A partir de entonces, la presencia de Juan Grela en los salones y premios sería constante, y la ciudad de Rosario se convirtió en un fundamental centro de Arte. Los motivos recurrentes en sus pinturas son las naturalezas muertas, su mujer y su hijo, los paisajes de los alrededores, el contexto que lo rodea. El fin del realismo llegaría con la influencia de Klee, Miró, Chagall o los colores de Van Gogh. Así, afirma el artista, aparecen “líneas, formas y colores que pertenecen al mundo de la fantasía que, para mí, es patrimonio de todos los hombres. Lo que ocurre es que algunos no la ejercitan. Yo creí en un momento que no poseía fantasía, la comencé a ejercitar y comprendí que era una cuestión de desarrollarla, como toda capacidad intelectual”. Además, aclara: “Los títulos de las obras se unieron un poco al resultado de los cuadros. […] Desde hace dos o tres años, cuando termino un cuadro, voy jugando con las letras hasta conformar también las palabras”.
En el umbral de la abstracción, Grela pinta la naturaleza, pájaros, peces, plantas, rostros, flores, caracoles. La marea de colores arrastra su propia identidad. Lejos de utilizar colores saturados, se sirve preferentemente de los grises o los tierras, elaborados con escasos contrastes. Guillermo Fantino destaca el encuentro del artista con el automatismo y lo surreal. Aclara que hay figuras que “comenzaron a gravitar antes de que el artista direccionará sus investigaciones hacia el dadaísmo y el surrealismo. En diversas oportunidades Grela declaró que para la realización de los collages y de los relieves en maderas utilizaba un ‘automatismo mecánico’ de ascendencia Dadá”.
La pintura sigue el ritmo del pensamiento de Baudelaire: “Infinitas capas de ideas, imágenes y sentimientos cayeron sucesivamente sobre nuestro cerebro, tan dulcemente como la luz. Pareció que cada una sepultaba la anterior, pero, en realidad, ninguna había desaparecido”.
Por Ana Martínez Quijano
BIOGRAFÍA
JUAN GRELA (Chacras del Norte, provincia de Tucumán, 1914 – Rosario, provincia de Santa Fe, 1992)
Artista de formación autodidacta. Insoslayable para el estudio del arte argentino y el desarrollo del campo artístico de Rosario. Integró la Mutualidad Popular de Artistas Plásticos liderada por Antonio Berni en los años 30 y el Grupo Litoral en la década del 50, dos de los colectivos más significativos de la ciudad. Su prolífera producción, signada por su compromiso tanto estético como político, se encuentra atravesada por sus continuas reflexiones sobre la forma, el tema y las posibilidades del color. Además de ser reconocido por su obra fue meritoria la tarea de enseñanza que Grela llevó adelante, formando en su taller a varias generaciones de artistas.
Llegó a Rosario con su familia en 1925. Su condición social lo llevó a trabajar desde pequeño, llegando a cursar el tercer grado de la escuela primaria. Logró ser oficial de peluquero, profesión que más tarde le permitió ganarse la vida. Sin embargo, esas condiciones adversas no lo alejaron de su pasión por la pintura.
Afiliado ya al Partido Comunista Popular, en 1932 comenzó a tomar clases gratuitas de dibujo con modelo vivo en el Museo Municipal de Bellas Artes de Rosario. Allí conoció a Antonio Berni. Con él y otros jóvenes artistas vinculados a las ideas de izquierda, Grela formó parte de la agrupación Refugio. Germen de la Mutualidad Popular de Estudiantes y Artistas Plásticos constituida en 1934. El compromiso político de sus miembros conjugado con una selección de códigos de la vanguardia artística dieron nacimiento al Nuevo Realismo. Un lenguaje que posicionó a Rosario como un importante foco de producción artístico-política.
Con la disolución de la Mutualidad hacia 1936 Grela se alejó de la escena pública y fundó un año más tarde con sus viejos pintores amigos la Agrupación Arte Nuevo zona Norte, llevando a cabo importantes actividades en el barrio donde creció. Sin embargo, desde 1938 su participación en salones fue ininterrumpida. Continuó sus ensayos artísticos tomando a su esposa Aid Herrera –gran impulso en su carrera– y a los objetos del entorno doméstico como modelos de sus representaciones. Un compendio sobre realismo mágico de Franz Roth y las cartas entre Theo y Vincent Van Gogh –que más tarde le permitió abordar las problemáticas del color– conformaron su material de estudio.
A pesar de haber logrado concretar su primera muestra individual en el Museo de Bellas Artes J. B. Castagnino de Rosario en 1942, la década del 40 fue de transición para el artista y para el campo artístico local en el marco de un clima político tenso que culminó con el segundo gobierno de facto en 1943. Las vínculos que Grela estableció entonces con otros artistas se caracterizaron más por el accionar político que estético. En este sentido, integró la Agrupación de Artistas Plásticos Independientes en 1942 y Plásticos Democráticos en 1946. También desarrolló la maternidad como tema desde el nacimiento de su hijo Dante en 1941 y encontró en el “Tratado del Paisaje” de André Lothe nuevas líneas de investigación. Indagó las técnicas xilográficas a partir de los consejos de José Planas Casas e incursionó en el mundo del grabado en chapa, leyendo el libro Grabado (historia y técnica) del artista rosarino Gustavo Cochet. Este interés lo llevó a ser miembro de de la Agrupación de Grabadores de Rosario en 1952.
