Mario Carreño fue un artista cubano. (La Habana, 24 de Junio de 1913-Santiago de Chile, 20 de Diciembre de 1999). Inicia su formación académica en La Academia de San Alejandro de su ciudad natal con tan sólo 12 años de edad, recibiendo clases del prestigioso paisajista cubano Antonio Rodríguez Morey. Terminada su estancia en la Isla, se traslada a España donde completa sus estudios al ingresar en La Escuela de San Fernando de la capital madrileña en 1932. Periodo enormemente enriquecedor a nivel profesional que se ve truncado en 1936 por el estallido de la guerra civil española; Unas extremas circunstancias por las cuales es obligado a abandonar el país y trasladarse a México donde entra en contacto con los pilares del revolucionario muralismo mexicano, esencialmente con el llamado grupo de los “tres grandes”: David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco además del ilustre Rufino Tamayo. Con posterioridad retorna a Europa concretamente hacia tierras francesas, y es París el enclave escogido para ampliar sus conocimientos teóricos y artísticos al formar parte de la Academia Julien desde 1937, bajo la atenta mirada del multidisciplinar artista Jean Soubernie o el pintor dominicano Jaime Colson. Pero de nuevo el desarrollo de otro conflicto bélico, esta vez la II Guerra Mundial fuerza su salida del viejo continente, dando arranque a otra etapa personal y artística en Nueva York que se extiende a lo largo de toda una década. Con su residencia fijada de manera permanente, intercalada con temporadas en Cuba, da rienda suelta a su innato potencial y nos regala su primera gran obra fundamental: El nacimiento de las naciones americanas (1940). Un cuadro de grandes dimensiones donde se aprecia ya en el autor un extraordinario dominio de la técnica y claras referencias al arte renacentista de Botticelli o Mantegna, por los que sentía profunda admiración. Además es en su periplo norteamericano a partir de 1946 cuando dedica parte de su tiempo a la docencia, ejerciendo como profesor titular de pintura en La escuela de investigación social neoyorquina. Asimismo los viajes a su país natal, dejaron como legado en Cuba la elaboración de un mural firmado conjuntamente con Siqueiros en 1942 o sus magistrales clases en La Escuela de San Alejandro a principios de los cincuenta. Una simbiótica relación distanciada a finales de la década, y quebrada en cierta medida por la inestabilidad política nacional (Últimas bocanadas de la dictadura de Fulgencio Batista) que no recuperará la fuerza original. En su amplia trayectoria recibió gran cantidad de distinciones tales como: El Premio Nacional de La Habana (1954), El Premio Internacional Guggenheim en Nueva York (1956), el Nacional de Chile ya nombrado en 1982 o el Premio Medalla de honor de la fundación Pablo Neruda en 1997. Además su obra se halla expuesta en el Museo de Bellas Arte de Caracas, el Museo metropolitano de Miami o el Museo de La Habana, entre otros.
En 1958 se traslada a Chile. Fundador en 1959 al lado de otros artistas y arquitectos de La Escuela de Arte de la Universidad Católica, de la cual fue profesor y subdirector a finales de los sesenta. Pasó a convertirse en una de las figuras más relevantes del panorama cultural y emblema del arte chileno a nivel internacional. Nacionalizado como tal desde 1969, el digno reconocimiento a su vasta trayectoria que no vería el fin hasta 1994 (abandonó la pintura debido a problemas de salud) fue recompensado en 1982 al ser galardonado con el Premio Nacional de Arte.
Mario Carreño falleció en 1999, a los 86 años.
El 2013 se creó la Fundación Mario Carreño, liderada por sus hijas Mariana y Andrea Carreño, fue presentada durante el Homenaje a 100 años de su Natalicio, que se realizó en el Museo Nacional de Bellas Artes. La Fundación busca organizar, conservar y preservar sus archivos para finalmente difundir la obra del artista.