Miguel Herrera Zorrilla de San Martín nace en Montevideo, Uruguay, el 22 de agosto de 1953.
Los primeros recuerdos de su relación con el arte comienzan con su abuelo, el reconocido escultor José Luís Zorrilla de San Martín. Herrera compartió la misma casa que su abuelo, lo cual a pesar de que eran muchos hermanos y primos le permitió visitar con frecuencia el taller, en Punta Carretas ya que Miguel era el único de sus nietos que le copiaba, haciendo pequeñas esculturas en barro o plasticina. Siempre que podía, luego de ir a la escuela se escapaba con su abuelo.
José Luís Zorrilla de San Martín fue su única referencia a lo largo de su infancia, y lo recuerda como un hombre fuera de serie, un personaje, un caballero, un seductor. Durante su adolescencia, Herrera comienza a sentir la influencia de los sucesos que pasaban en el mundo, tanto en la música (woodstock), la política, el mayo del 68, el boom de la literatura en Latinoamérica, entre otros, y que influyeron y marcaron la estética de su obra hasta el presente.
En sus comienzos como artista plástico utilizaba pinturas industriales, baratas, obviamente por un tema económico pero que le permitían expresarse artísticamente. Transitó por épocas inspirándose siempre en gente que lo seducía. En ese momento la estética hippie, los movimientos de protesta de USA y Europa, el Submarino Amarillo, las tapas de discos, fueron fuente de su inspiración.
A los 20 años. Miguel Herrera se fue a vivir a Buenos Aires, dónde vivía, desde hacía tiempo ya, su tía, la famosa actriz China Zorrilla. Al poco tiempo de vivir allá, comenzó a trabajar en cine como asistente de escenografía y vestuario, combinado con otros trabajos, en una época en que Argentina estaba bastante revuelta. Fue una etapa en la que se alejó de la pintura con la idea de trabajar y formar una familia, sin resolver el tema que lo ataba, lo unía al arte.
Tres años después volvió a a Montevideo y luego de una crisis económica decide retomar la pintura, la cual calificó como su verdadera pasión. Su primera exposición fue cuando tenía 30 años. En aquella época trabajaba con aerógrafo, vendía sus primeras obras, se entusiasmó más aún con el arte, tomando al fin, el camino que lo llevaría a continuar con la tradición familiar de artistas.
Luego de esa exposición vinieron otras en Montevideo y Punta del Este, concursos ganados, premios; todas motivaciones que fueron contribuyendo a su consolidación como artista plástico.
Los primeros recuerdos de su relación con el arte comienzan con su abuelo, el reconocido escultor José Luís Zorrilla de San Martín.