Armando Villegas, el pintor del realismo fantástico
ARMANDO VILLEGAS   (1926-2013)

 

Nacido en la sierra peruana de Pomabamba,  Ancash, Chavín de Huántar, Norte del Perú. Templo del Dios del Chavín, creador del mundo, dice la leyenda. Pero desde 1951 ha residido y trabajado en Bogotá, siéndole concedida la nacionalidad colombiana en 1993.

«Llegué a Colombia tras ganar una beca para estudiar en la Universidad Nacional. Mi intención era seguir a México, porque yo era muralista. La cosas no se dieron y aquí estoy, toda una vida.»

Estudió Artes Plásticas en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima, donde se licenció. Continuó sus estudios de postgrado en la Universidad Nacional de Colombia, especializándose en “Pintura Mural”.Es pintor incansable y sumamente prolífico, lo que sumado a su larga vida, hace incontable el número de obras realizadas, los salones expositivos nacionales e internacionales en los que ha participado y los premios recibidos. Por no ser tedioso destaco su primera exposición individual realizada en 1953 y las medallas de honor que ha recibido de sus dos países. Su vida ha estado volcada a la práctica artística, pero también a su labor docente. Él da un valor muy especial a esta tarea ya que considera que el pintor además de poseer un mundo interior rico debe conocer la técnica y los caminos por los que han transitado otros artistas antes. Fue profesor de la Universidad de los Andes del año 1958 al 64. Luego, durante el 65 y 66, estuvo en la Pontificia Javeriana. Y del 73 al 2000 perteneció a la Universidad Nacional. A lo que hay que añadir que en 1986 fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá.

Etapas y obras. La obra de Villegas es larga, completa y, cómo todos los grandes genios, inclasificable en un único estilo. En su carrera pictórica conviven estilos opuestos, que él convierte en complementarios: la abstracción y la figuración; la modernidad y la tradición; la vanguardia y las raíces culturales. Según sus propias palabras:

“El artista permanentemente debe estar en la búsqueda de distintas posibilidades para recrear su imaginación. Con los pies siempre puestos en el terruño, con los ojos y la mentalidad abierta para percibir todos los influjos que vienen, inmerso en esas raíces profundas que son la sustentación para quien siempre está activo en el campo de la generación de hechos pictóricos…”.
Es, por tanto, un artista de rica y diversa expresividad que no obedece más que a los impulsos de su genio.

Sus personajes, llamados genéricamente guerreros, son seres de fábula aparentemente repetidos, pero siempre distintos que nos desafían con su mirada altiva. Algunos son conquistadores, otros caballeros incas, la mayoría retratos imaginarios con coraza y yelmo de los que asoman un universo de seres: penachos de plumas, lagartos, colibríes, serpientes aladas, rostros, ramajes… Caprichos oníricos que pueden recordar no sólo la mitología prehispánica, sino también un mundo irracional que entronca con pintores como El Bosco o Arcimboldo.

El color es otro elemento magistral de estos cuadros, capaz de crear ambientes por sus estridencias (rojo, verde, dorado) o por sus colores terruños (ocre-lozas).