Juan Carlos Ñañake Torres

PINTURA  Y ETNICIDAD PALPITANTE

La pintura símbolo mayor de un pueblo, es el lugar imaginario de todos los artistas que llevan en sí una entraña innovadora, ahí donde el tiempo y la vida se extienden y se congregan bajo el color de una misma mirada y de un trabajo creador en nativo romance, el que pertenece axiológicamente al espíritu de una época ,de esta época convulsa y contradictoria que hasta hoy anda en busca de flameantes mitos futuristas, mitos que ennoblezcan la existencia y el placer de nuestros sueños, porque contemplar la obra de Ñañake es adentrarse en el nacimiento de la epifanía aborigen, es acceder a un rito de imágenes esenciales que son los rostros de una cultura que se transforma en el lienzo y que en el artista lambayecano Sican Moche se convierte en una visión panorámica que reconoce los espacios y vivencias, que son amplificados en la visión pictórica de Ñañake, aquella visión que recorre los periplos de un alma que va descifrando y sumergiéndose en el enigma de las entes y de este tiempo que nos acorrala como la mutación de un arte que se mira a sí mismo, hacia la memoria visual de un pueblo que resiste en sus valores y riquezas, graficadas en este encendido universo estético, el de los meandros interiores de un artista que resurge en cada una de sus obras, como una fantasía de la imaginación reproductora, la de un Ñañake en concepción permanente de su arte, aquí en esta densidad de la historia nuestra, donde el derroche de color es un placer que refuerza las creencias y las obsesiones de un artista que interpreta el mundo antiguo y atávico  desde una perspectiva estética propulsora , la que patentiza todo el simbolismo de una composición autoctonista, donde todos los recursos del artista confluyen como una comunión de la historia y de un renovado vislumbramiento, intenso, vibrante y vital, que sólo la dinámica de un creador apasionado y desmedido puede lograr, esa originalidad terrestre de los espíritus o apus siderales que transitan por Ñañake, focalizando su arte en el mundo costeño andino. Espíritu Sican Moche Chimú Tallán que el estima sacramente con el idioma cósmico de los colores híbridos de toda esta nuestra nostálgica cultura americana, aquella que se revitaliza en cada uno de sus cuadros, como un realismo mágico en toda su plenitud expresiva ,para dar siempre a luz, epopéyicas épicas y magnas obras  que son el testimonio de su libertad cabalgante  y de la capacidad creadora inagotable de un Ñañake que navega por los cauces de una evolución gravitantemente madura, porque se va depurando paulatinamente de todo lo anecdótico y ornamental, para ingresar al reino de la luminosidad flagrante, porque Ñañake es uno de los casos más notables de la pintura en este norte, un ingente remozador de todas estas fuentes, para acoger lo primitivo y lo terrígeno como esencia perdurable de la contemporaneidad en esta magnitud simbólica, porque Ñañake ha construido todos los pilares de su obra con el predominio de los grandes contrastes y como una travesía hacia el fondo de los orígenes, nada de costumbrismos superficiales y baladíes que hoy abundan, nada de concesiones al mercantilismo , el artista  consiente de su oficio le arranca la belleza testimonial a todo su entorno y a sí  mismo, se desgarra en los encuentros con las grandes dimensiones de la creación, el conoce la sabiduría ancestrígena de su pueblo y la plasma con el barro y las raíces de su ser inmerso en todos los horizontes, porque Ñañake pertenece a esta estirpe de los tótems y de las parcialidades,  de los que buscan su linaje en la pintura, como los chamanes y los curanderos  de este esotérico soñar ,de los Ai  Apaec Naylams Tacaynamus ,como de estas formas abigarradas como frisos precolombinos, como ese transmutar de los idiomas cromáticos inspiradores de su obra, que se juntan y se simbiotizan con cada día de este sol erótico hiperenergético, refocilándose en esta infinidad de imágenes, que hoy toman su mayor impulso como el brillo esplendente de este firmamento de Ñañake, rostros míticos quiméricos oníricos vernaculares idílicos, rostros que son como unos frondosos espíritus que batallan dentro de estas visiones, los que se mezclan armoniosos para despertar bucólicamente ante estos lienzos y cuadros  que nos incitan a la rebelión de los dioses  escondidos y furtivos. Donde el pintor Ñañake experimenta con audacia milenaria este manantial de imágenes y de complejos mundos y universos, reveladores de una incólume cosmovisión moche, la que hurga desde sus laberintos y dédalos y desde las entrañas de su pueblo, así Ñañake con su fantasía cósmica lunar y con su fantasía etnográfica se convierte no sólo en un prolífico pintor sino en un pintor visionario que avizora en lontananza la resurrección de nuestra cultura, fundando  nuevas  naturalezas en toda su convocante pintura, quizá el encarne la corriente pictórica más importante de estos tiempos y también en este contexto, donde se anuncian y se revelan los grandes avances de un gran movimiento artístico neo indigenista que romperá con el anquilosado perturbante y tedioso encasillamiento de la pintura en nuestros medios, así la prominente obra del  grande Ñañake está dotada  de profundidad y totalidad, es decir, obras que son como restallantes apariciones como encantos como epifanías, porque Ñañake es el mensajero telúrico de esta corriente marcadamente hilozoista, aquel que siente que debe ponerlo todo en esta concepción, su identidad y su compromiso con todos los círculos de la vida en el plano y en trance de toda su euforia, con el tiempo y con la historia, todo por este su mundo, el de la resistencia cultural, el que se  eleva y el que no soporta ningún tipo de sojuzgamiento, porque Ñañake recobra con su pintura, las crónicas de un pueblo, las pasiones de su gente y el lugar exacto de todos sus embrujos, porque todo artista debe vivir embrujado sino no es artista, Porque en esta dimensión la obra de Ñañake es una de las más significativas y ostenta la magnífica propuesta artística más lúcida, que le da validez a esta obra del maestro Ñañake, que viene a ser un arte que se tiende a vivir en el gozo extremo, es decir, el de estos tiempos deslumbrantes de su trabajo creador, que son los más fecundos y los más célebres, porque la pintura de Ñañake es una trinchera que palpita en la etnicidad resistente, por esa conexión que tiene su obra con la tierra y con la llamarada de la historia, aquella  pintura que nos redime, porque el arte de Ñañake obedece al ideal estético de un pintor que ha hecho de su obra un altar a todas las piedras angulares de las filosofías formativas de nuestra peruanidad y también a toda nuestra etnicidad que se alza como un templo entre estas ensoñadoras latitudes.

Lelis  Benjamín Rebolledo Herrera

Poética, Filósofo y Amauta