HÉLIO OITICICA (1937-1980)
Reconocido por su constante experimentación, el artista plástico brasileño fue uno de los más influyentes del siglo XX. Comenzó a formarse en pintura en 1954 con Ivan Serpa en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro (MAM). Entre 1955 y 1956 participó del Grupo Frente. Desarrolló trabajos de arte abstracto y concreto, pasando de la bidimensionalidad a experimentar con el espacio en sus Invenciones, Monocromías, Bilaterales y Relieves espaciales. Entre 1960 y 1961 realizó su primer Penetrable y la maqueta de Projeto Perros de Caza. En 1963 presentó sus Bólides. Al año siguiente comenzó a crear sus ambientes participativos, Manifestaciones ambientales. En la exposición colectiva «Opinião 65», en el MAM, presentó Parangolés a partir de su experiencia con la Escuela de Samba de Mangueira. En 1967 organizó la exposición «Nueva Objetividad Brasileña» en el MAM y presentó Tropicália. En 1969 realizó su primera exposición individual en la Galería Whitechapel en Londres. En 1970 viajó a Nueva York becado por la Fundación Guggenheim, donde permaneció hasta 1978. En 1973 creó el concepto de «Casi-cine» e inició la serie Block- Experimentos en Cosmococa con otros artistas.
Tropicália y Éden
Dos obras emblemáticas de Hélio Oiticica, artista fundador del movimiento del tropicalismo en el Brasil de los años ’60. «Éden» y «Tropicália» son experiencias inmersivas en las que el público habita espacios para crear y a su vez, que recrean los paisajes característicos brasileros. Ambas instalaciones están pensadas para ser recorridas con todos los sentidos: se camina con los pies descalzos sobre arena mientras se observan aves y plantas.
«Tropicália, con su multitud de imágenes tropicales, es una especie de condensación de varios lugares reales. Tropicália es un tipo de mapa: es un mapa de Río y es un mapa de mi imaginación. Es un mapa en el cual uno entra. En Tropicália creé una especie de escena tropical, con plantas, guacamayos, arena, piedras, guijarros, grava … La sensación terrible que sentí allí dentro fue como si estuviera siendo devorado por mi propio trabajo, como si fuera un gran animal. Interpreté esto como si una transformación estuviese siendo procesada en mi trabajo y pensamiento. El problema de la imagen se presenta aquí objetivamente, y si bien el mismo es universal yo lo propongo como típicamente nacional, tropical y brasileño. Quise acentuar este nuevo lenguaje con elementos brasileños en un intento extremadamente ambicioso de crear un lenguaje que fuera nuestro, erigiéndose frente a la imagética internacional del Pop Art en la que una buena parte de nuestros artistas estaban sumergidos.
En Éden traduje mis experiencias personales en algo abierto. Al fin, esas cabinas son todas parecidas. Todas están basadas en una sensación de ocio, son un lugar donde acostarse, donde pensar. La arena, la paja, en las que uno se acuesta o permanece de pie, son nada más que accesorios para algo que siempre se relaciona con una condensación de percepciones; se trata de estar en una situación donde uno puede liberar dentro de sí algunas cosas esenciales. Éden es un «campus» experimental, una especie de aldea donde todas las experiencias humanas son permitidas. Es un lugar mítico para las sensaciones, para las acciones y para la construcción del cosmos interior de cada uno – por eso, se dan proposiciones abiertas e incluso materiales brutos y crudos para que el participante lleve a cabo acciones con ellos. Nunca estuve tan contento como con el proyecto de Éden. Me sentí completamente libre de todo, incluso de mí mismo.»