Julia Tellaeche
Artista Plástica y Pintora, nació en 21 de septiembre de 1936, en Coronel Vidal, Provincia de Buenos Aires. Entre 2007 – 2010 expuso sus obras en el complejo Costa Salguero dentro de la muestra Arte Clásica y Contemporánea y, también en el año 2010, en Pergamino Arte Contemporáneo, organizado por la Fundación Arte de las Américas, ente otros. Actualmente reside en Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
BIOGRAFÍA
JULIA TELLAECHE
Se inció en la pintura y el dibujo a temprana edad y realizó estudios académicos.
Concurrió a la “Peña de artistas plásticos” desde 1960 hasta 1969. Allí fue discípula de Demetrio Urruchúa. Hizo taller de muralismo con el maestro Juan Carlos Castagnino y de escultura con José Alonso. Efectuó exposiciones colectivas entre 1961 y 1964.
Mención en el “Concurso de manchas” de la calle San Juan. Segundo premio “Figura salón municipal de Necochea” (1962). Segundo premio Salón Regional de Ayacucho Dr. Pedro Solanet (1969).
En el año 1972 realizó tres murales en la escuela nro. 59. Reinició su labor en el año 2000. Participó en la exposición colectiva del museo Juan Carlos Castagnino en 2002.
Entre 2007-2010 expuso sus obras en el complejo Costa Salguero dentro de la muestra Arte Clásica y Contemporánea y, también en el año 2010, en Pergamino Arte Contemporáneo, organizado por la Fundación Arte de las Américas, entre otros.
Su obra es clásica, pero la lectura es contemporánea. Julia Tellaeche toma en sus creaciones elementos de la escuela más destacada de la pintura argentina, exhibe un estudio y una exploración sensible de los grandes maestros para concebir piezas sutiles, despojadas de artilugios. Antonio Berni y Lino Spilimbergo en los rostros, Juan Carlos Castagnino en la elección de la paleta y Demetrio Urruchúa, de quién fue alumna, en la exactitud de las composiciones. De cada uno hay un trazo. La esencia de Julia Tellaeche está en la reflexión emocional. El resultado es una obra de gran valor, que refleja un trabajo maduro y preciso.
Sería un error hablar de categorías o estilos puros, o más que un error, sería tropezar con un análisis incompleto: asoman en sus obras destellos del movimiento abstracto, del expresionismo y del muralismo. No hay intención alguna de contar historias, los mecanismos narrativos están reducidos a su mínima expresión. Sus obras toman forma por sí solas, crecen orgánicamente en los sucesivos trazos, sin ideas previas; la semilla es una mancha, el desarrollo es casi azaroso. Puede suceder un retrato, puede suceder un paisaje, o una composición indefinida que se sostiene en el trabajo cromático. Detrás de la obra subyace la dedicación, señal certera de una artista que encontró una línea propia en base a construir y deconstruir, a una selección intensiva de sus propios hallazgos estéticos.
La temática, si es que se puede definir alguna, es libre. Julia Tellaeche se deja llevar en su propia introspección. Puede ir detrás de un horizonte natural, o puede sacudir al espectador con un rostro en primer plano. La única constante es la síntesis, decir con lo mínimo, sin trazos innecesarios, dejar librada la interpretación a la percepción de los silencios. Ahí es donde resalta con una fuerza particular la influencia de Urruchúa, especialmente por la capacidad de leer minuciosamente el espacio y las texturas, para después indagar en la construcción del equilibrio y alcanzar un manejo notable de la profundidad y los planos. Por ejemplo en los rostros, donde con sólo resaltar los ojos (ahí aparecen Spilimbergo y Berni) construye el contorno completo, el resto son valores y proporciones que sugieren ligeramente un todo.
Y aunque primera vista parezca una obra directa, la estructura general, la ubicación de cada elemento, genera tensión, delimita un clima propio, armónico pero profundo que vibra en la conexión entre las emociones, los planos y el trabajo cromático. Son pinturas clásicas, sí, de enorme fuerza.