Abraham Palatnik nació en Natal (Río Grande del Norte), en 1928, en una familia de judíos rusos que se había instalado años antes en esa ciudad, donde estableció sus primeras actividades comerciales. Cuando aún era un niño, se mudó a Palestina, actual Israel, donde vivió por espacio de quince años. Estudió mecánica y física y se especializó en motores de explosión. Paralelamente a esos estudios, asistió a clases de dibujo, pintura y estética en un taller libre de arte. Del vuelta en el Brasil, en 1947, conoció al crítico de arte Mário Pedrosa, cuyo trabajo inédito sobre la teoría de la Gestalt dejaría un importante legado para el arte brasileño, y para el propio Palatnik. Otro factor fundamental en la trayectoria del artista fue el impacto causado por su visita al hospital psiquiátrico Engenho de Dentro, en Río de Janeiro, donde la doctora Nise da Silveira estaba desarrollando un tratamiento pionero de los internados, por medio del estímulo de actividades de creación artística. Palatnik decidió abandonar los procedimientos tradicionales de pintura y, durante dos años, permaneció recluido, hasta crear su primer aparato de proyecciones luminosas. Partiendo del caleidoscopio, ejecutó un estudio de proyección de lentes en el cual buscó controlar las imágenes generadas al azar, conduciendo las formas y los movimientos con un sentido plástico. El color se emancipaba así de los pigmentos y era proyectado por luces coloreadas. De ese modo, el artista renunciaba al instrumental pictórico consagrado (pintura, pincel y caballete), abriendo un campo inédito para las investigaciones en arte y tecnología. Precursor en el uso expresivo de la luz y del movimiento, consiguió, por medio de un engranaje mecánico invisible, extraer nuevas posibilidades que rompían con la rigidez clásica de la pintura con sus aparatos “cinecromáticos”, nombre inventado por Mário Pedrosa. Éste escribió sobre ellos: “El instrumento del joven pionero brasileño proyecta sobre la pantalla u otro material cualquiera semitransparente composiciones de formas coloridas y en movimiento”. El primer aparato cinecromático fue enviado a la I Bienal Internacional de San Pablo, en 1951, pero fue excluido por el jurado nacional, con el argumento de que no se encuadraba en ninguna de las categorías del reglamento. Sin embargo, la delegación japonesa no presentó las obras que había propuesto y, en función de ese imprevisto, Palatnik fue autorizado a exponer. Finalmente, hasta ganó una mención de honor. En esa ocasión, los jurados internacionales consideraron la pieza “una importante manifestación de arte moderno”. El crítico de arte argentino Jorge Romero Brest, uno de los jurados de la I Bienal, publicó en el número 26 de la revista Ver y Estimar que en aquella máquina “se van dibujando formas diversas, animadas por un colorido intenso que puede llegar a ser muy fino y sutil, estructurándose como composiciones que la pintura propiamente dicha quiere obtener pero no obtiene”.
A lo largo de los años, el artista-inventor fue introduciendo diversas modificaciones técnicas en sus obras. Su formación en mecánica le permitió explorar con familiaridad motores, circuitos eléctricos y equipamientos industriales. Con habilidad inventiva, experimentó diversos soportes y materiales, y también produjo objetos industriales. Junto con los aparatos cinecromáticos, desarrolló los “objetos cinéticos”, formados por varas e hilos que tenían en sus extremos discos de formas geométricas coloridas, que se movían con el auxilio de motores o electroimanes. Éstos estarían más próximos al campo de experimentación de la escultura y el diseño.
Pronto las imágenes luminosas proyectadas por los aparatos cinecromáticos tendrían su equivalente en el cine y en la pintura. Según las consideraciones del crítico Federico Morais, con tales aparatos Palatnik anticipó la vertiente constructiva que se desdobló con los grupos Ruptura (San Pablo, 1952) y Frente (Río de Janeiro, 1954), y también fundó las vertientes tecnológicas del arte brasileño.
Tras representar a su país en la XXXII Bienal de Venecia, en 1964, su obra fue reconocida internacionalmente y generó innumerables invitaciones para exhibir en Europa y los Estados Unidos. En ese mismo año, el artista participó de la muestra Mouvement 2, organizada por la galería francesa Denise René, junto a grandes nombres del arte cinético mundial. Desde entonces, Palatnik se convirtió en uno de los artistas brasileños de mayor prestigio en el exterior; intervino en muchas exposiciones y sus obras pasaron a integrar importantes colecciones públicas y privadas.
La pieza Sequência vertical, de 1964, por ejemplo, adquirida por intermedio de la galería Denise René, ingresó en el acervo de la Colección Costantini de MALBA, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, en 1999. Este aparato cinecromático está compuesto por una superficie de plástico semitransparente cuya parte interna, formada por 31 lámparas, genera diversos movimientos al ser accionada por motores. Y, por fin, ese mecanismo eléctrico creado por el artista proyecta sobre la pantalla composiciones coloridas.
Luiza Mader Paladino