Jacques Bedel: Rapsodias

Las sinfonías visuales de Bedel

El sugerente título de esta muestra de Jacques Bedel (Buenos Aires, 1947), es la punta del hilo para interpretar, no sólo las obras que la componen, sino también la lógica creativa que sostiene desde sus inicios, a mediados de la década del sesenta.

Si una rapsodia es, como se sabe, la unión libre de fragmentos diversos en una composición literaria o musical, las rapsodias de Bedel son compuestas por secciones visuales de algo trascendental. Las enigmáticas piezas parecieran ser el borde de un abismo de sentido, cuyo significado profundo se esconde en acabados de materialidad fría e impersonal. Sin embargo, resulta inevitable vincular obras como Rapsodia del mar o Rapsodia del aire al espíritu romántico de siglo XIX, enamorado de las emociones que suscita lo imponderable de la naturaleza: esa extraña afición del ser humano por aquello que percibe con los sentidos y que le recuerda su insignificancia, o mejor, su eterna partici- pación en el cosmos, como un minúsculo eslabón del mismo.

Vista en retrospectiva la producción de Bedel participa de una cosmogonía en curso, donde sus mecanismos lógicos hacen las veces de andamio, guiando un proceso creativo que materializa en pinturas, fotografías, esculturas y objetos. Sus conocimientos como arquitecto, así como la experi- mentación con elementos diversos y no tradicionales, le valieron desde el comienzo de su carrera ar- tística, importantes reconocimientos. Los materiales que utiliza (tanto en su obra escultórica, como en sus instalaciones fotográficas), que proyectan, reflejan, absorben o polarizan la luz, según el ángulo de observación, funcionan como metáfora de su interés en la religiosidad, las filosofías orientales y la física cuántica, como respuestas posibles a la interrogación acerca de la existencia de Dios y del Mal. De manera cifrada y con una estética de a momentos ascética, estas Rapsodias versan sobre preguntas sin solución unívoca, porque se relacionan con lo infinito. ¿Cómo representar esa realidad inalcan- zable, esa cualidad intangible de todo lo existente? Bedel ensaya respuestas con poética cientificista y espiritualidad laica, poniendo en suspenso las explicaciones totalizadoras que la humanidad ha ido encontrando sobre lo inconmensurable. Y pareciera alertarnos: hay un mundo inabarcable más allá de nuestra mirada; existe tanto en el universo de continua expansión, como en la porción más ínfima de materia, exhortándonos a mirar hacia adentro. Este artista se ubica en el filo que separa la creencia religiosa de la explicación científica del mundo, en una posición que privilegia la experiencia estética sublime como respuesta a las preguntas más fundamentales de la humanidad.

Florencia Ferreyra Área de Investigación Museo Caraffa