Gigante de la pintura latinoamericana.

ARMANDO MORALES  (1927-2011)

Nació en Granada, Nicaragua, el 15 de enero de 1927. A los dos años se mudaría, con su familia, a Managua. Desde muy pequeño, este gran maestro mostraría interés por el arte: a los 11 años ya estaba pintando paisajes imaginarios. Cursa estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Managua bajo la dirección de Rodrigo Peñalba.

Su talento fue reconocido tempranamente, cuando a los 19 años obtuvo una beca para ir a estudiar a los Estados Unidos, pero por no contar con el dinero suficiente para cubrir el resto de los gastos los planes tuvieron que ser aplazados más de una década. En 1960, con 33 años de edad, recibió nuevamente una beca, esta vez del John Simon Guggenheim Memorial Foundation de Nueva York, en 1962, le becan por la OEA y el Pratt Graphic Art Center de Nueva York. Antes de irse, hizo un viaje inolvidable a la Bienal de Sao Paulo donde ganó el premio Ernest Wolf como el Mejor Artista Latinoamericano, y luego viajó por la Amazonía en Brasil. Las selvas tropicales que vio en ese viaje quedaron grabadas en su memoria.

Al llegar a Nueva York, la obra del maestro Morales fue influenciada por la tendencia abstracta que prevalecía entre los artistas americanos y europeos del momento. Después de 1966, dejó la abstracción, volviendo a lo figurativo, y comenzó a pintar paisajes tropicales y la figura humana, pero siempre con elementos contemporáneos como lo son las gamas de colores impresionistas, la textura y los fondos misteriosos. La combinación de lo contemporáneo con elementos de su tierra natal formó su estilo personal, un estilo realmente único.

En el año 1972 trabaja como profesor de pintura en el Cooper Union de Nueva York, pasando después a ser agregado cultural del Consulado de Nicaragua en esta ciudad. En 1982 se traslada a París y después reside en Costa Rica.

Vivió en Nueva York, París y Londres, pasaba parte de su tiempo entre sus estudios de París, Madrid y su tierra natal, Granada, Nicaragua. Era un hombre incansable, inspirado, que trabajó apasionada y arduamente.
Sus obras logran transportarnos, de inmediato, a un mundo mágico.

Fuente de inspiración

“Yo digo en broma, pero sólo medio en broma”, comenta el artista, “que en la noche, yo me voy a otro mundo y visito o hago contacto con otros seres, porque yo tengo sueños muy extraños y muchas veces, después de despertarme pienso eso… Eso probablemente es falso, pero tu sabes que lo falso muchas veces es cierto… En el arte no hay nada más falso que la verdad”. Y prosigue: “El cuadro quiere decir algo… y uno hereda cosas que ha visto en el pasado… y a través de la genética recibimos información de nuestros antepasados. Puede que algunos de ellos tuviesen algún talento artístico pero no tenían la forma de expresarlo. Entonces resulta que yo, que soy un descendiente, tengo una cantidad de características que ellos no tenían. Tengo disciplina, tengo trabajo, tengo buena memoria, buena vista, leo mucho, estoy muy informado,… A veces me siento utilizado, sólo un vehículo para que el cuadro sea hecho”.

Definitivamente, es posible que el origen de sus ideas provenían de otra dimensión, pero también es cierto que en su pintura podríamos encontrar cierta influencia de importantes pintores como el artista metafísico italiano Giorgio De Chirico. La ambigüedad, la ausencia del tiempo y las sombras misteriosas nos podrían recordar escenas similares en la pintura de De Chirico. El tema de las mujeres sin extremidades y sin rostros también se podría considerar una influencia de él. Algunos artistas que él admiraba fueron Piero de la Francesca, Morandi, Tiziano, Velásquez y Tamayo.

Una textura diferente para crear ese efecto “mágico”
El maestro Morales logra una superficie única en su pintura, que parece vibrar, porque elabora la obra a través de miles de rayitas que producen ese efecto. Al mismo tiempo, la escena se ve toda cubierta con una especie de velo que da la sensación de ser parte de un sueño. Los árboles, el agua, el cielo y la tierra, todos parecen estar hechos de la misma sustancia, no se diferencia tanto entre el uno y el otro.

