María Izquierdo
María Izquierdo se casó con un militar siendo muy joven. Con dos pequeños hijos, se separó de su marido y se mudó a la ciudad de México en una época en que era muy osado para una mujer divorciada el vivir sola y ser pintora. Ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes donde estudió bajo la tutela del pintor Germán Gedovius. Tuvo su primera exposición individual en la ciudad de México en 1929, y poco después mostró su trabajo en el Arts Center de Nueva York. En este mismo año, Izquierdo se involucró sentimentalmente con Rufino Tamayo, y durante cuatro años fueron compañeros y compartieron estudio. Las obras producidas por ambos a finales de los veinte y comienzos de los treinta presentaban varias correspondencias e influencias mutuas estilísticamente. Representaron temas semejantes incluyendo naturalezas muertas, retratos y desnudos. Sus paletas eran también similares. Tamayo compartió con Izquierdo sus conocimientos, enseñándole la técnica de la acuarela. En 1936 adoptó algunos principios del surrealismo, debido a su amistad con el poeta Antonin Artaud, que visitaba México en ese tiempo. Definió su trayectoria bajo la influencia de las ideas de vanguardia como de diversas manifestaciones de la cultura popular. Como mujer artista sufrió por el monopolio de los muralistas Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, quienes bloquearon sus esfuerzos por pintar murales en la ciudad de México. Murió de una embolia en 1955. «En reconocimiento a su obra pictórica, la Unión Astronómica Internacional (UAI) bautizó un cráter de Mercurio con el nombre de la artista plástica mexicana María Izquierdo (1902- 1955)».
Fuente: Notimex, Periódico Reforma, sección de cultura, pag. 18, miércoles 22 de Julio de 2009.
BIOGRAFÍA
MARÍA IZQUIERDO (México, 1902 – 1955)
Octavio Paz veía en María Izquierdo a la representación de «una diosa prehispánica. Un rostro de lodo secado al sol y ahumado con incienso de copal, […] era dulzura misma. Tímida, íntima», como lo son sus pinturas.
Y es que con carácter imperante de deidad originaria, tuvo la fuerza de colocarse como referente femenina de la plástica nacional en tiempos convulsos y difíciles para las artistas mexicanas.
María Cenobia Izquierdo Gutiérrez, oriunda de San Juan de los Lagos, Jalisco, hija del nuevo siglo, nació el 30 de Octubre de 1902; en Saltillo y Aguascalientes vivió su etapa infantil y adolescencia.
Muy joven, producto de su pasional carácter, contrajo nupcias aún siendo una puberta a la edad de 15 años, con Cándido Posadas Izquierdo, miembro de las fuerzas militares, procreando tres hijos con él. Diez años después al llegar a la Ciudad, la brillante artista tomó la decisión de divorciarse, decisión controversial para una mujeres de la época.
A los 25 años entra a la Academia de San Carlos, cuyo director era el muralista Diego Rivera, su estancia fue solamente de un año; sin embargo, su amistad con el destacado artista Germán Gedovius, el cual conoció en clase de pintura, visualizó a María y su gran capacidad.
Este apego cercano con el gran Gedovius finalizó cuando Izquierdo dejó la Academia para aventurarse a crear experiencias propias, acción aplaudida por el maestro Rufino Tamayo, con quien sostuvo un romance hasta 1933.
A pesar de las dificultades propias de la época rechazó al nacionalismo, corriente ejecutada en todos los ámbitos culturales, incluyendo la Academia de San Carlos; María rompió con el estereotipo y revistió con lenguaje propio fuera de los lineamientos académicos.
La poderosa artista plasmó temas ancestrales, raíces originarias, naturaleza muerta, paisajes, retratos familiares, su raza, pasajes cotidianos, la vena y corazón de la cultura popular, de la sociedad que le tocó vivir.
Antonin Artaud en su viaje a México a mitad de los años 30, dijo de su obra «está en comunicación con las fuerzas del alma india», promoviendo sus cuadros en París.
María Izquierdo, y sus historias llenas de misterio colorido, con las que revestía su arte, con idioma poético, rompiendo moldes; con un estilo propio, colores consagrados, elementos naturales y el diálogo indígena que sostuvo en sus majestuosa composición, particularidades que la llevaron a mostrar su raíz artística al mundo en 1930 en el Art Center de Nueva York por invitación de Frances Flynn Pyne; ponderándola como la primera pintora mexicana cuya obra fue apreciada fuera de su país.
En 1931 se desempeñó como docente en la Escuela de Artes Plásticas de la SEP y se adhirió a la Liga de Escritores y Artistas revolucionarios.
A mitad de los años 40, cuando el país se conducía por el camino del «progreso y la modernidad«, fue requerida por el entonces Jefe del Departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez, para pintar un mural en el antiguo Palacio del Ayuntamiento.
Debido a la opinión de Rivera y Siqueiros, su contrato fue cancelado, por falta de experiencia; se le otorgó la opción de pintar algún otro lugar, a lo que la artista se negó, este desafortunado evento repercutió en la carrera de Izquierdo, quien al ser la primera mujer en pintar un mural al estilo propio de los maestros muralistas, su talento tendría un despunte mayor, cotizando sus obras en el mercado.
La gran Maria Izquierdo abandonó el mundo etéreo el 2 de Diciembre de 1955, han pasado 64 años desde su partida; la popularidad de otras artistas, como la de Frida Khalo, ha ocultado la grandeza de la «diosa prehispánica».
Admirada por José Celestino y Gorostiza, Villaurrutia, Fernando Gamboa, Germán Gedovius, Antonin Artaud, Tamayo, Paz y el propio Diego Rivera, su producción artística ha sido poco valorada. Recordemos a la mujer que aperturó el camino y luchó contra el ambiente cultural liderado por hombres; rebelde dejó la Academia para dotar sus obras de lenguaje personal, así coadyuvo al objetivo del nacionalismo cultural (estando fuera de sus lineamientos) dotando al país de mexicanidad.
