Madurez e ingenuidad en las pinturas de Josefina Di Candia

CRÍTICA

por Alberto Bellucci Director de los Museos Nacionales.

Josefina Di Candia habita un ámbito creativo hecho por igual de figuras y de sueños, de materia y de nubes, de solideces y evanescencia. Y de esas figuras soñadas -pintadas con gran dominio del oficio- se desprenden sueños figurados capaces de engendrar ricos discursos en el receptor.

Esta vez nuestra artista ha elegido medirse con la temible inocencia de los muñecos, esas frágiles cáscaras sonrientes que nos miran sin mirar y que, en grupos más o menos heterogéneos nos acechan desde estantes y posiciones increíbles. No es difícil imaginar ni es descaminado suponer que, apenas se cierran al público las salas de exposición, los muñecos de Josefina cobran vida, se ordenan, recomponen sus piezas y forman rondas nocturnas de chismes y susurros en un aquelarre travieso que -como el juego de las estatuas- vuelve luego a la inmovilidad cotidiana, aunque con poses diferentes cada nuevo día.

Porque las asociaciones que la autora provoca a través de fragmentaciones, duplicaciones y reflejos (el ojo/espejo de van Eyck, Velásquez y el Parmegianino, se continúa en la visión agudA de Di Candia) permite que el espectador trace su propio itinerario dentro del laberinto de senderos que se bifurcan. No es por azar -en todo caso se trata de un azar casual, no casual- que esta muestra se realice en un Centro que lleva el nombre de Borges.

La música es otra presencia querible de raíces y memorias que buscan su eco en el espectador. Josefina y sus muñecos bailan y juegan sobre collage, de partituras añosas, y la obra se vuelve sonora. También aquí es dable imaginar la transfiguración del Cascanueces en soldado real, de la autómata de Offenbach en la Olimpia de carne y hueso que enamora a Hoffmann, o del conjunto de muñecos que cada noche revive dentro la «juguetería fantástica» que Respighi convirtió en ballet gracias a Rossini. Transfiguraciones que cada uno puede convertir en un sueño propio y diverso gracias al propio sueño de Josefina.