Desde la década de 1960, la artista peruana Teresa Burga (Iquitos, 1935) ha creado obras que constituyen un registro detallado de las realidades sociales de su tiempo. Su extensa obra abarca pinturas y ambientaciones de estilo Pop, así como dibujos conceptuales, objetos e instalaciones cibernéticas. La constante unificadora en su producción formal y estéticamente diversa es la insistencia por exponer estructuras sociales complejas, así como la capacidad de autodeterminación de cada individuo.
Como artista mujer latinoamericana, Burga se adelantó a su tiempo. Debido a la situación política en su Perú natal, que sufrió una dictadura militar durante casi una década y luchó contra varias crisis económicas, trabajó en gran medida aislada de las escenas artísticas local e internacional. Con todo, algunas exposiciones recientes rescatan su legado y la resitúan con justa medida en las prácticas artísticas de su época y contemporáneas, como las que realizaran en los últimos tres años el MALBA de Buenos Aires, el Sculpture Center de Nueva York, o las galerías 80m2 Livia Benavides, en Lima, y Barbara Thumm, en Berlín.
Ahora la obra de Burga se expone a plenitud en Europa, en la amplia retrospectiva Teresa Burga: Aleatory Structures, que acoge el Migros Museum für Gegenwartskunst hasta el 12 de agosto. Comisariada por la directora del museo, Heike Munder, se trata de la primera exposición individual de la artista en Suiza. Junto con la muestra, la editorial JRP | Ringier ha publicado una monografía con una introducción de Heike Munder y ensayos de Dorota Biczel, Julieta González, Kalliopi Minioudaki, Cristiana Tejo y Jorge Villacorta, así como una entrevista a la artista realizada por Miguel A. López. La exposición y el catálogo se producen en cooperación con Kestner Gesellschaft, Hannover.
Al igual que muchas otras mujeres artistas de los años sesenta y setenta, Burga examina las estructuras sociales patriarcales que limitan las vidas de las mujeres e indaga sobre posibles vías de empoderamiento femenino dentro del sistema. Sin embargo, mientras sus contemporáneas en Estados Unidos y Europa celebraban sus cuerpos en una muestra de confianza y fortaleza renovada -una estrategia para mejorar la presencia de las mujeres en la esfera pública-, las pinturas y ambientaciones Pop de Burga presentan figuras femeninas que quedan excluidas de esa auto-determinación: prostitutas, mujeres solitarias en la calle o en entornos domésticos, desde donde miran hacia los espacios públicos, incluso cuando se les prohíbe la participación activa en ellos.
Sus fotografías de mujeres subrayan la enorme distancia social y el desequilibrio de poder entre los sexos que permanecen en la vida cotidiana. Una disparidad similar caracteriza las relaciones entre los diversos grupos étnicos peruanos: aunque la escena artística peruana de los años 70 y 80 adapta repetidamente las características estilísticas de la artesanía indígena, los pueblos originarios de los Andes permanecen marginados, una inequidad social que es legado de la época colonial. No tienen acceso, y ciertamente no están invitados a contribuir, a la alta cultura del país, en la que las influencias europeas aún son dominantes. Burga aborda esta división persistente en su serie más reciente: los dibujos del mercado de los años 2016-2017 y los dibujos de atuendos tradicionales peruanos de 2017.
Una pregunta que siempre resuena en el trabajo de Burga se refiere a la influencia que tienen las imágenes sobre nuestra percepción de la realidad. Entre 1974 y 1978, dibujó copias de portadas de revistas y recortes de periódicos que mostraban las apariciones públicas de mujeres. La traducción manual de imágenes reproducidas mecánicamente, que destaca la importancia de los medios de comunicación (prensa y televisión) como fuentes de información, es un recurso que la artista revisa en una serie de extractos de periódicos creados entre 2012 y 2014.
La transferencia de información al contexto artístico también define la instalación Autorretrato. Estructura. Informe. 9.6.72, para la cual Burga se somete a un examen fisiológico detallado. Este trabajo convierte al cuerpo de la artista en el objeto de una compilación de datos analíticos -el arte involucra a la ciencia en un diálogo en el cual la información médica arroja su retrato cuantitativo- para señalar que el cuerpo femenino está sujeto a criterios de perfilamiento que no solo controlan la libertad de acción del individuo, sino que también sirven como punto de apoyo de las restricciones sociales.
Un conjunto similar de fenómenos conforma el tema de Perfil de la Mujer Peruana (1980-1981). En colaboración con la psicóloga Marie-France Cathelat, Burga creó un conjunto de obras basadas en los datos de más de cien mujeres anónimas de la clase media peruana. El estudio sociológico de su rol y de las oportunidades que ven de participar en la vida social y política de su país nuevamente expone el tratamiento profundamente desigual de las mujeres por parte de la sociedad.
La observación analítica y precisa subyace en la práctica creativa de Burga, formando la base para obras que pueden parecer en principio lúdicas, pero que pronto se revelan como reflexiones críticas sobre las realidades sociales existentes y desafían al espectador a adoptar una postura y a confrontar las estructuras arraigadas. La artista está muy consciente de que no puede controlar el efecto que tiene su trabajo en el público. Como sugiere el título de la muestra, Aleatory Structures, Burga considera sus obras como impulsos cuyas repercusiones son impredecibles y moldeadas por las contingencias.