Una visión tridimensional de la abstracción.

Tras iniciar sus estudios como artista plástico en la Academia Altamira en la ciudad de Buenos Aires, con 16 años el talentoso Sérgio de Camargo arrancó con buen pie al convertirse en alumno de Emilio Pettoruti y Lucio Fontana. Tiempo después, en un viaje a Europa, pudo conocer el trabajo de Constantin Brancusi, Hans Arp y Georges Vantongerloo.

Estuvo una buena temporada en el viejo continente, donde tomó un curso de filosofía en la Sorbona, y allí tuvo la oportunidad de conocer a Gaston Bachelard. De igual forma, pudo conocer de primera mano el trabajo de algunos de los escultores más relevantes de la época.

En el año 1953 Sérgio de Camargo regresa a Brasil, donde continúa trabajando en su propuesta artística, consiguiendo su primera exposición en el Salón Nacional de Arte Moderno de Río de Janeiro, su ciudad natal, mostrando al público carioca sus primeras esculturas figurativas realizadas en bronce.

En paralelo con su formación académica, comienza a experimentar con la elaboración de piezas tridimensionales abstractas y geométricas, sustituyendo el bronce por materiales como el yeso, al tiempo que se integra al Groupe de Recherche d’Art Visuel.

A comienzos de la década de los sesenta, Camargo decide establecerse definitivamente en París y entra en la École Pratique des Hautes Études, donde toma un curso de sociología del arte con Pierre Francastel.

Al año 1963 corresponde su serie Relevos, en las que comienza a componer grupos escultóricos empleando para ello cilindros de madera cubiertos con pintura monocromática, desarrollando su planteamiento del Orden y el Caos. En el año 1966 participa en la Bienal de Venecia.

Algunos años más tarde sustituye los materiales con los que hasta ahora había trabajado por el mármol, una piedra que se convierte en la materia prima de su preferencia, en especial durante la década de los setenta.

Actualmente la Tate Gallery de Londres posee varias piezas de Sérgio de Camargo en su colección permanente.

Por Luis Benshimol