Diosa, natural, rebelde, pasional, purista, personal, maestra, pintora, María Izquierdo es la génesis de la participación femenina en la plástica mexicana posrevolucionaria.
Cristina Espitia
María Izquierdo nació en San Juan de los Lagos, Jalisco en 1902. Aunque poco conocida, fue la primera pintora mexicana en exponer sus obras en 1930. Proveniente de una familia de escasos recursos, desde muy temprana edad le tocó vivir una vida difícil. A los 14 años fue casada con un militar por la fuerza, lo cual marcó su carácter y obra. De su matrimonio tuvo tres hijos. Cuando se mudó a la capital mexicana en 1923, se divorció a su primer esposo.
Durante su juventud, María Izquierdo vivió en Aguascalientes, Guanajuato y finalmente en la Ciudad de México. En sus primeras obras mostró parte de su entorno más cercano: retratos de amigos y familiares, naturaleza y paisajes. En su trabajo temprano también es apreciable su tránsito del mundo rural al urbano. Para 1930, participó en un concurso convocado por la cementera Tolteca, en el cual recibió una mención honorífica.
Una mujer rebelde en un mundo conservador
Su obra de carácter vanguardista posee fuertes elementos de la mexicanidad en el contexto posrevolucionario. En 1928 ingresó a la Academia de San Carlos, misma que abandonó debido al machismo que dominaba el ámbito artístico. La situación se agravó cuando Diego Rivera (entonces director de la Escuela Nacional de Bellas artes) designó su obra como la de mayor talento y proyección.
Por otra parte, grandes pintores de la época como Germán Gedovius, Saturnino Herrán y Diego Rivera fungieron como sus mentores. Una educación académica cerrada y excluyente no servía de mucho para una persona cuyos talentos brillaban por sí solos. De 1929 a 1933 mantuvo una relación sentimental con Rufino Tamayo, cuya convivencia permitió una gran retroalimentación de estilos entre ambos artistas.
Después de mostrar su obra con poco éxito en la Galería de Arte Moderno del Teatro Nacional, María Izquierdo se convirtió en la primera mexicana en exponer en el extranjero. Sus pinturas se presentaron en 1929 en el Art Center en Nueva York en una muestra internacional. La exposición constó de 14 obras y a partir de entonces su trabajo empezó a cobrar una dimensión de género, como una lucha de la reivindicación de la mujer en el arte.
María Izquierdo, lo femenino en México
En gran medida, María Izquierdo enfocó su obra a la representación del papel de la mujer del México posrevolucionario. Dicho trabajo era considerado marginal, ya que las instituciones gubernamentales invertían en trabajos artísticos que ayudaran a la constitución de la identidad nacional.
Aunque en dicho periodo se hicieron grandes obras como las de Siqueiros, Orozco y Rivera, es importante reconocer que se formó un sesgo excluyente en el arte nacional.
La multiculturalidad mexicana quedó supeditada a la identidad del hombre mestizo revolucionario. Sin embargo, en la obra de Izquierdo lo popular tiene una mayor presencia, además de colocar a la mujer en situaciones paritarias.
Cuando Antonin Artaud visitó México en 1936, declaró que la obra de Izquierdo estaba inspirada por “espíritu de la raza”. Agregó: “Incuestionablemente María Izquierdo está en comunicación con las verdaderas fuerzas del alma india”.
Durante los años treinta, María Izquierdo colaboró en un grupo antifascista, coordinando Carteles Revolucionarios Femeninos para Bellas Artes. Además, formó parte de la Liga de Escritoras y Artistas Revolucionarias y apoyó la causa de la Expropiación Petrolera con una subasta de arte. Poco a poco el discurso feminista de su obra fue cobrando una mayor dimensión. En su texto La mujer y el arte, Izquierdo denunció de forma concreta la opresión en que vivía la mujer revolucionaria. “Es un delito ser mujer y tener talento”, declaró la pintora en 1953.
Últimos años
En 1938, María se casó con el pintor chileno Raúl Uribe, quien la animó a pintar retratos por encargo. Además, realizó varias obras sobre la religión popular de México, destacando su altares en honor a la Virgen de los Dolores.
Lamentablemente, en 1948, cuando su carrera estaba a la alza, María Izquierdo sufrió una hemiplejia que paralizó el lado derecho de su cuerpo y la dejó sin habla. La enfermedad degenerativa la privó de seguir regalando creaciones al imaginario mexicano. Finalmente, falleció en 1955 debido a una embolia. Aunque fue contemporánea y pionera del arte femenino mexicano junto a Frida Kahlo, su obra no ha sido dignamente valorada.
De acuerdo a la historiadora de arte Germanine Gómez:
“Pese a que sus temas tienen como principal fuente de inspiración la cultura popular, no hay nada más alejado del ‘costumbrismo’ que el arte de esta gran figura jalisciense. A contracorriente de los pintores nacionalistas, cuyo lenguaje se basaba en el concepto exaltado de la mexicanidad, la poética pictórica de María explora el alma intrínseca del México profundo desde una mirada sensible que logra conciliar con gran maestría el espíritu de sordidez y fiesta de nuestro pueblo.
“Sus pinturas armonizan la tensión entre melancolía y pasión que fueron los rasgos característicos de su personalidad. El arte de María Izquierdo es la sutil simbiosis de drama y ternura, soledad y jolgorio, violencia y juego, primitivismo y sofisticación: una pintura ensimismada, palpitante de vida y rebosante de pasión”.