Artista, filósofo y referente del diseño a nivel internacional.
«Éramos la generación de la Segunda Guerra. El fascismo, la proliferación de dictaduras latinoamericanas, una oligarquía ciega y absurda y un arte […] almidonado, que tuvo algún mérito. Nos escribían con lápiz sobre los cuadros: “Concretos concretinos”. Pero nosotros intuimos que cerraba un mundo y empezaba otro. ¿Qué podíamos hacer a los veinte años? Imaginamos cosas fantásticas: un mundo sin guerra, sin racismo, con más justicia, y el arte como elemento de coagulación de esas ideas. Una utopía.»
       
Pintor, diseñador gráfico e industrial, docente y teórico. Nació en Buenos Aires en 1922. Maldonado estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes. A principios de los años cuarenta -junto a Jorge Brito, Alfredo Hlito y Claudio Girola- firma un manifiesto repudiando la selección efectuada en el Salón Nacional en el que cita al italiano Carlo Carrá afirmando: “Es esencial suprimir a los imbéciles en el arte”. En 1944 realiza sus primeras pinturas concertistas. A mediados de los 40, funda la Asociación Arte Concreto-Invención junto a Raúl Lozza, Alfredo Hlito, Manuel Espinosa, Lidy Prati, Antonio Caraduje, Enio Iommi, Jorge Souza, Alberto Molenberg, Simón Contreras, Oscar Núñez, Rembrandt Van Dyck Lozza, Rafael Lozza, Primaldo Mónaco. Escribe, junto a su hermano, el poeta Edgar Bayley, el Manifiesto Invencionista publicado en ocasión de la primera muestra de la Asociación en marzo de 1946, que en su protocolo de presentación decretaba el fin de «la era artística de la ficción representativa» y se pronunciaba contra la nefasta polilla existencialista o romántica, los subpoetas de la pequeña llaga, el academicismo y los «filisteos» y «vanguardistas indignos» que avalaban los premios del Salón Nacional, y del pequeño drama íntimo y todo arte de elites, gritando al final con mayúsculas “NI BUSCAR NI ENCONTRAR: INVENTAR”, con “júbilo” y sistematización.​
 A finales de los cuarenta trabaja en el diseño gráfico, influenciado por Vantongerloo. Pronto se dedica sobre todo al diseño industrial, que marca su obra del futuro. Ampliando el campo del diseño hacia el proceso elaborador, se decanta por un enfoque científico y sistemático del diseño. Los objetos fabricados tienen cualidades formales que —según él— se encuentran «principalmente en las relaciones estructurales y funcionales que hacen de un sistema un todo coherente».
En los años cincuenta, Maldonado se mudó a Alemania, invitado por Max Bill, para enseñar en la Hochschule für Gestaltung de Ulm, de la que también se convirtió en director entre 1964 y 1966, en tanto que de 1967 a 1970, se trasladó a la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos.

En Italia, enseñó diseño ambiental en la Universidad de Bolonia, y más tarde diseño ambiental y diseño industrial en el Politécnico de Milán. Durante su carrera también se interesó por las aplicaciones de la filosofía y, en particular, de la semiótica en el campo artístico.

En 1984 visita la Argentina donde promueve la creación de las carreras de Diseño Gráfico y Diseño Industrial en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires.

En los ochenta es nombrado Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires y entre 1992 y 1997 se desempeña como Profesor Consulto y Director del Departamento de Diseño Industrial del Politécnico de Milán.

Tomás Maldonado recibió los mayores reconocimientos internacionales por su trayectoria. Entre otros cargos importantes, fue presidente del Comité Ejectivo del ICSID (International Council of Societies of Industrial Design) y director de la revista Casabella. En 2012 recibió el Premio Konex Mención Especial por su destacada trayectoria en las Artes Visuales de la Argentina.

Falleció en Milán, en noviembre de 2018.