Proceso y técnica de su obra

“Yo trabajo con bocetos de memorias y pienso en un arreglo de colores… cuando veo que el boceto ya está organizado, lo pinto con guache o con óleo o carboncillo, lo que tenga a la mano,… llega un punto en que digo que ya está listo y empiezo a cuadricularlo para traspasar la composición. Ahí todavía no hay hojas, no hay detalles, y luego lo copio. Después lo dejo secar y le hecho una capa de “scumbling”, que es una mezcla de pintura sucia que queda como un velo oscuro sobre la obra y da un toque mágico. Después de eso, el cuadro ya está casi listo. Lo dejo secar y luego pinto otra capa que es como “scumbling” pero más oscuro, y luego lo trabajo por áreas. Todas las demás capas ya están bastante secas y, antes de que se sequen finalmente, las afeito con cuchillas de afeitar hasta lograr ese efecto”.

Las obras, por lo tanto, aparentan tener más de dos dimensiones. El artista lo que trata de lograr “no es la tercera dimensión, sino la segunda y media”. Además, nunca ha pintado con fotos como referencia, simplemente pinta las imágenes grabadas en su memoria y las obras van saliendo solas.
“Siempre he tenido temor que piensen que uso fotografía. Una vez demostré ante un público mientras pintaba para comprobarlo… en unos minutos salía una selva, pintada de mi memoria. Estas imágenes vienen principalmente de un viaje al Amazonas al que fui con un amigo, vi todo lo mágico de la selva… muchos animales, insectos,… tengo una memoria visual muy buena… Nunca he tomado fotos. Nunca he tenido cámara, ni sé tomar fotos…”.

Una excelente memoria nutre sus temas: selvas, bañistas, bodegones.

“Yo voy almacenando como quien va recogiendo retazos de la selva, de tantas ramas, de tantas hojas, tantas raíces, tantos bejucos, tantas flores, y las voy clasificando, ellas se van clasificando en un lugar que se llama el tálamo… es donde se almacenan, en la memoria subliminal… todo lo que estamos viendo, oyendo, sintiendo, tocando, y lo más curioso es que no tiene ubicación anatómica…”

“Casi todo lo que pinto viene de esos recuerdos… y también del Río San Juan, en Nicaragua, donde hay una reserva tropical de lluvia que es más o menos del mismo tipo, hay especies en común y tiene el mismo impacto. Llegando a México y en Costa Rica también he visitado selvas, pero yo nunca describo la selva… ningún trazo que hago es planeado… va saliendo… no sé que va a salir…”.

Además de las selvas, otro de los temas que pintaba frecuentemente es el de las bañistas. Los bodegones también eran un tema frecuente en su obra. Plasmaba frutas como peras, manzanas, mangos, papayas e higos que colocaba en ambientes de la misma intensidad mística que sus otras obras y, por lo tanto, no son un simple bodegón. No es coincidencia, según el artista, que las frutas tienen un elemento carnal como si fueran cuerpos humanos sensuales y voluptuosos, mientras que las mujeres tienen un elemento frutal. Es todo parte del mismo mundo mágico que pintaba el artista.

En 1983, cuando Morales fue a París, conoció al galerista Claude Bernard, uno de los más reconocidos dentro del mundo artístico y quien luego se convirtió en su principal representante. Con Bernard, Morales ha tenido exposiciones individuales en la Galeria Claude Bernard de París y Nueva York, y en las ferias FIAC y Art Miami en varias ocasiones.

El maestro ha tenido, además, exposiciones en los principales museos de Perú, Bogotá, Caracas y México, entre otros. Ha exhibido en galerías de Latinoamérica, Europa y Estados Unidos, y en varias ferias de arte internacionales. Sus obras se encuentran en importantes museos y en reconocidas colecciones públicas y privadas alrededor del mundo.
En noviembre de 1999, una pintura de Maestro Morales, marcó uno de los precios récord alcanzados por sus obras al venderse por $425,000.

El éxito de Armando Morales en el mundo del arte radica en la combinación de su talento artístico, de su estilo y técnica tan original, y en que los temas de su obra son fieles a sus raíces y muy reales. De su obra, el maestro dice: “Aun si mi pintura no tiene los colores brillantes, vistosos que se identifican con la idea que se tiene de lo latinoamericano, es muy latinoamericana en la forma de acercarse a la pintura y a sus temas. El hecho que trabaje mis cuadros en París, Londres o Nicaragua es circunstancial. Siempre son mis bodegones, mis desnudos y mis selvas”.

Entre sus obras destacan: Desnudo sentado, 1971, Dos mujeres, una con miedo, 1972-74, Bodegón, ciruela y peras, 1981, Bañistas en la tarde y coche, 1984, Adiós a Sandino, 1985, Selva, 1987, Las bañistas, 1995, etc.

Armando Morales falleció el 16 de noviembre de 2011 en Miami, Florida, Estados Unidos.