Pionero de la fotografía de vanguardia en Argentina

HORACIO COPPOLA  (Argentina, 1906-2012)

Soy fotógrafo. Mi obra, imagen óptica de lo real, transcrita por la cámara y contenida en la imagen final, es testimonio de mi identidad de autor: fragmento de la realidad, criatura de mi visión, ahora liberada según su orden para vivir su vida propia.

​En 1935 la Municipalidad de Buenos Aires encargó a Horacio Coppola un relevamiento fotográfico de la ciudad para la edición de un libro, que se publicó al año siguiente con el título de Buenos Aires 1936 (Visión fotográfica), y fue reeditado en 1937. Las dos fotografías aquí presentadas pertenecen a la serie tomada por Coppola para esa publicación, y componen un díptico representativo del talento del autor y, asimismo, del amplio recorrido efectuado por la cámara de Coppola desde el centro a la periferia porteña. Ni bien aceptó el encargo, recuerda Coppola, “hice un plan, agarré el plano de Buenos Aires y dije: Buenos Aires está acá, acá está Rivadavia, acá está Santa Fe-Cabildo, y acá está San Juan y avenida del Trabajo, y así empecé a salpicar cosas en los tres ejes. Del centro a los barrios, y llegué hasta avenida del Trabajo y Lacarra”. Buenos Aires nocturno tematiza la modernidad urbana. Bajo las formas compactas de edificación en sombras y de luz crispada se adivinan multitudes, agitación y estruendo. Tomada desde la terraza del edificio Comega, en Corrientes y Leandro N. Alem, hacia el oeste, muestra el centro porteño cortado en dos por la masa iluminada de la avenida Corrientes –cuyo ensanche se ve inconcluso– y el flamante Obelisco, al fondo. En plano cercano se impone la alta silueta del Safico, una de las grandes construcciones modernistas de la época. La obra es parte de un conjunto de fotos que conforman verdaderos estudios de la noche porteña en sus espacios significativos, con su vibración y clima particulares: el centro, la costa, los barrios. Los nocturnos de Coppola son los primeros en expresar así esa hora tan propia de la ciudad. En Flores al sur vemos el paisaje periférico, donde ciudad y campo se entrecruzan: el ómnibus suburbano en su final de recorrido junto al sulky de la quinta o la chacra cercana; el empedrado de la avenida cruzado por el camino de tierra, del que sube una leve polvareda de extramuros; en la esquina, el almacén y boliche que puede ser tanto de barrio como de campo; y colgando del borde superior el foco de luz eléctrica, otro signo urbano. La síntesis del encuadre se completa con el momento elegido: la hora de la siesta, amodorrada y ajena de todo bullicio.
Horacio Coppola aprendió fotografía de muy joven con su hermano mayor, Armando, pintor y fotógrafo amateur, al que siempre reconoció como mentor. Buenos Aires fue el gran tema de la fotografía inicial de Horacio. Hacia 1929, cuando aún no había adoptado la herramienta fotográfica como su medio de expresión, realizó una serie de dieciocho fotos de Buenos Aires sobre los barrios del norte –dos de las cuales ilustran la primera edición de Evaristo Carriego de Jorge Luis Borges– y algunos edificios modernos. Dicha serie fue consecuencia, por una parte, de las largas caminatas con su amigo Borges hasta el arroyo Maldonado, en Palermo, y por otra de las conferencias que Le Corbusier dictó en 1929 sobre Buenos Aires: “El análisis que hizo Le Corbusier de Buenos Aires fue decisivo para mi manera de ver la ciudad. Él analizó el esquema cerrado de las manzanas y lotes de la ciudad, ese sistema por el cual todas las construcciones tienen un solo frente entre dos medianeras […] en esa época la visión de las medianeras era muy impactante. Yo había sacado una en Cangallo y Bulnes, desde un ángulo que era absolutamente cubista”. La atracción de Coppola en esos años se inclinaba por el cine, más que por la fotografía, y así participó en la fundación del Cine Club Buenos Aires. Se relacionó con los pintores de vanguardia, algunos de los cuales, como Xul Solar y Alfredo Guttero, fueron amigos cercanos. A instancias de este último emprendió su primer viaje a Europa, a fines de 1930, que lo llevó por Alemania, Italia, Francia y España y duró cuatro meses. A su regreso comenzó a fotografiar intensamente a Buenos Aires. Entre 1932 y 1935 vivió en Alemania, Francia e Inglaterra. En 1933 asistió a un taller de Walter Peterhans sobre fotografía en la Bauhaus, donde se relacionó con Grete Stern. A fines de ese año se instalaron en Londres. En 1935 Coppola hizo las fotos que ilustran L’Art de la Mésopotamie, de Christian Zervos; en el mismo año viajó con Grete a Buenos Aires. Ni bien llegados, Victoria Ocampo los invitó a exponer sus fotos en los salones de la revista Sur. La apertura de la muestra Exposición de fotografías de H. Coppola y G. Stern fue en octubre de 1935, y con ella se inició la fotografía moderna en la Argentina. Después de las fotos para el libro sobre Buenos Aires, Coppola publicó en 1937 Historia de la calle Corrientes, con texto de Leopoldo Marechal, y con ello cerró su ciclo sobre la ciudad. Durante su estadía en Europa realizó dos películas de cortometraje. Luego hizo otra sobre la construcción del Obelisco. Son las únicas que se conservan de su producción de cine, que abandonó después de los años cuarenta.
El trabajo teórico de Horacio sobre fotografía fue escueto pero sobresaliente. Escribió la carilla de presentación de la muestra en Sur, que hoy se considera la primera reflexión estricta sobre fotografía moderna en el país. Poco después amplió ese texto en un ensayo que tituló “Sobre fotografía”, y al final de su carrera escribió Imagema, impreso en el catálogo de la exposición antológica de 1994. Obras posteriores importantes fueron las fotos para el libro La Plata a su fundador, encargado por la Municipalidad de esa ciudad en 1940; Huacos, cultura chimú, con fotos suyas y de Grete Stern; y Esculturas de Antonio Francisco Lisboa, O’Aleijadinho, de 1955, ambos títulos publicados por Ediciones de la Llanura, un sello propio. La obra fotográfica de Horacio se extendió hasta los años ochenta. Durante la última etapa abundó en el paisaje y los bodegones abstractos, en blanco y negro y en color. También frecuentó, episódicamente, el desnudo y el retrato. El creciente interés por la fotografía del autor desde hace unos veinte años ha privilegiado su producción inicial, sobre todo las fotos de Buenos Aires.
Luis Priamo