Los años 50 mantuvieron ocupado a Grela con las actividades realizadas en el marco del Grupo Litoral (1949-1958). Pese a la diversidad de estilos de sus miembros, cada producción individual reflejó cierta unidad temática posible de vislumbrar en las imágenes litoraleñas que, lejos del pintoresquismo, plasmaron una realidad autóctona con lenguajes modernos. En ese marco, hacia 1946 Grela había encontrado en determinados tipos sociales locales nuevos referentes para sus obras. Desde entonces, la figuración monumental –influencia berniana– comenzó a desvanecerse paulatinamente. Litoral fue la primera agrupación rosarina con amplia aceptación nacional y esta visibilidad le permitió a Grela concretar en 1958 su primera exposición individual en la galería Van Riel de Buenos Aires.
En los primeros años de la década del 60 las obras del artista mostraron un avance hacia la simplificación formal. Un proceso iniciado a mediados de los 50 a partir de la lectura “Universalismo Constructivo” del pintor Joaquín Torres García. En este libro el maestro uruguayo desplegó una teoría filosófica y espiritual para la realización de un arte constructivo y universal basado en la síntesis entre estructura y figuración, donde la mirada a las culturas indoamericanas resultó fundamental. En este sentido, “Silabario de la decoración americana” de Ricardo Rojas fue también una clara referencia. Para entonces, Grela comenzó a vivir únicamente de la pintura y en 1961 llevó a cabo en su taller, la primera exposición de sus alumnos. Producto de la importante labor de enseñanza que inició en 1959. Una experiencia de carácter libre y modernizador que desarrolló con cierta continuidad por diez años y que convirtió ese espacio en uno de los centros de formación más relevantes por fuera de los circuitos oficiales. Por allí pasaron jóvenes artistas que en poco tiempo se convertirían en los representantes de la vanguardia estética y política. También en su atelier Grela abrió la galería El taller dirigida por su esposa en 1964.
Además en 1970 Grela inició una importante labor docente en Buenos Aires que desarrolló durante tres años, dictando de modo informal clases teórico-prácticas de composición, dibujo y pintura a un grupo de profesionales. En ese momento sus obras comenzaron a transitar un proceso de descompresión formal y de gravitación de las figuras. A pesar del referente mimético que aún era posible reconocer, el camino iniciado llevó una mayor abstracción con el correr de los años. La intervención del azar, el automatismo y el clima onírico de sus representaciones reflejaron el acercamiento del artista a las premisas del Surrealismo. Producciones que guardaron la huella de aquellos temarios de la etapa del litoral. Ya en la década del 80 Grela se asentó definitivamente en la no figuración, donde el collage operó como técnica estética y modelo de construcción. Planteo que puede visualizarse en las diversas líneas de trabajo que desarrolló, tales como en pintura, madera y construcciones tridimensionales. Además, en los primeros años del decenio retomó las actividades de enseñanza en su taller hasta su muerte. Entre sus múltiples reconocimientos, cabe destacar: Premio Jockey Club II, Salón Anual de Artistas Rosarinos, 1939; Premio Adquisición Intervención Nacional de la Provincia de Santa Fe, XXIII Salón de Rosario 1944; Premio Adquisición Cámara de Diputados de la Provincia, XXIV Salón Anual de Santa Fe 1948; Premio Adquisición Ministerio de Justicia, XLI Salón Nacional de Bellas Artes, 1951; Premio Franz Van Riel, XXXIX Salón Sociedad de Acuarelistas y Grabadores, 1957; Premio Emilio Pettoruti, Fondo Nacional de las Artes, 1982 y Premio Rosario, Fundación Castagnino, 1986. También fue invitado a participar en diversas ediciones del Premio Palanza desde 1968 y en 1992 la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos le otorgó la distinción Novilísima Orden de la Chaveta por su aporte a la cultura. Luego de su fallecimiento, en 1993 fue homenajeado con el Premio Juan de Garay, instituido por la Secretaría de Cultura de la Provincia y en 1996 los concejales rosarinos Raúl Lamberto y Sergio Liberati presentaron un proyecto de ordenanza, solicitando que una plazoleta del barrio de Alberdi lleve el nombre de Juan Grela Guerrero. En 2007 el Museo Castagnino organizó la muestra “Homenaje a Juan Grela” recorrió con un vasto cuerpo de obras las diferentes etapas de producción del artista.
Estudio de la obra de Juan Grela: crear una nueva naturaleza
Apenas unos meses después de la muerte de Joan Miró, Grela narró en una extensa entrevista su aproximación a la obra de este artista y el proceso que lo condujo desde el orden constructivo hacia el mundo de la imaginación. En esta conversación realizada en marzo de 1984, el pintor reveló que a fines de la década del 60 empieza a crearse en él "la necesidad de un mundo imaginativo, de un mundo de fantasía" pero que al mismo tiempo "parezca real". Tiene "la locura o la fantasía desmedida de querer crear una nueva naturaleza".
