Amelia Peláez

Al recordar la vida y obra de Amelia Peláez del Casal, quien falleciera en La Habana el 8 de abril de 1968, homenajeamos a una de las figuras más célebres de la plástica cubana del siglo XX, con una vasta obra representativa de la Cultura de la Isla, quien una vez manifestó: “Siempre he tratado de captar la luz de Cuba, y en el trópico, lo cubano”.

Nació en Yaguajay, Las Villas, el 5 de enero de 1896 en el seno de una familia burguesa. En 1915, se trasladaron para la capital, a una casona colonial del barrio de La Víbora, perteneciente en la actualidad a Santos Suárez, municipio de Diez de Octubre.

A los 20 años ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro de La Habana. Poco tiempo después viajó a Filadelfia y Nueva York, Estados Unidos; y más tarde continuó sus estudios en París, donde recibió clases de la pintora rusa Alexandra Exter.

Los especialistas estudiosos de su obra artística la clasifican en tres períodos. El primero: Cuba, la academia de 1924 a 1927; segundo: París, la apropiación del modernismo 1927 a 1934 y tercero: Cuba, definición y desarrollo de una estética desde 1934 hasta 1968.

En 1924 realizó su primera exposición en Cuba y en 1933 presentó una exposición personal en la Galería Zak de París. Al año siguiente regresó a Cuba y creó un taller en su propia casa, en el que participaban importantes personalidades de la Cultura.

Trabajó en 1937 como profesora de Estudio libre de escultura y pintura. En 1943, la Institución Hispano-Cubana de Cultura de La Habana organizó una retrospectiva de su obra desde 1929 hasta esa fecha.

Su forma de expresión artística siempre ha sido considerada muy particular y sincera. Se plantea que tenía un estilo muy personal que se aprecia en toda su obra pictórica. Asimismo ocurre con su trabajo de ceramista, el cual constituyó una parte importante de su vida profesional.

Podría decirse que la pintura de murales es la parte de su obra más popularmente conocida, en especial el de la fachada del actual Hotel Habana Libre, situado en la Rampa, en el barrio habanero del Vedado.

Uno de sus contemporáneos, y otro grande de la plástica, René Portocarrero, dijo que ella fue la primera que supo recoger nuestro color local y trasladarlo a cuadros de enorme belleza y a obras maestras en la plástica. También el escritor José Lezama Lima enalteció su trabajo, al expresar que creaba «de una fruta, de una cornisa, de un mantel’ y convertía cada elemento en un homenaje a la tradición, ‘una voluptuosidad inteligente que comenzaba por ser una disciplina, una ascética, un ejercicio espiritual».

Una vez comentó que su obra no había sufrido cambios bruscos, “cuando me he visto en una encrucijada, en una problemática situación en que debía escoger entre varias posibilidades me decidí por… todos. En este sentido, como en otros, siempre he sido aventurera…”.

A lo largo de su carrera realizó numerosas exposiciones personales y colectivas tanto en Cuba como en México, Estados Unidos, Colombia, Venezuela, España, Suecia, Francia, Reino Unido así como en la antigua Unión Soviética.

En el edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, se exhiben numerosas obras que incluye pintura, dibujo y bocetos de murales, además, hay más de 60 piezas realizadas en cerámica.

Durante su vida obtuvo importantes premios y distinciones como en la Exposición Nacional de Pintura y Escultura en el Colegio de Arquitectos de La Habana en 1935, al que renunció por estar en desacuerdo. Similar galardón conquistó en 1938 y en 1956 recibió el Premio de Mérito del VIII Salón Nacional de Pintura y Escultura de La Habana, entre otros. Poco antes de morir, le otorgaron la Orden Nacional 30 años Dedicados al Arte.

Referencias

Tribuna.cu / Prensa Latina / Enciclopedia cubana Ecured