Alfonso Mena, Seducción

La exposición se fundamenta en las exploraciones del tema del lenguaje, su descomposición y reorientación a partir de la pintura abstracta

El Museo de Arte Moderno exhibe Alfonso Mena. Seducción, una muestra que tiene como fundamento la exploración del lenguaje, su descomposición y reorientación. Las palabras, lejos de permanecer estáticas, están en continua transformación. En la obra de Mena la seducción entraña el dominio simbólico de las formas y el extravío de la verdad: una seducción cargada de éxtasis y pasión.

Mena busca persuadir y conmover al espectador mediante el uso de herramientas lingüísticas y técnicas que, en plena era digital, podrían aparecer anacrónicas: la encáustica, el plomo, la resina o el grafito. Su pintura está tapiada de velos que permiten entrever la materia oculta y una multiplicidad de planos que se entrelazan a partir de sus reflejos. Al igual que Paul Klee, Mena hace visibles las fuerzas invisibles.

Su trabajo es la manifestación de un principio autónomo e irreductible, la realidad interior; de ahí la fuerza centrífuga de sus imágenes. La abstracción de Mena admite la inclusión de figuras y palabras; la realidad se convierte en una imagen mental cargada de intención.

Seducción busca la construcción de los lugares y los imaginarios en la obra del artista, mediante el dominio extenso entre imagen, lenguaje y memoria: imagen, como proyección mental y material; lenguaje, como el carácter gestual del objeto, y memoria, como construcción a partir del reflejo del mundo sensible.

El artista enlaza la imagen y la palabra para construir un artificio de la memoria, en que la imagen no es pasiva, sino activa.

La exposición busca reflejarla y perimetrarla mediante la evocación de un zoótropo, aquel ingenioso tambor con ranuras que producía la ilusión de movimiento al hacer girar unos dibujos estampados en su cara interior. El lenguaje es parte integral de este trabajo, con el que el autor configura un alfabeto propio para configurar un universo subjetivo. La memoria es un laberinto de pensamientos y vocablos que buscan hacer eco con la circularidad del recinto que la alberga.

“Decía Plinio El Viejo en su Historia natural que la primera imagen es la proyección de una sombra. Una muchacha enamorada de un joven que dejaría la ciudad trazó con unas líneas el contorno de su amante sobre la pared a la luz de una vela. La muchacha, al dibujar la sombra de su amado con un carbón, consiguió cercar y retener la imagen del amante que se va. La separación, el alejamiento y la ausencia fueron los orígenes de la pintura. La sombra real se marcha con el viajero en tanto que su contorno, fijado en la pared, eterniza su presencia en los límites de una imagen, explica Miguel Ángel Rosas, curador del Museo de Arte Moderno.

“El mito del origen de la representación artística se centra, así, en el motivo de la proyección. Cuando una imagen se proyecta sobre la pared cambia su soporte y cambia su materialidad. La sombra y la luz, prototipos de ella, no son más que prototipos de la semejanza. El arte abstracto de Alfonso Mena tiene movimiento y tiende al desplazamiento de los cuerpos en el espacio. La imagen como proyección primigenia produce un impulso interior, y es en esa apertura donde reside la dimensión misma del objeto. El primer núcleo de la exposición pretende pasar de un medio a otro, de un soporte fijo a otro en movimiento. Según la tradición aristotélica de la representación que busca mover, conmover, tocar, afectar, seducir.

“El lenguaje de Alfonso Mena es táctil pues la materia crea esa posibilidad. Texturas, veladuras y atmósferas que evocan un tipo de mirada: un plano desde el cual Mena nos aproxima a su universo plástico, al orden mental exclusivo del artista. Se resiste a la objetividad del lenguaje, a sus secretos develados, con la creación de un alfabeto propio y dinámico cargado, sobre todo, de intimidad y distancia.

“Mena pone en evidencia la imposibilidad misma del archivo mediante un proceso de visibilidad e invisibilidad de las prácticas del arte. Los dibujos fuera de los gabinetes muestran lo que se escapa a esos procesos de clasificación; es la ruptura con el pasado y su ansia clasificatoria por la atemporalidad de la obra de arte. En estos tres gabinetes Mena intenta seducir a través de su propia definición de los significados de las palabras y el arte en un afán por capturar el tiempo”, remató Miguel Ángel Rosas.