Con esa inquietud, inició una exhaustiva indagación del arte argentino: particularmente de la extraña imaginería de Juan Batlle Planas y de José Planas Casas quienes muy tempranamente habían ahondado en el mundo interior y en los métodos automáticos. Luego, como era su costumbre, se abocó a la lectura y al estudio sistemático de la obra de los diversos movimientos modernos europeos. De todos estos grupos y artistas, el surrealismo parecía encerrar aquel mundo que él quería inventar: "un mundo en el que hubiese árboles, gente, animales, estrellas, la luna, que hubiese todo pero de una forma distinta". La Introducción al surrealismo de Juan Cirlot, una de las lecturas realizadas en esta búsqueda de nuevos referentes, lo puso en contacto con varios de los artistas de este movimiento y así fue definiendo sus afinidades y distanciamientos. La obra de Max Ernst, Salvador Dalí, Giorgio de Chirico, Hans Arp, Francis Picabia, Marcel Duchamp, los dadaístas, desfilaron ante él hasta que finalmente, se decidió por Chagall, por Klee y por Miró adoptados como guías para crear un mundo nuevo con plena libertad.
Después de trabajar varios años con el compás áureo y la regla, de definir una imagen a partir de la geometría y el ángulo recto, de la ortogonalidad y los colores puros, se crearon en el pintor nuevas necesidades expresivas. La sugestión de Chagall le permitió romper el estatismo de las verticales y horizontales e incorporar el dinamismo colocando figuras, todavía geométricas, en posiciones oblicuas. Grela percibió en Chagall un mundo de animales y de gentes flotando sobre las aldeas, un mundo rural semejante al que había conocido durante su niñez en Tucumán y al que años más tarde descubrió en los alrededores de Rosario. También, mostraba una constelación dinámica con personajes resueltos sintéticamente, con facetados y cabezas ovales similares a los que el mismo Grela realizaba en sus cuadros gobernados por la geometría. Su espacio, tramado por un orden geométrico, permitía enlazar sueños, recuerdos y visiones de la vida campesina como trasfondo de una experiencia metropolitana tan excitante como desestabilizadora: Chagall el inmigrante ruso que recala en París, uno de los torbellinos modernos donde se crea el nuevo arte. De un modo similar, Grela es el silencioso y pensante artista tucumano afincado en Rosario, la ciudad puerto del litoral cosmopolita, donde participa en los debates y la creación de un arte que también tuvo la pretensión de ser radicalmente nuevo.
"Cuando uno busca un maestro —dice Grela— hay que indagar sobre las cosas que lo mueven a hacer su obra y no sacarle las formas que tiene como consecuencia de un proceso de investigación. Entonces, el amor a la naturaleza, el conocimiento de los elementos de la misma, la forma de hacer los automatismos, creer en el automatismo, en la fantasía, y a su vez creer en la observación, son las cosas que he tomado de Miró para poder moverme dentro de la nueva idea que me había nacido". Sin lugar a dudas fue la obra de Miró por la vía del surrealismo lo que condujo a Grela hacia la invención de esa "nueva naturaleza" que tanto ansiaba. El uso de fondos monocromos como espacios para la magia y la ensoñación, las figuras orgánicas y fragmentarias resueltas con gran economía formal y fundamentalmente, el gran protagonismo de la línea presentes en su obra, fascinaron a Grela. A través de este ejemplo, podía combinar el legado de la geometría y la búsqueda de la fantasía a través de la plasmación de situaciones insólitas y la creación de seres y cosas que pertenecían a un universo desconocido.
Paul Klee, uno de los escasos pintores citados por Breton en el Manifiesto del surrealismo, fue otro de los grandes guías en este deslizamiento hacia el mundo de la imaginación y la ensoñación. A la luz de su obra, podríamos inferir que aportaba a Grela un ejercicio libre de la línea, una representación altamente emparentada con el arte infantil y además de su clima onírico y mágico, algunos procedimientos técnicos próximos al automatismo. Sus interpenetraciones de planos de color, sus trazados curvilíneos a partir de los cuales definía seres y objetos, sus composiciones con una serie de formas acumuladas en el centro del soporte o concentradas en sus bordes son algunas de las huellas que podríamos leer en las pinturas que Grela realizara en los años 70.
A partir de la lectura del libro de Torres García, Grela había escrito en los márgenes del texto que "el color en sí, como la forma y la línea tienen que contener algo de la vida", así como sostuvo firmemente la convicción de que había que transitar "del natural a la abstracción", una idea que puede haber asociado a la imagen del artista formulada por Klee: un árbol que hunde sus raíces en la tierra y su copa se extiende hacia el infinito, formulando de este modo la mediación interpretativa entre el mundo fenoménico y la creación artística prevista como un delicado equilibrio entre naturaleza y abstracción.