José Clemente Orozco uno de los máximos expositores del movimiento muralista mexicano. Existieron grandes muralistas en el México, sin embargo, sólo tres nombres siempre se repiten: José Clemente Orozco David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera.
José Clemente Ángel Orozco Flores nació en Zapotlán el Grande, actual Ciudad Guzmán, el 23 de noviembre de 1883. Luego la familia se estableció en Ciudad de México. Con 14 años, José Clemente Orozco fue enviado a estudiar a la Escuela Nacional de Agricultura en San Jacinto, y aunque no estaba interesado en la agricultura, logró tener sus primeros ahorros dibujando mapas topográficos. Graduado en la Escuela Nacional de Agricultura, estudió más tarde matemáticas y dibujo arquitectónico.
En 1916 presentó su primera exposición individual en la librería “Biblos”, la cual fue poco comprendida por la novedad de su arte, y un año después pintó algunas de sus obras más reconocidas: “Soldaderas”, “Combate” y “El retrato de su madre”. José Clemente Orozco se casó con Margarita Valladares y tuvieron tres hijos. Diego Rivera y José Clemente Orozco se conocieron a los 10 años de edad, mientras tomaban clases con José Guadalupe Posadas.
En el año 1922 Orozco se unió a Diego Rivera y a David Alfaro Siqueiros en el sindicato de pintores y escultores con el objetivo de intentar recuperar el arte de la pintura mural bajo el patrocinio del gobierno. El movimiento muralista mexicano llenó de monumentales obras el país con una tendencia nacionalista y popular. A lo largo de su carrera no abandonó el aspecto indígena y precolombino pero sus intereses se extendieron a la condición humana, su relación con la tierra, la religión o la guerra, así como la libertad, las ideologías y el papel que deben jugar los estados.
Su primera gran obra fue la de los murales en San Ildelfonso, que finalizó en 1926, y que dejó sin acabar para encargarse de otros trabajos como ‘Omniescencia’, en la Casa de los Azulejos (1925) o ‘Reconstrucción’, en la Escuela Industrial de Orizaba. De 1927 a 1934 viajó a Estados Unidos realizó varios murales en torno a la fraternidad, esclavitud, trabajo, artes y ciencias, a partir de las teorías de la simetría dinámica. De esta etapa destaca uno de sus trabajos más conocidos, ‘Prometeo’ (1930). De regreso a México realizó un gran tablero para el Palacio de Bellas Artes, denominado por Justino Fernández como “La katharsis”, 1934. En la Suprema Corte de Justicia (1941) en la Ciudad de México pintó la obra ‘Las riquezas nacionales’, que consta de cuatro tableros y engloba tres temas principales; en dos tableros se refiere a la justicia y critica y satiriza su práctica, llena de errores e injusticias. Otro tema se refiere a las riquezas nacionales; los productos de la tierra, y donde metales preciosos y petróleo están bajo la protección de la bandera mexicana y del jaguar, símbolos nacionales. El último tema se refiere a los movimientos sociales obreros.
En el año 1946 se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes, y en esos años prolíficos realiza en Guadalajara los muros del Paraninfo de la Universidad, la escalera del Palacio de Gobierno y el Hospicio Cabañas. Su primer trabajo exterior lo realiza en 1947, en la Escuela Nacional de Maestros, titulada ‘El pueblo se acerca a las puertas de la escuela’. En el lapso que va de 1941 a 1944 Orozco se dedicó a la pintura de caballete y a otra gran obra mural en la bóveda y los muros del coro de la antigua iglesia de Jesús Nazareno y en donde las ideas que plasma se relacionan con el ‘Apocalipsis’.
José Clemente Orozco falleció el 7 de septiembre de 1949 en la Ciudad de México, y fue sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres, honor que, por primera vez en México, se dio a un pintor.