Marina Nuñez del Prado

“Mis obras yo las siento gestarse como unas criaturas y cuando con el último martillazo sobre el cincel mi criatura se deja bañar por la luz del día, mi corazón se rompe en un sollozo de júbilo y de triunfo, ya la dejo irse de mis manos como la madre que deja partir a su hijo por los inciertos caminos de la vida; no se sabrá si será un ser perseguido o un triunfador, pero para mí me queda la gloria de haberle hecho nacer y dolor de haberle dejado partir”.

Marina Nuñez del Prado (La eternidad de los Andes, 1973)

Marina Núñez del Prado nació el 17 de octubre de 1908 en La Paz, Bolivia. Se formó entre 1926 y 1929 en la Escuela Nacional de Bellas Artes de La Paz, admirando el trabajo del escultor italiano Miguel Ángel Buonarroti. Desde 1930 a 1938 fue profesora de escultura y anatomía artística.

Trabajó principalmente con granito negro, alabastro, basalto y onyx blanco, así como con muchos tipos de maderas nativas de Bolivia. Su obra se caracteriza por figuras pesadas pero con muchas curvas y sensualidad, así como de cuerpos femeninos estilizados. En su primera época su interés se encaminó hacia lo indígena lo que le permitió, posteriormente construir un lenguaje acorde a su tiempo, una obra ligada al paisaje, al hombre y la mujer de los Andes. Es reconocida como la más importante escultora boliviana del siglo XX.

Entre 1948 y 1958 viajó exhibiendo su obra en numerosos países, regresando posteriormente a Bolivia. En los últimos años de su vida fijó su residencia en Perú donde viviría con su marido un escritor peruano. En Lima, en el distrito de San Isidro está aún su casa, hoy convertida en una fundación, donde sus esculturas se muestran al público. Falleció en Lima, en 1995.