Cuando hablamos de la pintura argentina del siglo veinte, muchos son los nombres de los pintores que se mencionan como los más representativos de esta tradición artística. En el caso de las figuras femeninas, surge inequívocamente el nombre de Raquel Forner, pionera de ese arte que abarcó desde la figuración hasta la abstracción, explorando diversos aspectos formales y temáticos a lo largo de toda su vida. Pintora, grabadora y profesora de dibujo argentina, que realizó una pintura neofigurativa marcada por el dolor, evolucionando más tarde hacia un simbolismo de influencia expresionista.
Síntesis Biográfica
Nacida en Buenos Aires en 1902, estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes, de donde egresó como profesora de dibujo en 1922. Hacia fines de esa década viaja a Europa, en cierta manera como una prolongación de su formación artística, recorriendo lugares y museos, y en París, tomando lecciones con el maestro Othon Friesz. Allí se relacionó con el grupo de pintores argentinos radicados en Europa entre los que se encontraban Antonio Berni, Juan del Prete, el escultor Alfredo Bigatti y el escritor Leopoldo Marechal. En sus primeras pinturas, la búsqueda de una identidad personal la lleva a indagar en las vanguardias artísticas de su tiempo, pudiéndose observar influencias –por otra parte inevitables en los artistas americanos de la época- del dibujo expresionista, el color de los fauves, ciertos lineamientos del cubismo derivados de Cézanne, y posteriormente, el aura de la imaginería surrealista que impregnará la mayor parte de su obra. La fantasía indiscutiblemente personal de las pinturas de Raquel Forner, basada fuertemente en la expresividad del color, no se agota en una temática sin compromiso con los tiempos que le tocan vivir. Tras exponer en el Salón de las Tullerías, regresó a Buenos Aires y fundó en 1932 los primeros cursos libres de arte plástico junto a otros artistas como su futuro esposo, Bigatti. En 1937 obtuvo la medalla de oro de la Exposición Internacional de París. Su conciencia artística se ha visto permanentemente asediada por los horrores de las guerras, -las guerras mundiales, la guerra civil española- de las que ha dejado testimonio en pinturas como ‘Destino’, ‘La Victoria’, o ‘Exodo’, pertenecientes a las series ‘De España’ (1937/1939) y ‘El Drama’ (1937/1949), donde el uso de la alegoría se funde con la traducción de aquellas pesadillas surgidas de su particular concepción surrealista. A partir de entonces su pintura es el testimonio de una conciencia estremecida por los males desencadenados sobre el mundo, por las fuerzas regresivas y los infortunios de las guerras. En 1947 comienza la serie Las rocas y un año después La farsa.
Apenas iniciada la década del cincuenta, el lenguaje visual de Raquel Forner aborda el informalismo y la neofiguración, dejando poco a poco el dramatismo expresivo de sus pinturas anteriores a favor de una síntesis donde el color mantiene sus vivas cualidades aunque sin la visión dramática de las composiciones anteriores. A partir de 1957 desarrolló una intensa actividad entre Europa y América, exponiendo en las principales galerías y museos, y en 1961 es invitada de honor de la bienal de São Paulo. En su taller, convertido en museo-taller, funciona actualmente la fundación Forner-Alfredo Bigatti. Hasta la realización de la serie Espacios, su preocupación gira en torno al destino terreno de la humanidad, aunque más tarde se volvería hacia las inquietudes del hombre frente al Cosmos. La temática constante es el hombre y los acontecimientos de su tiempo, desarrollando en forma de alegorías su angustia, desesperación y esperanza ante un mundo estremecido por las guerras.
Falleció en 1988, a los 86 años, pero aún existe en Buenos Aires la Fundación Forner-Bigatti que funciona en la casa que utilizaba como taller.