Enio Girola Iommi (1926-2013) nació en Rosario, Argentina. Su padre fue un escultor italiano que había estudiado en la Accademia di Belle Arti di Brera, en Milán. “Con las enseñanzas de mi padre aprendí qué era la escultura”, recuerda Iommi. “Él era un escultor clásico, era figurativo, y yo no. Había largas discusiones entre nosotros sobre este tema”. En 1938 se trasladó con su familia a Buenos Aires, donde luego compartió un taller con Alfredo Hlito y Eduardo Jonquières.
En 1945 realiza sus primeras esculturas concretas. Es uno de los miembros fundadores de la Asociación Arte Concreto-Invención. En los años ’50 emplea diversos materiales como alambre, aluminio, acero inoxidable o bronce. En 1960 representa a la Argentina en la II Exposición Internacional de Arte Concreto llevada a cabo en la Kunsthaus de Zurich. Al año siguiente interviene en la VI Bienal Internacional de San Pablo y en 1964 integra el envío argentino a la XXXII Bienal de Venecia. En 1969 participa en la I Bienal de Nüremberg. En esta época, su obra inicia un proceso de cambio y, en 1971, presenta Una línea, un espacio en la Galería Carmen Waugh. En 1977, bajo el título Adiós a una época, realiza una exposición en la Galería del Retiro en la que se advierte un giro en su poética. Las obras de esta etapa incluyen acrílico, metales, piedras, desperdicios de toda índole, que le sirven para plantear las contradicciones de la vida moderna. Participa en las principales exposiciones organizadas en el exterior que tratan el desarrollo de la abstracción en el Río de la Plata. Muchas de sus esculturas están emplazadas en lugares públicos y privados.