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El Universo de Aurelio Salas

18 abril, 2013 - 17 mayo, 2013

Retorno mágicamente a la década del setenta y por alguna razón, que muchos relacionarán con aquellos cruentos momentos históricos, no puedo recordar ningún día con sol. No tengo intención de enmarcar mis palabras con metáforas armadas para la situación que encajen bien en estos tiempos, pero en mi memoria selectiva aparecen solo confusas y erráticas imágenes de mi barrio y mi niñez. No sucede lo mismo con Kimba, Hijitus, Astroboy, El Hombre de acero o Batffin, que eran los dibujitos animados que tanto disfrutaba mirando Canal 10 de Tucumán. Lo notable, es que los recuerdo en colores cuando en realidad solamente existía tv en blanco y negro.

Lo que sí tengo claro es que cuando llegaba el día domingo, corría a ver el periódico que estaba sobre la única mesa que teníamos en casa y lo más preciado reposaba allí: “el dibujito” de Aurelio Salas en la página literaria del diario La Gaceta. Todos los domingos aparecía una de sus obras en tinta china ilustrando poemas o cuentos de escritores y poetas argentinos. Yo, que era un niño inquieto, observaba con gran espíritu opinante cada línea, cada trazo, tratando en mi cabeza de dilucidar los secretos de «ese tipo que dibujaba tan raro». Más aún, recortaba los «dibujitos» y los guardaba en el cuaderno Rivadavia de matemáticas para seguir haciendo mis propios análisis en horas de clase en la escuela Normal.

Cada domingo era un nuevo descubrimiento, un nuevo escalón en el asombro. Tanto insistí en el tema, que un lunes mi padre me dijo: “el viernes van a hacer un «no sé qué» en el museo Timoteo Navarro… y va a estar el tipo que dibuja en el diario. Vamos a ir”. Fue una semana angustiosa, lo confieso. Me preparé como nunca. No rezongué cuando me peinaron con Glostora ni aun cuando me pusieron esos zapatos con trenzas que tanto aborrecía. Llegamos en el Gordini y aferrado (aterrado también) a mi padre entré al museo. Sentí que ingresaba al Coliseo donde luchaban los gladiadores. Recuerdo cada una de las luces y el piso de muchos colores. Solté la mano de papá y me dispuse a descubrir por mi propio instinto quién era Aurelio Salas.

La cantidad de gente me jugó en contra. Los nervios, la muchedumbre que hablaba y los mozos con sus bandejas me noquearon contra una de las paredes. Se me iba… Salas se me iba… con una bocanada de oxígeno tomé valor y le pregunté a una señora que devoraba un sanguchito, y ella señalándome un grupo de gente me dijo: allí está.

El corazón me apaleaba el pecho y logre pararme entre medio de las piernas de unos señores y lo descubrí… Al fin estábamos frente a frente, sin máscaras, sin disfraces. La multitud ya no importaba. Solo él y yo. Me pareció titánico, tenía unos lentes enormes y una voz que daba recelo. Un vaso de vino tinto en la mano iba de aquí para allá y hablaba de pintura. Mientras, yo pensaba en todo lo que tenía para decirle. Pero, los nervios me terminaron de ganar la batalla y como si hubiese sonado el toque de retirada, huí empujando piernas que querían impedir mi escapada.

Luego, tuve que inventar mil excusas para explicar a mi padre de por qué no había podido hablar con el «señor del diario» Fue una experiencia demoledora. Con el tiempo, recuperado a medias de aquel encuentro, comencé furtivamente a usar las lapiceras de tinta china que usaba mi padre para dibujar planos en Vialidad Provincial, tratando de copiar al maestro. Así, sin darme cuenta, pasaron los años, siempre mirando sus dibujos y pensando constantemente que «algún día hablaré con él». Eso nunca ocurrió.

En diversas oportunidades he tenido el honor de ser parte del rescate de su labor, de curar sus exposiciones, de elegir las imágenes de sus catálogos y tengo el privilegio divino de conocer de memoria casi la totalidad de la evolución de su obra magnífica e incomparable. Sobre la rotundidad en el manejo de la línea, la densidad del claroscuro y la bohemia impenitente de este artista legendario, se han referido grandes críticos, especialistas y allegados al gran maestro del dibujo Sixto Aurelio Salas.

Sería una tautología de mi parte seguir vertiendo tinta sobre lo mismo. Como así también sería una falta de respeto y una cobardía no reconocer la influencia que su imagen ha dejado en mí como en tantos otros artistas que han bebido de su tintero. Solamente al sumergirse en su obra es posible dimensionar el impacto que causó en las generaciones que lo sucedieron y en sus contemporáneos. Él no se parece a nadie y todos tienen algo de él. Todos. Y hablo de los más grandes y famosos. Hablo de sus recursos y modismos. De los que no pudieron escapar aún de su universo y de los que se pavonean de «contemporáneos».

Constantemente he escuchado decir que si hubiese viajado seguido a Buenos Aires, Salas sería un artista muy famoso, pero en su cabeza eso no tenía cabida. Él estaba totalmente abstraído en su obra y en el compromiso de desarrollarse como artista. Nadaba en otra dimensión, en esa a la que no se puede acceder haciendo cursos, ni clínicas, ni se puede adquirir en fascículos, como tampoco te la pueden enseñar en ninguna facultad de artes. La fantástica dimensión donde fluye la eternidad. La dimensión de los artistas.

Pablo Iván Ríos
Artista Plástico
Tucumán – Argentina

Detalles

Comienza:
18 abril, 2013
Finaliza:
17 mayo, 2013

Local

Consejo Federal de Inversiones (CFI)
San Martín 857
CABA, Buenos Aires Argentina
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