Cuestionó las reglas y pautas sociales establecidas, reflexionando sobre la niñez, las represiones de los sentimientos y la falsa moral.

Mildred Burton (Entre Ríos, 1942 – Buenos Aires, 2008) fue una pintora, dibujante y grabadora surrealista​ argentina.​  Estudió en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Entre Ríos y en la Escuela Superior de Bellas Artes “Ernesto de la Cárcova. Tras ser premiada en varios salones nacionales y provinciales, en 1973 inició una larga serie de exposiciones en Buenos Aires. En 1974 ganó el prestigioso premio Marcelo de Ridder y su obra pasó a formar parte del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes. Conformó el grupo Posfiguración y realizó una innumerable cantidad de exposiciones en distintas galerías y museos argentinos. En la década del ochenta, mientras realizaba performances junto a Federico Klemm y colaboraba con las Madres de Plaza de Mayo, Mildred Burton comenzó a recibir un merecido y creciente reconocimiento.

Durante cuarenta años de producción, Burton combinó las referencias más variadas: la tradición inglesa de las artes decorativas del siglo XIX, como el movimiento Arts & Crafts, el surrealismo de Max Ernst y René Magritte, y el realismo político de la pintura argentina de los años setenta y ochenta. Pero sus referencias más perdurables fueron la literatura fantástica y los cuentos populares infantiles, a partir de las cuales creó una gran novela visual sobre el ámbito familiar y sus conflictos.

Con estas herramientas, Burton ejerció una crítica directa a lo cultural al invadirlo con lo salvaje, y entendió que el mejor modo de encontrar sus tensiones era haciéndolos convivir en el centro mismo del hogar. Fusionó en su obra dos mundos aparentemente contrapuestos como la naturaleza y la civilización, poniendo en contacto las formas humanas con las animales al punto de su transformación bestial. Al mismo tiempo, inyectó vida fantástica en los objetos más cotidianos, como un banco o una taza, para producir un extrañamiento dentro de la realidad más corriente.

Al hacer foco en la tradición de la familia occidental y el clima que la resguarda, pero abriéndole grietas con estas mixturas entre humanos, animales y objetos vivientes, Burton hizo de sus personajes vehículos simbólicos que cargan en su cuerpo la identidad nacional, llena de exuberancia natural y crueldades sociales. Así, su obra ofrece un espiral delirante que se despliega desde la quietud del hogar hasta la totalidad de la sociedad argentina que le dio origen. Esto la ha convertido en una pieza excéntrica de su generación y en una referencia ineludible de los sentires contemporáneos.