LEONOR FINI (1908-1996)
Nació en 1908 en Buenos Aires (Argentina) hija de la italiana Malvina Braun Dubich y del fanático religioso argentino Herminio Fini, su infancia transcurrió en un ambiente difícil ya que tras el divorcio de sus padres, su familia materna impidió el contacto con su padre, éste amenazó con raptarla, por lo que la madre la llevó a Trieste (Italia) y durante seis años la vistió con ropas de niño para camuflar su identidad.
En los primeros años de su adolescencia sufrió una enfermedad ocular que la obligó a usar vendas en ambos ojos, el paso de los días en la oscuridad y su desbordante imaginación le ayudó a desarrollar una rica vida interior con imágenes fantásticas, tras su recuperación decidió convertirse en artista. De formación autodidacta, al igual que Leonardo da Vinci, obtuvo los conocimientos de anatomía dibujando los cuerpos depositados en las morgues de Trieste. Aprendió la historia del arte en la biblioteca de su tío en la que descubrió a los grandes maestros, los movimientos y los estilos artísticos, esta autoformación se completó con su gran interés en visitar museos. Todos esos conocimientos conectaron rápidamente con su rico mundo interior de fantasías oníricas y descubrió el camino al simbolismo y al surrealismo, que en esos momentos era muy difundido. En su breve paso por Milán participó en su primera exposición colectiva en 1929.
A los dieciochos años se instaló en París, donde pasó la mayor parte de su vida. Pronto entró en contacto con el círculo de artistas surrealistas, del cual nunca llegó a formar parte en el sentido literal de concepto círculo. Su resistencia, según ella misma comentó, se debió a que lo consideraba regido por la típica mentalidad burguesa, también catalogó al ideólogo del grupo André Bretón, como un irremediable misógino; pese a ello participó en exposiciones colectivas y en 1935 realizó su primera exposición individual en la galería de Christian Dior cuando aún no había abandonado el arte por la alta costura
Leonora Carrington, Dorothea Tanning, Kay Sage, Eileen Agar, Remedios Varo y Leonora Fini fueron destacadas figuras del movimiento surrealista más allá del género que trabajaron sobre lo simbólico, lo onírico, las obsesiones y el subconsciente. En 1936 el galerista Julien Lévy encargado de llevar el movimiento surrealista europeo a América, se convirtió en su marchante y la presentó por primera vez en una exposición conjunta en su galería de Madison Avenue con Max Ernst y la incluyó en la exposición “Dada y Surrealismo” organizada por el MoMA compartiendo espacios con los más importantes de la época como Georgio de Chirico, Salvador Dalí, Max Ernst e Yves Tangui. Ese mismo año, dos de sus cuadros formaron parte de la exposición internacional de Londres y escandalizaron al crítico del periódico Daily Mail, que los describió como “un par de bofetadas en la cara de la decencia, algo que no puede permitirse”.
Famosa también por su personalidad independiente, inteligencia y belleza, muchos de los fotógrafos más famosos quisieron retratarla, de ahí la gran colección de imágenes que se conservan, Henri Cartier Bresson le tomó una foto desnuda en el agua de una piscina también fascinó en el mundo de la moda y Coco Chanel y Elsa Schiaparelli le diseñaron ropa especialmente.
En el plano artístico destacó por ser la primera mujer en pintar un desnudo masculino, al que siguió una serie de cuadros dominados por la belleza andrógina. Leonor Fini no era una artista convencional, ni se dedicó a una única disciplina, como diseñadora de vestuario y escenógrafa trabajó en obras de teatro como “Las criadas”, de Jean Genet, óperas como “Tannhaüser” de Richard Wagner y directora de arte en películas como “Paseo por el amor y la muerte” de John Huston, entre otros muchos proyectos. En 1969 fue galardonada con el Premio de la Crítica al Mejor Vestuario de Teatro por sus eróticos trajes transparentes en los que se exageraba el atributo masculino para “El concilio del amor” de Oskar Panizza. También produjo obra literaria con varias novelas e ilustró otras de Edgar Allan Poe, Jean Cocteau y el Marqués de Sade.
Escandalizó con su obra y llevó una vida convencional que también generó gran controversia.
“Toda la pintura es erótica. Ese erotismo no tiene necesariamente que estar en el tema. Puede estar en la forma con que se pinta un ropaje, en el diseño de una mano, en un pliegue”
Durante 40 años mantuvo una doble y consentida relación con el poeta polaco y autor de varios ensayos sobre su obra Constanine Jelenski y con el diplomático y pintor Stanislao Lepri que la siguió hasta su muerte en 1987.
“Nunca he vivido con una sola persona. Desde los 18 años he preferido estar en una especie de comunidad, una casa grande con un taller, gatos y amigos, y con un hombre que tienda más a ser un amante y con otro que tienda más a ser un amigo. Siempre ha funcionado”.
Pintora extravagante y exquisita a la vez, reina de la bohemia, vivió rodeada de una treintena de gatos por lo que no es extraño que los gatos fueran uno de los temas más recurrentes en sus cuadros, así como las máscaras, los esqueletos, los cráneo, los elementos que se relacionan con la muerte y de una manera muy especial obsesión por la representación de esfinges, un personaje mitológico con el que se identificaba profundamente. Las imágenes de la artista en su madurez, su imaginería y su obra respiran siempre un misterio inquietante.
Leonor fue un verdadero referente del erotismo en el arte. entró de lleno en temas que hasta esos momentos fueron tabú para las mujeres como el sexo, el sadismo, bisexualismo, el lesbianismo, su intimidad, represento a mujeres maltratadas por la sociedad, rebeldes, brujas o prostitutas, pero siempre con la elegancia y la sensibilidad que hacen de su pintura su reconocible estilo personal.
Su inquietante mirada se apagó en París en 1996 y su producción ha sido expuesta en Europa y Estados Unidos, y forma parte de exposiciones permanentes de numerosos museos internacionales.