DOMINGO CANDIA (Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina, 1897 – París, Francia, 1976)
Ha sido considerado un precursor entre las corrientes artísticas modernistas del país.
Nació en Rosario y en esta ciudad se formó junto a Enrique Schroender. Muy joven, en 1914, viajó a Europa y a los 17 años se instaló a vivir en Florencia, donde se encontró con el influjo de la escuela francesa de siglo XIX, la obra de los “macchiaioli” y el vanguardismo futurista. Allí estudió junto a Giovanni Costetti, riguroso de la forma. Allí se vinculó con Medardo Rosso y con los argentinos Curatella Manes, Gómez Cornet, Musto, Pettoruti, Schiavoni y Xul Solar. En 1920 conoció la obra de Cézanne en una exposición dedicada a este artista en la Bienal de Venecia, que lo guiaría a la reflexión, la estructura compositiva y el orden. Cezanne, Ingres y Seurat se convertirán en sus principales referentes artísticos.
En 1922 regresó al país. En 1924 envió al Salón de Otoño su “Autorretrato”, que fuera reproducido en la revista El Círculo y fuera concebido con la rigurosidad formal aprendida de Costetti. “La cabeza, de acentuado carácter, se impone por el vigor de su estructura plástica, pese al dibujo un tanto vacilante” Slullitell explica que en esta obra “[…] ya se lo ve como un pintor de gran fuerza colorística” Rafael Sendra dice: “[…] El retrato, el rostro, de colores muy elaborados, emerge desde un espacio “natural” de variantes frías hasta un llameante juego de cálidos, en el semieje simétrico superior. Composición estricta, sujeta al número de oro, en lo referente a la forma. De todos este juego de relaciones, enmascaradas más allá de la superficie, surge un sentido de nobleza burguesa, una refinada presencia que observa desde el mundo de lo inerte. La permanencia. La mediterraneidad clásica. Aún cree en la representación. Pero, cómo es ésta? Participa de aquello que por esos años se engloba dentro de lo moderno. Fundamentalmente el color adquirió un alto grado de independencia. La aplicación de la materia en el soporte por momentos tiene la plasticidad de un naturalismo romántico que deriva hacia las manchas italianas. Suman un respetuoso juego de jerarquías que culminan en la inquietante mirada. El cuadro es la construcción de una mirada. La visión en el silencio […]”
Luego, en 1924, residió en Paris y asistió al taller de André Lhote. Instalado en la capital francesa y fascinado por el espíritu de la ciudad se dedicó a pintar motivos urbanos continuando sus investigaciones en el espacio del cuadro definido por oblicuas y líneas de fuga violentamente perspectivadas, aunque atenuadas por un refinado uso del color y de los tonos. En esta época conoció la obra de Metzinger, Villon y Duchamp y descubrió a Fernand Leger como maestro y pintor. Instalado en la capital francesa, se incorporó lentamente a su ambiente artístico acercándose a una abstracción sin abandonar nunca el referente de la realidad, con formas armónicas y equilibradas no exentas de dinamismo estructural.
En 1933 regresó al país y expuso en Muller, en 1934 volvió a partir hacia Europa.
En 1943 volvió a instalarse en Argentina, pero volvió a la capital francesa donde se radicó en 1949. En 1958 obtuvo el Primer Premio del Salón Nacional y en 1966 el Premio Palanza.
De los 50, da cuenta de la madurez de su estética “Paisaje”, fechado en 1952 resuelto en una gama de colores ácidos y quebrados, amarillos, verdes y azules.
En 1970 realizó una muestra retrospectiva en el Museo Castagnino que fue expuesta en Córdoba y Buenos Aires.
Murió en París en 1976.
En general, como explica Slullitell, su obra “se apoya en la realidad natural, despreocupada del volumen. Metamorfosea, sintetiza y da líneas de contorno en arabesco. Sus colores se dan en planos parcelados: como un mosaico” María Laura San Martín , lo ubica entre los “postcubistas” y explica: “La estratificación de planos, la absorción de la perspectiva aérea y el sostenimiento de la superficie con la justa valorización del tono son las notas características de la pintura de Candia, quien residió largos años en Paris, subsistiendo para el arte con el salario de un humilde trabajo. La evolución estilística lo llevó a una expresión casi abstracta en la que los ritmos y las articulaciones angulosas de las formas enlazan la composición con valor de síntesis, pero es en el manejo de la paleta donde Candia pone su nota más personal: un austero contrapunto de zonas acromáticas -grises y blancos- con algún color ubicado con total justeza”
María de la Paz López Carvajal