CARLOS PAEZ VILARO (1923-2014)
Páez Vilaró fue autodidacta, su pintura se nutrió de aventuras y desafíos. Tomando del paisaje y de las diferentes culturas todo aquello que lo impactó, lo plasmó a su manera en miles de trabajos enriqueciendo su obra y manteniendo activo su coraje para seguir batallando en la búsqueda del arte.
Sin ser arquitecto, construyó su casa y al mismo tiempo una capilla multicultos en la timonera de un cementerio, tomando el trabajo con concepto de escultura y actuando con total libertad. También se dedicó a la cerámica, la escultura, la música y las letras.
Con su presencia en Punta Ballena, el Museo-Taller de Casapueblo, se vio impulsado por su dinámica, recibiendo delegaciones internacionales, estudiantes y turistas de todas partes del mundo.
Reseña
Carlos Páez Vilaró nació en Montevideo, Uruguay, el 1º de noviembre de 1923.
Marcado por una fuerte vocación artística partió en su juventud a Buenos Aires, donde se vinculó al medio de las artes gráficas, como aprendiz de cajista de imprenta en Barracas y Avellaneda. A su regreso al Uruguay, en la década del 40, motivado por el tema del candombe y la comparsa afro-oriental y vinculándose estrechamente a la vida del conventillo “Mediomundo”, entra de lleno a manifestarse en el campo del arte.
Con pasión desenfrenada, Páez Vilaró se entregó totalmente al tema, pintando decenas de cartones, componiendo candombes para las comparsas lubolas, dirigiendo sus coros, decorando sus tambores o actuando como incentivador de un folklore que en ese momento luchaba por imponerse contra la incomprensión.
Lavanderas, velorios, navidades, mercados, bailongos a la luz de la luna, poblaron los cartones y lienzos de Páez. Agotado el tema, fue inevitable su partida hacia Brasil, donde iniciaría un largo viaje a través de todos aquellos países donde la negritud tenía fuerte presencia: Senegal, Liberia, Congo, República Dominicana. Haití, Cameroun, Nigeria…
En ese periplo pintó centenares de obras, realizó múltiples exposiciones y dejó su sello en monumentales murales. Se ha volcado a la pintura, escultura, cerámica, cine y literatura de tal manera y con tanta pasión que dejó en cada arte huellas imborrables.
Conoció a Picasso, Dalí, De Chirico y Calder en sus talleres y vivió con el Dr. Albert Schweitzer en el leprosario de Lambaréné.
Páez Vilaró, integrando la Expedición Francesa “Dahlia”, logró realizar en Africa, el film “”Batouk”, distinguido para clausurar el Festival de Cannes. En toda su vasta trayectoria de realizaciones y a pesar de los viajes y los cambios experimentados en su pintura durante el medio siglo de acción, el artista mantuvo con firmeza su lealtad al tema afro-uruguayo, al que le siguió dedicando las mejores horas o acompañándolo a tambor batiente cuando cada año se celebra la ceremonia de “las llamadas”.
El conventillo “Mediomundo”, punto de arranque de su obra, fue demolido y con él, su riquísimo historial. Páez Vilaró, radicado finalmente en Punta Ballena, Uruguay, tiene su taller en la cúpula mayor de Casapueblo, su “escultura habitable”, modelada con sus propias manos, sobre los acantilados que miran al mar en Punta Ballena.
Ayudado por estudiantes de la Corcoran Art y de la Facultad de Arte de Maryland trabajó durante un mes en la realización del mural titulado “Raíces de la Paz”. En él plasmó escenas referidas a la integración social, cultural y económica de los países de América, haciendo hincapié en el respeto a la libertad de expresión, de culto y de ideales. Con el obstáculo como mayor estímulo y dueño de una brillante capacidad de producción, conquistó la admiración de la gente y su obra ganó el reconocimiento internacional.
Carlos Páez Vilaró pintó hasta el último día de su vida. Falleció en Casapueblo, el 24 de febrero de 2014.
Fue despedido con honores de Estado y el país entero lloró su partida. Dejó en sus obras un legado valioso para toda la humanidad, lleno de energía, color y amor por la vida.